En muchas familias es común observar que al “no” hacia el niño, por lo general reiterado y sin efecto, le siguen un chirlo en el poto, un tirón de orejas o un coscorrón en la cabeza.
También, que cuando el chico no se comporta como se espera de él, le digan, gritando, cosas como “sos tonto” o “te voy a reventar”.
Según advierte un informe presentado ayer por Unicef, en 7 de cada 10 hogares argentinos se usan métodos de disciplina con violencia física o verbal.
El estudio “Una situación habitual: violencia en las vidas de los niños y los adolescente”, que incluyó a varios países, mostró que en Argentina 54% de los niños de entre 2 y 4 años recibe castigos físicos y 62%, agresión verbal.
Estos porcentajes se reducen a un 44% de los chicos que son castigados físicamente en el segmento entre los 5 y 14 años. Es decir, los más pequeños sufren más agresiones físicas que los más grandes.
Otro dato llamativo que arroja la investigación es que más del 96% de los adultos consultados cree que los niños no deben ser castigados físicamente.
Esto, pese a que reconocen que utilizan este tipo de castigo como un mecanismo de disciplina y, de hecho, creen que es necesario, ya que en muchos casos están reproduciendo el modo en que fueron criados ellos mismos.
En definitiva, consideran que tanto el castigo físico como la agresión verbal son formas de mostrar autoridad como padres o cuidadores. En realidad, tal como se advierte en la “Guía práctica para evitar gritos, chirlos y estereotipos destinada a padres, madres y adultos/as cuidadores/as”, también elaborada por Unicef, en lugar de educar a los pequeños se está ejerciendo violencia hacia ellos. Y los malos tratos y castigos no generan respeto sino miedo.
En esta guía -que se puede descargar en www.unicef.org.ar/finalaviolencia- se subraya que la familia es el ámbito en el que los niños deberían sentirse seguros y protegidos, pero cuando se recurre al castigo físico o la agresión verbal, se sienten descuidados, maltratados o humillados.
Esto provoca que crezcan creyendo que merecen ese trato y, además, que utilicen la violencia como un modo de vincularse con otros.
El dolor de no comprender por qué los maltratan quienes deberían cuidarlos se puede expresar en mal comportamiento, aislamiento y cambios en su desempeño escolar, como también temores, timidez, tristeza o miedo de no sentirse amados.
Por otra parte, el Código Civil y Comercial de la Nación prohíbe, en el artículo 647, "el castigo corporal en cualquiera de sus formas, los malos tratos y cualquier hecho que lesione o menoscabe física o psíquicamente a los niños o adolescentes" por parte de sus padres.
Sí límites, no agresión
La psiquiatra infanto-juvenil Claudia Gómez resaltó que ni la agresión física ni la verbal deben utilizarse como método correctivo de conducta, tanto en adultos como en niños. Los chicos, en particular, están estructurando su personalidad y la violencia genera violencia. Los pequeños pueden exteriorizarla y mostrarse inquietos o agresivos, o volcarla sobre sí mismos y volverse sumamente inhibidos o retraídos.
Esto no significa que no deba haber límites. Por el contrario, Gómez indicó que la limitación es fundamental para el desarrollo de los niños. Pero desde el amor, la ternura y la paciencia.
La especialista se manifestó de acuerdo con la penitencia, cuyo tiempo de duración debe estar en relación con la edad del niño. También consideró positivo un sistema de logros y premios.
Silvina Mollo, directora del Programa de Prevención y Atención Integral del Maltrato Infantil de la provincia, coincidió en que la violencia está naturalizada como una forma de poner límites a los pequeños.
Señaló que es más habitual que se entienda que el chirlo o los golpes son maltratos, que las descalificaciones, humillaciones y gritos. Esta violencia emocional, destacó, también afecta profundamente la psiquis de los chicos.
Mollo explicó que lo que se da es una falla del control de los impulsos por parte de los adultos, que carecen de herramientas para entender al pequeño, sus requerimientos y reacciones.
Así, comentó que se puede ver, por ejemplo, a padres que zamarrean o gritan a sus hijos en el supermercado porque tomaron cosas de la góndola, sin comprender que esto es esperable por su etapa evolutiva.
Los adultos, planteó, tienen que ver al niño como un sujetos que tiene necesidades y derechos, y no como un objeto que les pertenece y pueden moldear para que se comporte como ellos quieren.
Pautas para fijar límites
El documento elaborado por Unicef ofrece algunas pautas para fijar límites y evitar que la situación desborde a los adultos y los enoje.
- Hablar en tiempo presente y sobre situaciones concretas. En lugar de: "Dejá de jugar y vení a comer ya", es mejor decir: "Ahora es hora de comer. Después de comer, podés jugar".
- No descalificarlos ("Sos malo" o "Sos tonto") sino referirse a las acciones que están mal ("No me gustó que tiraras la comida al piso" o "Estuvo mal que pegaras a tu amigo").
- Evitar enojarse con su enojo o usar amenazas y represalias ("Dejá eso o me voy a enojar", "Si no venís para acá ya, la vas a pasar mal").
- Ayudarlos a reparar cuando cometen un error.
Guía de unicef
La "Guía práctica para evitar gritos, chirlos y estereotipos", de Unicef, presenta algunos ejemplos de violencia en la crianza.
Maltrato físico. Zamarreos, golpes, cachetadas, tirones de orejas o de pelo.
Maltrato psicológico. Gritos, insultos, amenazas, humillaciones. También, cuando se desvaloriza al niño o niña, se muestra desinterés frente a lo que hace o dice, se le hacen reproches o se lo compara con el objetivo de lastimarlo.
Descuido y abandono. Si se desprotege a los niños, dejándolos solos o al cuidado de otro niño (por ejemplo, un hermano o hermana mayor) cuando aún no están en condiciones de estar solos.