La usaban nuestros antepasados. Hay construcciones de casi un siglo que testimonian su resistencia a los sismos y el paso del tiempo. Experiencias particulares y colectivas la destacan como alternativa económica y ecológica para la edificación de viviendas. Pese a ello, la quincha (un esqueleto de madera y troncos relleno de barro) hoy se asoma en Mendoza como una técnica al margen de la ley.
Fiel a su impronta tradicionalista y ambiental, San Carlos recuperó esta técnica ancestral y oficializó su uso dentro del territorio departamental. Gracias a la reciente ordenanza 1.464, cualquier vecino del lugar puede optar por este tipo de vivienda, adquiriendo un plano certificado y avalado por el municipio. Incluso, la comuna está gestionando y cofinanciando casas de emergencia social y hasta un mini barrio en Pareditas a través de este sistema.
Andrea Gómez y Javier Jofré están levantando su casa en un predio cerca de la ruta 40, en el paraje El Capacho. Ya terminaron la etapa de cimientos y ahora están trabajando sobre la estructura de troncos de eucaliptos. “Las changas en el campo no me dan la estabilidad para acceder a los planes del IPV”, dice el muchacho mientras es asesorado por los técnicos del municipio en la toma de medidas.
Su actual casa de nylon y madera -donde viven con sus tres niños- está pegada a la obra. Eso les permite avanzar apenas hay un tiempo libre. Tienen la riqueza de la tarea colectiva, porque les ayuda la comunidad. Incluso los dueños de forestales vecinos les han donado la madera que no les sirve. “Recibimos capacitación, pero también vamos aprendiendo en la marcha”, acota Andrea, mientras las vecinas apuntan que los niños “esperan ansiosos la etapa de jugar con barro”.
“Nos dicen que la vivienda es un derecho, pero no nos enseñan a conseguirla por nuestros medios”, opina el director de Vivienda de San Carlos, Miguel Funes. El funcionario destaca que este sistema permite utilizar elementos que están disponibles en la zona y reciclar otros. Incluso, como una medida ambiental, buscan darle una nueva utilidad a los “residuos” de las industrias.
A los cinco planos formales que integran la política habitacional del municipio, se suma ahora uno que avala la “quincha modificada”. El proyecto -que pasó por distintas etapas de verificación- propone una casa de unos 62 m2, con dos dormitorios, cocina comedor, baño y una pequeña lavandería. El costo total de materiales para este prototipo no llega a los $ 50 mil.
Lo innovador de esta ordenanza es que institucionaliza una técnica menospreciada por décadas y, al hacerlo, crea herramientas para pedirle financiamiento al Estado. El municipio ambiciona -hubo promesas del gobierno al respecto- poder adaptar algunos planes del IPV a este sistema de edificación. Técnicos del organismo reconocen que es una experiencia inédita y que merece ser evaluada.
Mientras las noticias dan cuenta de que en Santa Fe “construyen casas de barro con créditos Procrear”, desde San Carlos promueven abrir el debate respecto del adobe. “El problema es que, por décadas, los profesionales de la construcción han tenido una matriz de enseñanza anti-adobe, anti-tierra”, sostiene Funes y arremete: “Discutamos, pero fuera del corset de los códigos establecidos”.
La mayor dificultad que debió superar la iniciativa fue comprobar que la estructura es sismorresistente. “Es que el código antisísmico de Mendoza erradicó culturalmente al adobe”, opina Funes.
Antes de convertirse en ordenanza, el proyecto fue estudiado y verificado por ingenieros. En estas etapas, surgió la necesidad de algunos cambios y ajustes. Por ejemplo, se trabajó en la “formación elástica de los nudos”. Jorge Egas, el técnico que diseñó el prototipo, explicó que les llevó tiempo encontrar la mejor manera de “dar seguridad a los puntos de encuentro entre columnas y vigas”.
Solución al alcance
En un terreno donado por la unión vecinal Nuevo Milenio en Pareditas, los vecinos levantarán seis casas de barro con el aporte de ingenieros, arquitectos y otros profesionales. “Es un trabajo conjunto, todos nos ayudamos”, expresa Noemí Alcaya, presidenta de la entidad.
Aurora Gómez es una de las beneficiarias y no ve la hora de terminar su nuevo hogar para mudarse allí con su hijo Maximiliano (8). Devenida en albañil, comenta que tendrán que “esperar que pasen los fuertes fríos para empezar con el barro”. La mujer no “toca de oído”: aplicó el sistema de quincha ayudando a construir una biblioteca en la escuela de Viluco.
Fabiana Villafañe promueve la idea desde el área de Vivienda y analiza la experiencia como un proceso de aprendizaje colectivo. “Vamos recuperando saberes, conociendo acerca de los materiales”, apunta. Por ejemplo, descubrieron que la composición de los suelos no es igual en los distintos parajes, por lo que deben agregar arcilla u otros componentes para darle mayor consistencia y plasticidad al barro.
Desde la comuna remarcan que no hay nada “establecido” y que estas primeras viviendas actuarán como prueba piloto. Mientras tanto, se las rebuscan para conseguir financiamiento: elementos para techos del Plan de Emergencia Climática, recursos del programa Banquito de la Buena Fe y ahora gestionan que firmas y productores de la región les entreguen los materiales que no utilizan.
“Cada empresa debe decidir dónde destina sus residuos, para evitar la contaminación. A veces, los solicitan familias que buscan establecerse en villas de emergencia y terminan fomentando la situación. Esta es una manera ordenada de darle buena utilidad a los pasivos”, apunta Carlos Arriagada, de Medio Ambiente.
Algunos productores de forestales están donando los troncos que no les sirven. Firmas como Baggio o Salentein han prometido palets o los palos que utilizan en el recambio de viñas. “También hemos conseguido fenólicos, chalas de ajo y botellas que pueden ser aislantes”, enumera Arriagada.
Adaptación local del sistema ancestral
Lo que se avala oficialmente ahora en San Carlos es un sistema de quincha “adaptada”. Todo el movimiento de bioconstrucción a nivel mundial desaprueba el uso de cemento, pero en el plano municipal aparece sólo como un recurso utilizado en los cimientos y sobrecimientos (también con piedra bola) para dar fuerza a la base.
Originariamente, el armado de la quincha consiste en un esqueleto (estructura y cimientos) de troncos y maderas entrelazadas, que luego es rellenado con barro. En este caso, el plano especifica rollizos de 20 cm de ancho que servirán de columnas y vigas, mientras que los muros están diseñados con tablas de álamo o alguna madera similar.
En cuanto al techo, Jorge Egas, autor del diseño, explicó que optaron por “una estructura liviana y segura”. El mismo está planteado con soportes de rollizo, tirantes de pino, machimbre, una capa de aislantes y otra que protege del exterior.
Pese a que aquí se incluyen materiales (un 20%) que se distancian del espíritu original del modelo -reducir el impacto ambiental-, el municipio tratará de avanzar en la consecución de los mismos a través del reciclado.
Sin embargo, la clave de la quincha está en el barro. Los que han investigado sobre esta técnica aseguran que, para lograr una estructura termodinámica, el relleno debe tener cierta porosidad y esto se lo da el material orgánico.
Siguiendo este mandato, familias de Tunuyán que apuestan a este tipo de viviendas vienen realizando el barro con chala de ajo. En San Carlos, los vecinos están empezando a explorar con la mezcla de distintos tipos de suelos (arena, arcilla, etc.) y materias orgánicas (orujo, guano, etc.) para lograr la mejor consistencia.
Tras la vigencia perdida
La palabra ‘quincha’ proviene del quechua y significa pared, muro, cerco, corral. Es el sistema de construcción utilizado por los primeros inmigrantes franceses y españoles que habitaron en San Carlos. Incluso, sobre el Carril Viejo existe un testimonio en pie que habla de las aptitudes de esta técnica: la casa de doña Yolanda López Delfina, que tiene 90 años y salvo algunos retoques estéticos, ha soportado estoicamente sin rajaduras ni complicaciones los temblores más fuertes.
La idea de recuperar este modelo constructivo no es nueva en San Carlos. Hubo distintos intentos y desde distintos sectores por resucitarla y mostrar que produce obras perdurables. El primero fue en 1995, cuando la cooperativa Juventud Sancarlina incursionó en la técnica levantando un centro cultural en el barrio del mismo nombre. La idea era replicar luego el método en la construcción de viviendas, pero se diluyó en el tiempo. El edificio, que fue inaugurado ese año, nunca recibió un mantenimiento y luce como nuevo.
En 2001, el HCD aprobó la construcción de tres prototipos (eran edificios para instituciones sociales), pero el Ejecutivo nunca lo ejecutó. Y en 2005, distintas entidades motorizadas por el INTA volvieron a explorar con quincha. Así se construyó un salón de usos múltiples para la entidad y trabajaron un proyecto para una casa de una familia indigente. Por ese tiempo, también la comunidad de Viluco levantó una biblioteca para su colegio.
Además, a través de un convenio entre la Municipalidad y la Universidad de Mendoza, varios estudiantes de Arquitectura han desarrollado sus tesis en la zona en función de las posibilidades que aporta la quincha como solución habitacional e intervención amigable con el medio ambiente.
Ahora, en la región cada vez son más las familias que se interesan por este sistema ecológico y autosustentable. Sólo que hasta el momento las obras eran consideradas clandestinas.