En Rusia aún hay nostálgicos de la monarquía

Aseguran que los rusos aún apoyan a los zares. Nicolás II, heredero de la dinastía de los Romanof y ejecutado en 1918, fue canonizado.

En Rusia aún hay nostálgicos de la monarquía
En Rusia aún hay nostálgicos de la monarquía

Los ancestros de Mijail Ustinov fueron fusilados en 1917 por haber apoyado al zar y cien años más tarde, este ruso de 68 años todavía sueña con un retorno a la monarquía.

“Los rusos son monárquicos en el alma y esto a pesar de que los soviéticos intentaron barrerlo”, dijo Ustinov desde su apartamento en las afueras de Moscú. Este sexagenario es el portavoz de una asociación autoproclamada que representa a los monárquicos de la capital rusa.

Desde la caída de la URSS, en 1991, Ustinov se viste todos los días para honrar al zar con un uniforme que recuerda la ropa que portaba el ejército blanco, que combatió entre 1917 y 1922 a los bolcheviques, y ser leal a la memoria de Nicolas II, el último zar.

Décadas después de su asesinato por los bolcheviques en plena revolución, la imagen de Nicolas II ha sido rehabilitada tras el fin de la URSS.

Sus restos fueron enterrados en San Petersburgo, la antigua capital imperial, en una ceremonia en 1998, a la que acudieron muchos miembros de su familia y que contó con la presencia del presidente Boris Yelsin.

El heredero de la dinastía Romanov, ejecutado por orden de los bolcheviques en 1918, fue canonizado en 2000 por la Iglesia Ortodoxa Rusa, que lo considera como un mártir, no sólo por su papel como último zar sino por haberse “resignado a la muerte” en las semanas previas a su deceso.

“Quiero morir vestido con mi uniforme proclamando mi amor por el zar, como lo hizo mi abuelo, mi bisabuelo y todos los míos”, aseguró Ustinov, que perdió a una veintena de parientes durante la revolución de 1917, para él “un golpe de Estado”.

Un 28% de los rusos se declara “a favor” o “no contrarios” a un retorno a la monarquía, según una encuesta conducida por el instituto VTsIOM publicada en marzo.

Un sector minoritario, pero que registra un alza con respecto a los datos de 2006, cuando sumaban un 22%, y que es más marcada entre los jóvenes: un 33% para el segmento de entre 18 y 24 años y 35% entre 25 y 34 años.

“Se ve claramente que para las generaciones 'soviéticas' hay una resistencia a esta idea más fuerte que entre los jóvenes, para quienes la monarquía es una forma de gobierno que puede ser factible”, dijo el sociólogo Stepan Lvov, que dirigió el estudio.

Entre los jóvenes rusos, explicó, la monarquía ya no está asociada a una idea de falta de libertades y de democracia, “incluso es algo atractivo por su racionalidad y eficacia”.

Putin, “ya es zar”

Pavel Markov, nacido en el momento del colapso de la URSS, forma parte del grupo de jóvenes que ven la monarquía como “un sistema más adecuado y equilibrado”.

“La democracia no le conviene a los rusos, nuestra mentalidad exige un poder autoritario y centralizado”, afirmó este jóvenes profesor de historia que vive en Nizni Nóvgorod, 400 kilómetros al este de Moscú.  “Una monarquía constitucional permitiría consolidar nuestros valores tradicionales para darle al fin fuerza y vigor a la población”, afirmó.

Para Elena Melnikova, una estudiante de 22 años especializada en restauración de íconos, no hay duda.

“Vladimir Putin ya es un zar”, estimó la joven, para quien un retorno a la monarquía sería una vuelta a los “verdaderos valores rusos”.

En 2015, Putin dijo expresamente que el título de zar “no le convenía”. En un acercamiento a la postura de la Iglesia Ortodoxa tras la canonización del zar, el Kremlin ha rehabilitado su imagen que, junto con la memoria de la URSS, se han situado como parte de la herencia del país.

La personalidad de Nicolas II y un eventual retorno a la monarquía no son temas que apasionen a los círculos políticos en Rusia, con la excepción de la diputada pro-Kremlin y exfiscal de Crimea Natalia Poklonskaya, que proclama abiertamente su devoción al zar.

Los nombres revolucionarios vigentes

Mels o Malis (Marx-Lenin-Stalin), Engels o Stalina: estos nombres derivados de la revolución de 1917 y de sus referentes intelectuales siguen siendo utilizados en la extinta URSS, en América Latina o en Albania.

Lenin en América Latina: en la región, muchos militantes comunistas le pusieron a su hijo como nombre de pila Lenin. Es el caso del actual presidente ecuatoriano, Lenín Moreno, el conocido extremista Illich Ramírez Sánchez, alias "Carlos", o el célebre músico brasileño Lenine, cuyo nombre completo es Osvaldo Lenine Macedo Pimentel.

Por su parte, Sergio Lenin Ocampo Torres, un fotógrafo mexicano de 36 años, confesó haber tenido “problemas” con su nombre.

Orgulloso de su nombre: "Mi padre siempre se mantuvo fiel a los ideales marxisto-leninistas. Por eso me puso Mels (Marx, Engels, Lenin, Stalin)", contó Mels Yeleussizov, de 67 años, presidente de la Unión de Asociaciones Ecologistas de Almaty, capital económica de Kazajistán, una exrepública soviética de Asia Central.

Al igual que él, en Kirguistán, el portavoz del Ministerio de la Cultura, Marlen Solyanoy, de 28 años, lleva un nombre que combina los apellidos de Marx y Lenin.

"Hubo cosas peores": En Albania, "Marenglen (Marx, Engels, Lenin) estaba de moda en la década de 1950", contó Marenglen Verli, director de la Academia de Estudios de Albania en Tirana. "Nunca pensé en cambiarlo. En la era de la revolución, hubo cosas peores", dijo poniendo como ejemplo Melset (Marx, Engels, Lenin, Stalin, Enver, Tito). Enver era el nombre de Enver Hoxha, un dictador que dirigió durante 40 años la Albania comunista.

Después de la ruptura de Albania con la URSS y de la caída del comunismo en Tirana, al principio de la década de 1990, muchos cambiaron de nombre. Lenin se convertía en Luli o Marenglen pasaba a ser Maringlen, para ajustarse más a la fonética albanesa.

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