Adolfo Ruiz Díaz fue un intelectual brillante que dominaba los estudios y teorías literarias, filosóficas, las artes plásticas, además de mantenerse actualizado en los avances de la ciencia y de la técnica.
Su desempeño como profesor contribuyó a la formación de numerosas camadas de alumnos, ya mayores y profesionales, que lo trataron durante su paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), entre 1953 y 1988, año de su fallecimiento, primero en la histórica sede de la calle Las Heras, emblemática casona hace muchos años demolida por las necesidades del progreso edilicio, y posteriormente, en el edificio actual del campus universitario.
Hace pocos días Los Andes recordó el enorme aporte a la cultura de la provincia de este hombre, con motivo de una visita a su riquísima y amplia biblioteca particular, guardada con mucho celo, cariño y dedicación por su esposa Amalia Ugo y sus 3 hijas, Julieta, Mariana y Vera. Es un acervo de alrededor de 8 mil ejemplares, prolijamente ubicados en estantes y catalogados.
Allí están textos de filosofía, historia, religión, literatura, sociología, ciencia y otros tópicos, en idiomas tan diversos como español, inglés, francés, alemán, griego, latín y hasta sánscrito, la milenaria lengua clásica de la India. Hay además diversas ediciones, e incluso traducciones de un mismo libro. Y por supuesto todas las obras que escribió el docente y crítico, recibido en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Es realmente un tesoro bibliográfico muy grande, con un valor más cultural que económico, de amplias proyecciones.
Lamentablemente la biblioteca -que recuerda en cierta manera a la donada por los familiares del eminente filósofo Arturo Roig a la UNCuyo en 2015-, no tiene un carácter público por la inevitable realidad de inseguridad que afecta a los mendocinos, dado que su apertura irrestricta traería aparejada la posibilidad del robo de ejemplares al no disponerse de mecanismos de control que pudieran evitar el hurto.
Sí, ha sido protegida y alojada en una construcción moderna, de 2 niveles, para preservar un tesoro familiar de los elementos más dañinos que amenazan al papel: la humedad y el polvo. Pero, en el sentimiento de la familia -cuyos integrantes la consultan en forma periódica- está presente el concepto utilizado por el profesor cuando ponderaba el mundo de los libros, "las bibliotecas no se arman para una sola generación", solía decir.
En esta ocasión volvemos a evocar al docente porteño, pero definitivamente amendocinado, al cumplirse hoy un aniversario más de su muerte, acaecida el 6 de junio de 1988.
Ruiz Díaz, doctor en Literatura y Filosofía y Letras, fue un hombre esencial para una época que cubrió más de 3 décadas y aún lo sigue siendo a través de sus libros, escritos y artículos periodísticos, algunos de los cuales fueron publicados por el matutino de los Calle. Uno de sus amigos por entonces fue el exsubdirector de Los Andes y notable escritor, Antonio Di Benedetto.
Su aporte a la vida intelectual trasciende los tiempos y es simiente de un legado valioso, de permanente interpretación y estudio.
El recuerdo en la memoria colectiva de sus personalidades más eminentes es parte de la preservación del patrimonio cultural de las comunidades que sienten estima de sí mismas y de sus tradiciones. En ese sentido vaya nuestro sentido homenaje al gran pensador.
