59 Rivoli, importante espacio de la capital francesa que cuenta con 20 años de existencia, es el vértice cultural de un movimiento en el arte alternativo que se inició gracias a un grupo de artistas visuales provenientes de distintas partes del mundo.
Allí, ellos instalaron sus talleres de trabajo, abiertos al público, para que quienes deambulaban por las calles parisinas se encontrasen con ese bello edificio de seis pisos, en el corazón de París (a 200 metros del Museo del Louvre y una cuadra del río Sena), repleto de obra plástica.
En ese ámbito, que hoy es uno de los tres lugares de arte contemporáneo más visitados de la capital francesa, trabajó la mendocina Yamila Marañón hace muchos años. Ella fue parte del movimiento de artistas propulsores del espacio y hoy, más precisamente ayer, volvió a compartir en 59 Rivoli su más amado proyecto artístico: el Parque de las Artes Marañón, que está emplazado en el valle de Uspallata.
Así, 59 Rivoli, que hoy pertenece al Estado francés (que compró el edificio a través del Ministerio de Cultura) y a una asociación creada por aquel colectivo de artistas, vuelve a cobijar a Yamila que llegó allí con 21 años para comenzar una etapa de aprendizaje que la marcaría para siempre.
Yamila permaneció siete años en París y volvió a Mendoza donde se abocó de lleno al proyecto de realizar el Parque de las Artes Marañón en Uspallata; una reserva cultural donde se explayan y conviven las obras de los artistas de su familia: su padre, Fausto Marañón; y su hermana menor Verenice.
Este museo de esculturas monumentales a cielo abierto, es un proyecto turístico-cultural en el cual se encuentran obras de siete metros y laberintos de rocas de 3.000 m2.
En él se realizan visitas guiadas, y visitas libres, eventos puntuales y distintas actividades abiertas a otras expresiones artísticas, degustaciones, residencias de artistas.
"Fue el laberinto el que vino a mí. Yo no lo busqué, solo abrí mis ojos. Cuando me vi frente a la inmensidad del valle y las montañas, me encontré frente al desafío de dar con una forma que pudiera expresar esa armonía. Reconocí mi pequeñez y fragilidad ante esa perfección, e ir hacia el interior fue el camino", supo decirnos Yamila sobre cómo es que se inició este concepto artístico-natural.
Idear un laberinto implica sensibilidad ante la emoción ajena. Si el artista elige el bien, construirá una especie de juego mágico. Si opta por lo negativo, puede terminar armando una pesadilla. "Los míos son siempre laberintos concéntricos, de tránsito fluido. No son tortuosos, ni buscan generar opresión o encerramiento. Las paredes son bajas o translúcidas. Se puede ver en qué lugar del espacio estás. Además, en su recorrido coloco obras escultóricas, y realizo intervenciones de danza o teatro e instalaciones sonoras", nos aclaró Yamila en aquella entrevista anterior.
Marañón busca que cada visitante haga su experiencia. "Vos, decidiendo a dónde ir, estás creando tu propia obra", define. La meta es hacer "viajes para entender los pensamientos y emociones que afloran al deambular". Ansiedad, frustración, alegría, euforia, momentos de detenerse o de avanzar. Todo eso ocurre cuando uno se permite el juego de perderse. Para los que se animan, "los laberintos se posicionan en ese espacio sutil entre lo que está afuera y lo que internamente nos moviliza", cierra la artista.
Uspallata, en París
Esa idea extraordinaria, que aunque palpita en el corazón de nuestra montaña se inició del otro lado del mar, entre los aprendizajes de Yamilia en París, tuvo ayer la posibilidad de ser exhibida en 59 Rivoli.
"Volver a París hoy con la muestra 'Aire de los Andes', implicó para un paso simbólico en este año en el 20 aniversario, para mostrar la evolución de mi obra y puntualmente la creación del parque", cuenta Yamila. Para poder "trasladar" el laberinto y el parque a Francia Yamila ideó una exposición en la que la fotografía, el video, la música, la escultura y las instalaciones pudieran expresar ("materializar") el Parque de las Artes Marañón. Es así que convocó a Orlando Pelichotti, Ilka Flören, Kardo Kosta, Gor Monton, Fausto Marañón y Verenice Marañón para que la ayudaran en ese cometido; con la asistencia de Ornella Lis Mazza y Fabienne Calderone. "Fue una noche excepcional, donde la confluencia energética ayudó a presentar la propuesta con una fuerza edificante", dijo la artista.
La apertura de la muestra (que estará exhibida hasta el 17) fue éxito total al que se sumó el violín de Rodolfo Castagnolo, el gong de Javier González y la performance de Victoria Ansiaume. Entre los 450 asistentes que llenaron el espacio se encontraban Olga Manzur, Charlotte de Pastourelle, Alexandre de Prinsac, Aliosha, el director de Rivoli Gaspard Delanoe, Mario Murúa (un artista chileno consagrado en París), Sergio y Marcela Letelier que llegaron desde Santiago de Chile, la agregada cultural de Jaón Mai Kasahara, Jeanne Carlier, Bastian, Svenja Timm y Françoise Ged, representante del Ministerio de Arquitectura y Patrimonio de Francia.