En Ñacuñán, el avistaje de aves convocó a decenas de personas

Fue organizado por Birding Challenge, que realiza encuentros similares en todo el país. Camaradería y competencia durante el fin de semana largo en el área protegida.

En Ñacuñán, el avistaje de aves convocó a decenas de personas

El avistaje de aves es una actividad centenaria, que tiene sus tempranos orígenes en la cacería, aunque más tarde reemplaza las armas por la simple observación, y donde se mezclan la competencia y el estudio de la naturaleza, con largas caminatas por el campo cargadas de sigilo y paciencia.

Este fin de semana y organizado por Birding Challenge, cerca de cuarenta personas llegadas de distintos puntos del país se reunieron en Ñacuñán, al sur de Santa Rosa, para compartir tres días de camaradería y pasión por espiar y fotografiar a las aves en su hábitat natural.

“A todos nos unen las ganas de salir a caminar y mirar pájaros; ésa es la base de esta actividad y en torno a eso es que se arman agendas anuales y estos encuentros, a los que llega gente de todas partes”, cuenta Federico Bruno organizador del Birding Challenge, que en la Argentina ha recorrido desde 2013 escenarios del sur, el centro y el norte del país.

Con la colaboración logística de la comuna de Santa Rosa y del Ministerio de Tierras, Ambiente y Recursos Naturales fueron recibidas en la reserva de Ñacuñán cerca de cuarenta personas que durmieron en vehículos o carpas, que compartieron charlas y comidas y que el sábado al mediodía hicieron la primera salida al campo. Hubo gente de La Pampa, de Neuquén, de Buenos y de Córdoba; algunos llegaron cargando costosos equipos de fotografía y otros armados sólo con un par de binoculares.

“Sí, es una competencia, pero el espíritu del birding va más allá de eso y en el fondo, se trata de salir a caminar, conocer gente, charlar y pasar los días mirando pájaros y hablando sobre ellos”, explica Bruno y cuenta que se vieron ejemplares de gallito de monte, de aguila coronada y de calandria de tres colas, entre otras especies.

Pero más allá de la camaradería, el encuentro tiene sus categorías y la primera de ellas es la del ‘pajareo’, donde los participantes compiten por ver quién logra la mayor cantidad de aves observadas, sin necesidad de fotografiarlas.

“Es el participante y sus binoculares; luego y ya de regreso al campamento, cada uno cuenta lo que vio y comparte su experiencia”, dice Bruno y subraya: “Hay participantes que salen a las seis de la madrugada y vuelven para la cena, y capaz que han visto cuarenta aves distintas, y nadie piensa en mentir sobre eso porque tampoco hay necesidad de hacerlo”.

En la segunda categoría, lo que cuenta es la cantidad de aves registradas con una cámara y así, los equipos suelen cargar con teleobjetivos que van desde los cien a los 12.000 dólares.

Se calcula que en Argentina hay unos 300.000 observadores de pájaros y dentro de este gran universo de gente hay desde simples curiosos de las aves, a científicos y fotógrafos profesionales.

“Acá vas a encontrar de todo, desde un cirujano al empleado de una fiambrería, desde un estudiante de secundaria al docente de una universidad, pero son diferencias que no se notan porque todos hablamos de lo mismo y se crea un clima de camaradería muy grande, en el que surgen anécdotas, amistades y la gente sigue en contacto más allá de estas salidas al campo”, cuenta un participante.

Hay una tercera categoría dentro de la competencia donde se elige la mejor fotografía y finalmente, hay una última instancia donde se premia el mejor registro de la jornada, que implica un abanico amplio de posibilidades, desde retratar a una especie poco conocida o nueva para la zona que se recorre, a actitudes inusuales en las aves como pueden ser la cacería o el apareamiento. Al final de la jornada, los participantes suben sus fotos a la página birdingchallenge.org donde también está la agenda de los próximos encuentros.

Más allá de algunos equipos costosos, todos coinciden en que para participar del avistaje de aves no es necesario contar con mucho dinero y que alcanza con un par de binoculares para empezar.

En Ñacuñan, además de las caminatas y del avistaje de los pájaros, el encuentro incluyó charlas, asados, truqueadas de sobremesa y también alguna guitarreada en medio de la noche, además de la promesa de volver algún día. “No conocía Ñacuñán y me voy con una gran experiencia, con nuevos amigos y con algunas fotos muy lindas, como la de un ‘carpintero del cardón’ que pude retratar”, cuenta Alberto Sosa, un docente de la Universidad de La Pampa que viajó junto a algunos

amigos. 
"Lo más importante no son los equipos, sino las ganas de encontrarnos", insiste Bruno y cierra: "Nos vamos de Ñacuñán contentos, con la invitación para que volvamos o que armemos algo en Malargüe, en la laguna de Llancanelo, seguro que no faltará oportunidad".

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