En materia impositiva vamos por buen camino

En materia impositiva vamos por buen camino

La noticia periodística se resumía en el siguiente título: Sin ajuste por inflación, diseñan impuesto opcional para pagar menos Ganancia. "Antes de la Reforma Tributaria, el Gobierno buscará pasar por el Congreso un impuesto al revalúo, que sería opcional y permitiría valuar intangibles, inmuebles y acciones".

En Argentina parece que empezaremos a aplicar conocimientos que cualquier egresado de Ciencias Económicas, Agronomía o Derecho recibió durante su paso por alguna de las universidades.

Bueno, no seamos injustos ni olvidadizos. También se aplicaron cuando hace 44 años, en 1973, se diseñó un "sistema impositivo".

Efectivamente y con todo énfasis señalo que lo que tenemos en este momento en materia impositiva, es un enjambre, un galimatías, de leyes, decretos, resoluciones generales dictámenes, que no conforman un sistema sino que fueron creadas con un único fin: el recaudatorio, sin pensar, sin prever los probables daños que podrían ocasionar en el ejido social por las consecuencias disvaliosas que provocan, por ejemplo, atentando contra las exportaciones, entre los pequeños contribuyentes y en los consumidores en general.

Volviendo a las carreras universitarias, en la materia Finanzas Públicas se enseña, entre otros conceptos, el papel de los impuestos en los estados, de todo el mundo, no solo el estado argentino. Son siglos de aprendizaje y/o experiencia que aquí, los tiramos por la borda.

Creo que somos los inventores o creadores  de la palabra "indexación", que apareció en Argentina allá por la década de 1970. Indexación viene de índex o índice. Entonces, frente a la pérdida de valor de la moneda, aquí, en Argentina, se nos ocurrió, "indexar", es decir, aplicar índices a los valores y/o precios (pese a que no son lo mismo): valor es una apreciación subjetiva de las cosas, mientras que precio es lo que surge del intercambio concreto de bienes y/o servicios, de las compraventas de bienes y/o servicios. Así, por ejemplo, el portafolio que usaba mi padre y que me legó, para mí "vale" mucho. Ahí, en el ejemplo, surge claramente lo subjetivo del "valor". El precio sería, en un ejemplo similar, lo que me cobran por un portafolio nuevo en la marroquinería o en la librería cuando intentaré adquirirlo. El precio es un guarismo concreto.

Pasemos ahora a las estadísticas. Tuve como profesor de esa materia a un "estadígrafo matemático". Casi al empezar el desarrollo de la asignatura nos dijo: "Las estadísticas son como las bikini: dejan mucho que ver, pero ocultan lo principal". Es cierto. Esa disciplina, que es una matemática aplicada, surgió como una necesidad para apoyar y analizar los hechos económicos, pero los índices que son su consecuencia, no son el metro patrón (aquel, de platino, depositado en París), como los hemos transformado en Argentina. La estadística tiene como una de sus herramientas conocidas, el formar y/o crear índices que son, ni más, ni menos, que relaciones matemáticas referidas a porcentajes. Desde ahí lo relativo de los índices, los porcentajes; siempre están referidos al tanto por ciento. ¿De qué? de una y/o muchas cantidades que pueden ser de precios, de volúmenes, etc. Están hechos o fabricados -si se me permite este término- para estudios económico financieros pero no para medir. Pero, en Argentina hemos sido tan ingeniosos que los utilizamos para medir. Y así nos equivocamos y empezamos con un ¿desconocimiento? No, empezamos mintiéndonos a nosotros mismos. La inflación, provocada, por lo que sea, (por emisión monetaria, la mayoría de las veces), hace que la moneda deje de prestar la función de "medir el valor de las cosas", entonces nosotros la hemos reemplazado por la "indexación".

En Argentina se nos ocurrió aplicar los índices (hay cientos de ellos; citaremos los más comunes: de precios al consumidor (comúnmente conocido como del costo de la vida o índice inflacionario). Mentira, desde su nombre (costo de la vida), el de precios al por mayor, el de la construcción, el del cemento, el del hierro, el que se nos ocurra. Creo que la mayor culpa la tenemos los contadores que, habiendo estudiado estadística, no solo no protestamos cuando empezaron a usar para medir los cambios de valor de las cosas en relación a la moneda, sino que tomamos a los índices como letra santa y los aplicamos a la "actualización y/o indexación" de los balances. Así fueron los resultados, absolutamente falsos.

Aquí en Mendoza, por ejemplo, en la década de 1980, donde la industria vitivinícola tuvo una de sus grandes crisis (para este caso no analizaremos sus causas), los balances de la empresas dedicadas a esa actividad, indexándolos daban cifras absurdas. La explicación, como en casi todas las cosas importantes, es sencilla, facilísima: los índices estaban confeccionados para otras cosas y los aplicábamos a una actividad en crisis, en decadencia; entonces una bodega que nadie compraría ni por tres millones de pesos, indexando el balance daba, por ejemplo, que valía diez millones. Y nosotros, chochos y felices porque habíamos aplicado una determinada resolución técnica.

Hubo muchos países con tremendos procesos inflacionarios. Mencionaré a  Brasil (que cambió el cruzeiro por el real), y Chile, donde aún hoy hablan de millones de millones de pesos chilenos, pero, como son serios, crearon una unidad para aplicar, por ejemplo, en los créditos hipotecarios.

La solución para tratar de mantener los balances actualizados y que se paguen impuestos a las ganancias sobre la materia imponible correctamente determinada o relativamente correcta, es decir que no se pague impuesto a las ganancias sobre utilidades inflacionarias, que no son tales, sino envilecimiento del valor de nuestra moneda. Es me parece, una de las soluciones, la revalorización o revaluación técnica de los activos.

En base a estas consideraciones que he desarrollado, me parece que el ministro de Economía nacional, Nicolás Dujovne, y el director general de la AFIP, Alberto Abad, van por buen camino: dejar de mentir y de inventar explicaciones que caen por su propio peso, y aplicar los conocimientos científicos como lo se hace en el resto del mundo, pudiendo comprobarse que en esos lugares les va mucho mejor que a nosotros.

Las opiniones vertidas en este espacio no necesariamente coinciden con la línea editorial de Diario Los Andes.

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