Sueño cumplido. No existen palabras para describir los sentimientos que explotan en las tribunas del Mané Garrincha.
Argentina acaba de vencer a Bélgica por 1-0 y se mete en semifinales después de 24 años. Ayer, esa racha negativa se calificaba como fracaso. Hoy, se considera como un hecho histórico. Y como sucedió en cada presentación de la Argentina en este Mundial, las tribunas hablaron. Latieron. Temblaron.
El hincha argentino es especial, único y lo demuestra a cada segundo. En la previa, se roba todas las miradas y admiración de los brasileños.
Salen los equipos y el más aplaudido, lejos, Lionel Messi. El mundo se rinde a sus pies. Y como si fuera una cuestión de brujas, en los movimientos precompetitivos y cuando lo nombraron, el “Pipita” Higuaín no pasó desapercibido y fue uno de los más ovacionados.
Llega el Himno y es un momento especial. Un hombre de 40 años con la camiseta de Argentina del Mundial 2006 y el 8 con el nombre de Román en la espalda se larga a llorar. No puede cantar. Su hijo, de no más de 10 años, lo abraza y preso de la emoción de su padre, también larga unas lágrimas.
A Pablo de Pergamino, fanático de Douglas Haig, no le gusta la versión del "oh oh oh" y entona cada estrofa como corresponde, como nos enseñaron en la escuela. Termina el Himno, el estadio rompe en aplausos y todos los argentinos empiezan a lagrimear.
Sentimientos muy fuertes se cruzan a cada instante. Como pocas veces sucede, llega el himno de Bélgica y el público argentino lo respeta y lo aplaude. Se vive una verdadera fiesta. Pitazo inicial y los brasileños hacen sentir su localía y empiezan a cantar por Bélgica. Tres pases seguidos y baja el primer “olé, olé, olé” de los dueños de casa. Responde Argentina tanto en la cancha como en las tribunas.
Llega el gol de Higuaín, sí ese mismo que el hincha albiceleste alentó en la previa. Golazo. Desahogo. “Pipita” mira las tribunas se palmea el corazón y dice ‘acá estoy’. Rompió la malaria. Apareció el goleador.
El estadio Mané Garrincha se viene abajo. Arranca el nuevo himno argentino: “Brasil, decime qué se siente, tener en casa a tu papá….” Impresionante. Piel crespita. La cancha se viene abajo: "Somos locales, otra vez…”. retumba ahora. Silencio atroz por parte de los locales. Se levanta un carioca con la camiseta de Neymar y levanta su manito, muestra los cinco dedos y grita: “Pentacampeón, pentacampeón”. Y así se despiertan los brasileños que se olviden de Bélgica y empiezan a tirar sobre las mesa todos sus pergaminos.
Dentro del campo de juego, Argentina no pasa mayores sobresaltos, por ello, el público argentino alienta, se divierte y sueña. Se cae Di María e inmediatamente sus compañeros piden el cambio. Preocupación absoluta. En la última fila del puerta O, nivel 4, bloque 432, fila L pedían por Maxi Rodríguez. Hasta que un mendocino, fanático de Maipú, observó que el que se sacó la pechera era Enzo Pérez. Y lo gritó: “¡Vamos Maipú carajo, un mendocino en Brasil. Demuestre Enzo, demuestre lo que sabe!” Cuando la pantalla del estadio y la voz oficial anunciaban el cambio, los brasileños le preguntaban a los argentinos quién era Enzo Pérez.
De inmediato, el hincha “cruzado”, se encargó de explicarle vida y obra del jugador nacido en el semillero de Petroleros, allá en El Bermejo. Y entró Enzo y a los cientos o miles de mendocinos que estuvieron en el Mané Garrincha se les infló el pecho. Una alegría más, de esas que no tienen precio. Se moría el primer tiempo y llegó la más clara para Bélgica.
Centro, anticipo y un cabezazo de… perdón, no lo vi. Sólo atiné a aferrarme a mi cadenita de la Virgencita de Guadalupe y continuar rezando. Llego el entretiempo y fue como la Guerra Fría. Mutuo acuerdo de no provocación con los cánticos. Arrancó el segundo capítulo y llamó la atención la cantidad de brasileños con la camiseta de su país y la banderita de Bélgica pintada en sus cachetes. El ingenio argentino no se hizo esperar y explotó: "Oh oh vos no sos un belga, sos brazuca, chupa… (irreproducible, perdón)".
Y así arrancó el segundo round. Sin dudas, que los argentinos siempre tienen algo para sacar de la galera. Los minutos pasaban y el equipo de Alejandro Sabella no definía el encuentro. Llegó el momento de sufrir. Algunos cantaban, otros rezaban. Aquel hombre con la camiseta de Román que no pudo cantar el Himno porque lo invadió un mar de lágrimas, ahora no mira el partido. Se arrodilló, se persignó y se puso a rezar. Su hijo saltaba y le gritaba a cada brasileño de su alrededor que “Maradona es más grande que Pelé”.
Sentimientos y frases que se heredan, ya que el "piojito" nació cuando el Diego ya había pasado los 40 años. Pero así es el hincha Argentino. Messi tienen la chance de definir el encuentro pero falla el mano a mano. Los brasileños se burlan. El hincha argentino se rinde a sus pies por vigésima vez en el partido.
Son los últimos partidos y Bélgica mete a puro centro a la Argentina en su arco. Ya estamos en semifinales. Se rompe el maleficio. Pitazo final y locura total. ¡Viejo, la Selección está en semifinales! Mientras los dueños de casa toman la derrota como propia, el hincha argentino se vuelve a hacer sentir y cuando todos esperaban el típico “Brasil, decime qué se siente…”, saltó “brasilero, que cagazo, ya se viene, otro Maracanazo...”. Los jugadores se juntan y agradecen a los hinchas. El corazón palpita más de costumbre.
El equipo argentino ganó y está en semifinales. Sin embargo, el hincha argentino, volvió a golear en las tribunas y también clasificó a semifinales. Pero, San Pablo será una parada más, el gran desafío es volver a desbordar el Maracaná, en el mítico estadio donde arrancó esta historia, que ojalá, terminé con un final de oro.
El día que regalaron entradas
Sin dudas que la reventa de entradas ha sido la gran vedette del evento. Un tickets para el partido entre Argentina y Suiza en San Pablo, en el mercado paralelo, alcanzó los dos mil dólares. Increíble. Lo mismo sucedió el día del debut en el Maracaná contra Bosnia. Sin embargo, en Brasilia sucedió todo lo contrario. Muchos argentinos llegaron hasta la capital de Brasil con el ticket en el bolsillo. ¿Cuánto habían pagado? Entre 1.200 y 1.500 dólares en San Pablo.
Las autoridades de Brasilia esperaban una arribo masivo de Argentinos, similar a los 80 mil que desbordaron San Pablo. Sucedió todo lo contrario. Muchos se quedaron en Sao Paulo esperando la semifinal y otros volvieron a Río de Janeiro.
Muchos argentinos llegaron a Brasilia el día jueves y ahí se provocó una oferta y demanda de tickets de manera increíble.
El shopping Brasilia era el lugar indicado para la transacción. Los brasileños también ingresaron en la compra y venta. Acá en Brasilia, no hay fútbol. No tienen equipo de fútbol, por lo tanto, la pasión merma un poco con respecto a Belo Horizonte, Río de Janeiro, San Pablo o Porto Alegre.
La venta el día jueves promedió los 900 dólares. Pero, a la noche, aparecieron cientos de brasileños por el Parque agropecuario Do Torto, campamento exclusivo para hinchas argentinos. Las entradas habían bajado a 500 dólares. El día viernes corrió por las redes sociales el rumor que estaban vendiendo en el hotel de los directivos de la AFA, entradas a precio oficial. Muchos argentinos, que llegaron ese día y se hospedaron en la zona hotelera tuvieron la posibilidad de comprar tickets a precio oficial FIFA. Privilegiados para lo que ha sucedido en este Mundial.
Entonces, ¿qué pasó ayer?, miles de argentinos y brasileños revendían “cartones de ingreso” a precio irrisorios. Un entrada, categoría 1 que valía 365 dólares, la entregaban por 150 reales, es decir, 750 pesos. Con estas posibilidades muchos argentinos que tenían pensado seguir el encuentro en la Fan Fest, de repente, se encontraron dentro del estadio. Fue el día en el que entraron todos los hinchas argentinos. El que pagó 1.500 dólares hasta que ingresó por 500 pesos argentinos.
El partido ya había arrancado, y seguían entrando argentinos. Dos amigos cordobeses ingresaron a los 20 minutos, uno pagó 100 reales y el otro, recibió la entrada de regalo. ¿Regalo?... “Sí, loco, no lo puedo creer, era un porteño con la camiseta de River, me dijo, loco entrá a la cancha, la entrada es tuya. No lo puedo creer. Es una bendición. Por favor, nos sacás una foto y me la mandás por WhatsApp, nadie nos va a creer que estamos acá adentro”.