En las puertas del infierno

Un piquete a domicilio, paros y protestas de estatales y la falta de buenos anuncios financieros, han puesto a Pérez al filo del colapso a un mes de la entrega del mandato.

En las puertas del infierno

Por Luis Abrego  - labrego@losandes.com.ar

Puestos a desentrañar las razones que han llevado al gobierno de Francisco Pérez a terminar su mandato con la misma desesperación con la que un preso cuenta los días que le quedan para recuperar la libertad, surge rápidamente una reiteración de motivos expresados hasta el hartazgo por quienes anteponen la crítica a la complacencia: pero que también se sintetiza en el contundente mensaje que desde febrero los mendocinos vienen dando en todos y cada uno de los comicios del cronograma electoral de este año.

A un mes de la entrega del poder, a Pérez se le sigue reprochando su cada vez más evidente descontrol financiero y administrativo, su escaso manejo político del vínculo con la Nación, pero también el liderazgo de su propio partido. Pero si los errores políticos acaso no bastaran, a aquel joven abogado de audacia inusitada que apareció como por arte de magia en el gabinete de su antecesor Celso Jaque, también se le achaca sus modos intempestivos, su carácter irascible y sus decisiones equivocadas, a menudo faltas de timming.

Un piquete de trabajadores de Luján que protestaron quemando basura en el acceso de su barrio y la decisión de algunos intendentes peronistas de intentar solucionar por ellos mismos los problemas financieros en Buenos Aires, dieron cuenta esta semana del lento pero inexorable descenso de Pérez.

Está claro que por estos días de acciones en baja y, en particular, cuando desde el inicio del año esos mismos caciques desesperados lograron doblarle el brazo (e imponerle un desdoblamiento electoral que lo dejaba aún más expuesto ante la Casa Rosada), “pegarle” a Pérez es el deporte más popular de la clase dirigente mendocina.

Opositores, pero fundamentalmente también los oficialistas, sinceran en off ante sus colegas -e incluso frente a los periodistas- las mayores barbaridades sobre el estilo y las decisiones de Pérez. Las dificultades ya crónicas de liquidez que por estos días se han mostrado mucho más graves (es probable que recién esta semana se terminen de cancelar los sueldos del sector público, mientras las protestas y los paros se multiplican en la geografía provincial, siendo la situación de la Salud la más emblemática por su sensibilidad e impacto) contribuyen a confirmar el clima de caótico fin de ciclo.

Como se dijo, esta semana, un grupo de intendentes justicialistas reelectos (Bermejo, Giménez, Righi, Félix, Aveiro y Salgado) y el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Tanús, decidieron tomar el toro por las astas y constituirse ellos mismos en Buenos Aires para agilizar los trámites para la gestión de fondos para Mendoza a expensas de gestiones previas de los diputados nacionales Carmona y Fernández Sagasti. Los caciques que sobrevivieron al tsunami electoral, están viendo a la vuelta de la esquina las dificultades en sus propias comunas si se siguen retrasando los giros de la coparticipación que la provincia les debe depositar cada 15 días. Algunos dejaron traslucir incluso que no podrán pagar los sueldos a principio de diciembre si no llega dinero fresco.

El fantasma del Guaymallén de Lobos, o el Luján de López Puelles (gestiones emblemáticas -junto al Las Heras de Miranda- del deterioro del peronismo en el poder) ronda por la cabeza de intendentes acostumbrados al calor oficialista, a la fluidez de partidas y relaciones que antaño les permitían amplios márgenes de acción y recursos para sus comunas.

Durante este año ha sido tal la endeblez de Pérez que no sólo tuvo que ceder la estrategia electoral del PJ sino, también, la decisión de nominar a un candidato para que compitiera por la sucesión. No conforme con eso, luego debió entregar su protagonismo en la campaña de Adolfo Bermejo, quien hasta se permitió cuestionar algunas de sus políticas y, para colmo de males, resignar -más acá en el tiempo- sus aspiraciones de encabezar la lista de diputados nacionales como le hubiera correspondido por su condición de ex gobernador a partir de diciembre de 2015. No sólo eso. El premio consuelo con el que tanto el gobierno nacional y el PJ local decidió contenerlo para no dejarlo fuera de todo, lo terminó de perder hace días cuando su boleta de parlamentario del Mercosur quedó debajo de las preferencias de los mendocinos que se inclinaron por el radical Gabriel Fidel, de Cambiemos.

Nada parece haberle salido bien a Pérez en este 2015. El pago escalonado de salarios por segundo mes consecutivo ante la negativa del Banco Nación de brindarle algo más que anticipos financieros o préstamos a cuenta de la coparticipación nacional, lo dejaron aún más debilitado y lo obligaron a “pasillear” por el ministerio de Economía de la Nación como un vendedor ambulante de esos que se ganan la vida en los edificios públicos. Triste papel para un gobernador que al inicio de su mandato había apostado a su carisma para seducir a los popes kirchneristas que hasta creyeron ver en él una cara nueva, un joven dirigente con proyección como en algún momento fue el hoy estratégico gobernador reelecto de Salta, Juan Manuel Urtubey.

Nada de eso parece tener el futuro reservado para Pérez, aunque él todavía se ilusione con alguna nominación nacional, en un ministerio, embajada o repartición que no lo obligue a un regreso al llano tan violento. Todo ello, claro está, si el próximo 22 de este mes Daniel Scioli logra imponerse en el balotaje presidencial. Si eso no ocurriera, (o aunque así fuera) las puertas del infierno se terminarán de abrir de par en par para el gobernador y serán sus propios compañeros quienes se ofrezcan para guiarlo por un city tour por el averno. Definida toda la grilla electoral, el PJ iniciará su profundo (demorado) y necesario proceso de autocrítica que tendrá en la actuación de Pérez, durante estos cuatro años, su principal punto del temario.

Es probable, sin embargo, que las penurias de Pérez y el PJ no se terminen con el recuento de votos de la segunda vuelta electoral. Más allá de la decisión final y la confirmación del próximo presidente, es probable que ese día el PJ mendocino se encamine a perder otra elección en el año, la octava. Tal vez no sea la última: una semana después, la general de Godoy Cruz puede significar la novena derrota peronista en Mendoza en sólo un año. Demasiado para un solo partido, terrible para una sola persona con doble responsabilidad como gobernador y presidente partidario.

Diluido, deslegitimado y dañado en su ego, Pérez bajó en las últimas semanas sensiblemente la intensidad de sus apariciones públicas, tras el último traspié que significó el anuncio del pago a todos los estatales que aún no se concreta.

De la hiperactividad del inicio de su gestión a jugar casi a las escondidas, sin agenda, sin exposición y lejos de las cámaras y los micrófonos que le pedirían certezas más urgentes que no puede dar. Una parábola del ocaso de un hombre que desde el sillón de San Martín se permitió soñar y cuya obsesión sólo se transformó en una interminable pesadilla.

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