En la Provincia, 2.100 chicos reciben clases en sus hogares

Generalmente por razones de salud, hay muchos alumnos que reciben la visita de maestros y profesores que les permiten cursar en sus casas.

En la Provincia, 2.100 chicos reciben clases en sus hogares
En la Provincia, 2.100 chicos reciben clases en sus hogares

A juzgar por su espíritu, la docencia no es solamente una profesión. De hecho, combina -o debería hacerlo- el profesionalismo con la vocación. Ni hablar cuando hay tantos lugares de trabajo como alumnos. Kilómetros y kilómetros recorridos en colectivo o en sus autos, infinidad de historias conmovedoras y un apoyo que trasciende lo educativo para convertirse en humanitario.

Esta es la rutina de las maestras y maestros domiciliarios y hospitalarios en Mendoza, quienes todos los días "llevan la escuela" a la casa de niños de todas las edades o a las salas de hospitales. Los mismos que son recibidos con una sonrisa que nace en los alumnos, pero que se extiende hasta los rostros de sus padres.

En Mendoza hay más de 2.100 chicos que transitan la escuela en la modalidad domiciliaria u hospitalaria. En tanto hay 150 docentes abocados a este sistema.

Entre los niños hay quienes no van a la escuela hace años -algunos incluso no han ido nunca- y también hay alumnos que están “recluidos” de forma provisoria. Eso sí: todos esperan ansiosos a los y las docentes.

"Más allá de ser un trabajo pedagógico, es un servicio humanitario. Esa es la vocación inicial. Muchas veces las realidades desestructuran todo el andamiaje. Y los chicos no tienen mucho contacto con el exterior. Por eso es que se los espera con tantas ansias en las casas", explica la coordinadora de Educación Domiciliaria y Hospitalaria de nivel Secundario, Lorena Cuccurullo.

Aunque normativamente no está reconocida como una modalidad -lo que les permitiría tener un bono de sueldo o una junta especial, entre otras cosas- sino como una “coordinación”, desde la DGE dicen estar trabajando para mejorar esta situación (ver aparte).

Algunas historias

Eugenio Croce (19) tiene síndrome de Ehlers-Danlos vascular, una de las consideradas EPOF (enfermedades poco frecuentes). Vive en Las Heras y está en el último año de la secundaria. Todos los días necesita estar cerca de 14 horas conectado a una bomba eléctrica de infusión, lo que prácticamente no le permite salir de su casa. Además, está cursando en la mencionada modalidad domiciliaria.

"A muchos de los horarios los puedo ir manejando. Me entusiasma que vengan los profes, y para mí es una meta poder terminar la secundaria", destaca, mientras se acomoda en la silla del living en su casa, con la bomba a la que está conectado todos los días de 9 a 23.

Euge se entusiasma con poder estudiar Enfermería o alguna carrera vinculada a la contabilidad. No obstante, sabe que no será fácil, porque en el nivel superior no existe esta modalidad. Pero tiene en claro que de alguna manera podrá hacerlo.

Pese a haber cursado todo el nivel en su casa, Eugenio pudo ir algunas veces a su escuela de origen, la Panquehua. "En segundo y tercer año fui a algunas clases de Plástica. Fue algo lindo. Ahora que soy escolta, trato de ir a la mayor cantidad de actos que puedo", destaca con humildad.

Los lunes tiene clases de Matemática con Adrián Manrique; mientras que los martes es el turno de Sistemas de Información Contable (con la profe María Belén Tramontina) por la mañana, y de Ciencias Sociales con Daiana Delaude por la tarde. Miércoles y jueves son sus días libres, y el viernes tiene Inglés. María Eugenia Sánchez Calvo fue su tutora durante primero y segundo año.


    Marcelo Rolland / Los Andes
Marcelo Rolland / Los Andes

"Empezamos 2014, cuando venía de estar internado seis meses en Buenos Aires. En 2016, en tanto, le di clases en el Hospital Notti e iba dos días. Siempre voy a ser su profe", agrega con nostalgia.

"La educación domiciliaria viene a romper un poco el paradigma de la educación tradicional. Tenés la posibilidad de interactuar con el alumno, y te va permitiendo ver el programa desde la perspectiva de él. Los chicos se involucran de una manera distinta", acota el profesor Adrián Manrique. "Son clases más personalizadas, y podés darte cuenta si va aprendiendo", dice a su turno Daiana Delaude, quien agrega que ellos llevan el colegio a la casa de los chicos; pero también mucho del contacto con el exterior.

"Creás un vínculo muy especial. Como docentes tenemos el desafío de no estar frente a 30 alumnos, sino de estar en un caso especial", agrega María Belén Tramontina.

"La vocación que tienen es algo excelente. Se involucran tanto, que terminás encariñándote. Te acompañan, son como de la familia y al igual que con las enfermeras los terminás invitando a los cumpleaños", resume, emocionada, la mamá de Eugenio, Carina Rojas.

Valentina Arrarás (38) es profesora de EGB 1 y 2, y también maestra domiciliaria. "Es un trabajo que tiene muchísimo de vocación y de amor." resume la docente, quien se desempeña con continuidad en la escuela primaria Gervasio Posadas (Los Barriales, Junín), y su área de trabajo como maestra domiciliaria incluye un radio de 20 kilómetros.

“Uno se encuentra con muchas carencias en las zonas rurales. Hay padres a los que ni siquiera podés pedirles que compren materiales o fotocopias, y los llevamos nosotros. Si tenemos comida o ropa, también llevamos”, agrega  Valentina.

Una ardua realidad

La coordinadora de Educación Primaria Domiciliaria, Natalí Baigorria, explica que la realidad de quienes se dedican a la educación domiciliaria y hospitalaria es bastante ardua. "No es fácil ver a los niños mal, y muchas veces los docentes van con los médicos a las casas", detalla, y agrega que muchas veces los docentes también educan a los padres de los chicos.

En secundario técnico hay 78 chicos con cursado domiciliario. Además, hay 20 más en lista de espera. "El desafío es llevar el taller a la casa. Por ejemplo, en todos los hogares hay algo para arreglar, y entonces una opción es aplicar los conocimientos a eso", agrega la coordinadora de Secundaria técnica domiciliaria, Nora Lucero.

Rosa Canigiula es maestra domiciliaria desde 2017. "Lo más importante para nosotros es ayudar a los niños que no pueden ir a la escuela. Este año me tocó perder a una alumna y eso es muy triste", sostiene la mujer, quien para llegar a los domicilios tiene dos posibilidades: o la lleva su hermana en el auto -y la espera- o se toma un colectivo. "La gente te espera feliz, con un matecito, con una alegría. Uno trata de llevar aprendizaje y también felicidad", sintetiza.

Natalia Gago es docente domiciliaria hospitalaria y su escuela de origen está en La Paz. Todos los días recorre 40 kilómetros para trabajar en distintas zonas rurales. "Te conmueven mucho las situaciones. Es muy destacable la contención que recibimos al momento de ingresar al domicilio de las familias", explica, y concluye: "Cuando no he tenido cómo ir a una casa, he buscado la vuelta para llegar con una sonrisa. Del otro lado siempre te están esperando".

En búsqueda de mejores condiciones 

La educación domiciliaria no es una modalidad propiamente dicha (aunque es algo que queda evidenciado en la práctica), sino que es una coordinación que depende de Educación Especial. "Se está trabajando para que sea una modalidad, y queremos modificar la resolución. Apuntamos a que tenga sus propias supervisiones", indicó la coordinadora de Educación domiciliaria Secundaria, Lorena Cuccurullo. En la misma sintonía, la coordinadora de Primaria domiciliaria, Natalí Baigorria sostuvo que están tratando de conseguir que se les pague por la itinerancia.

Teniendo en cuenta esta situación, indicaron que intentan que los docentes domiciliarios sean de escuelas que tienen un 40% de zona.

Escuela pionera

En 1922, Ricardo Gutiérrez (por entonces director del Hospital de Niños) creó la figura de Educación Hospitalaria. La escuela Peña y Lillo -que funciona aún en el Hospital Notti- fue creada en 1939, convirtiéndose en la primera del país. Justamente el domingo próximo (15 de setiembre) cumple 80 años, por lo que se celebrará el miércoles el primer encuentro regional de educación domiciliaria y hospitalaria en el espacio Le Parc. El concepto de educación domiciliaria en tanto fue posterior, y surgió en 1960 para dar respuesta educativa a chicos que padecían enfermedades orgánicas provocadas por la epidemia de poliomelitis en los años 50.

Además de la Peña y Lillo está la escuela Euser Sticca, en el Schestakow (San Rafael). Por año pasan más de 2.000 chicos por las escuelas hospitalarias.

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