Jorge Sosa - Especial para Los Andes
De las calles de nuestras ciudades sabemos qué dirección tienen, su escasa señalización, y el estado lamentable de su tapiz gris, pero muchas veces no conocemos a qué se refieren con su nombre. No creo que muchos de los que viven sobre la Calle Amigorena sepan quien fue Amigorena, especialista en espichar pehuenches; o que los que viven sobre Cadetes Chilenos sepan que el nombre hace alusión a un trágico accidente ferroviario que ocurrió en la localidad de Alpatacal; ni que los que viven en Bajada de Arroyabes conozcan algo de la vida de don Don José María Arroyabes que tenía ahí una chacra hacia 1810.
En la sexta Sección hay una calle que homenajea a Carlos Javier Benielli. Pocos de sus habitantes deben saber quién fue, pero somos los mendocinos todos los que olvidamos a una persona que con su obra se hizo y se hace cada vez más trascendente. Benielli, que se dedicó a escribir y a la docencia, era mendocino. Los avatares de la vida lo llevaron a vivir a Venado Tuerto. Fue vecino de Cayetano Silva, el uruguayo, argentino, africano, autor de la música de la Marcha de San Lorenzo. Cayetano le dijo a Carlos que escribiera una letra para la melodía de la marcha y así surgió “Febo asoma…”, la canción mundialmente conocida y admirada y con historias fascinantes. Pues Cayetano Silva, sin ser de Venado Tuerto, tiene todo un museo en la casa donde vivió. Benielli, nuestro, mendocino, tiene el total olvido: solo el nombre de una calle de la que muy pocos saben a quién se refiere. Esperemos, tal vez algún funcionario borre o repare el asfalto de la ingratitud.
Hay en nuestra historia coincidencias grandes, por ejemplo: todos los integrantes de la Primera Junta tenían nombres de calles. Se supone que los nombres de las calles tienen como finalidad realizar un homenaje a aquellos prohombres que hicieron algo a favor de nuestro país o de nuestra provincia. Es entonces cuando no se entiende porqué hay una calle Rivadavia, en la ciudad por ejemplo, o una calle Washington en Guaymallén.
Lo que sí hay curiosidades en nuestras calles. Por ejemplo calle Rioja que hace mención al nombre de la provincia (así está hasta en sus carteles), en realidad es La Rioja. Por ejemplo, la calle Baglietto. ¿Por qué hay una calle Baglietto y no una Fito Páez? ¿Por qué es avenida la Avenida España, ah? El que rompe la calle Espejo tiene siete años de mala suerte. Digo yo: si hay una calle que se llama Coronel Plaza debería haber una plaza que se llamara Coronel Calle. Se pueden hacer juegos de palabras, por ejemplo: cuando Alvarez Thoma, Cayetano Siva y Juan B. Justo.
Pero sigamos con las particularidades. Ustedes saben que en Mendoza algunas calles cambian de nombre. Se llaman de una forma al este de San Martín y de otra forma al oeste. Menos mal que no ocurre con las personas porque si no yo sería Jorge de este lado y a lo mejor José del otro. Estos cambios traen sus particularidades y sus récords. Hay una calle que cambia cinco veces de nombre. Comienza siendo Avenida del Libertador, en el parque, después de los portones pasa a ser Emilio Civit, pasando las vías es Sarmiento, al cruzar San Martín se transforma en Garibaldi y allende del zanjón, en Saavedra. O nos faltan calles o nos sobran próceres.
En un proceso de actualización podríamos cambiar de nombre algunas calles. La calle Lemos la podríamos cambiar por Gobierno del Paco por aquello de Lemos pifiao. La calle del Del Campo por Moneta; Potosí por Oyarbide.
Ahora tendría que haber también alguna calle que se refiera a nosotros. Por ejemplo podría ponerse calle Pueblo Argentino a la actual calle Vigente Gil y Clase Media Argentina a una cortada.