"Cuando venimos aquí nos preparamos para, en algún momento del año, estar completamente aislados. Si nos ocurre algo, es muy difícil la evacuación. Uno se mentaliza y prepara para estar en estas condiciones".
Víctor Navarro, de 42 años, describe así el aislamiento que viven todos los años y que hoy se acentúa debido a la pandemia de Coronavirus que afecta al mundo. Él es "el profe" de la escuela provincial N° 38 de Tierra del Fuego, que está en la Base Esperanza en la Antártida, la única escuela argentina que aún tiene clases presenciales.
Según cuenta el diario La Nación, el hecho de que el último contacto de la gente que está en las bases con el continente fuera el 7 de marzo, a cuatro días de que se confirmara el primer caso positivo de Covid-19 en el país, hizo que la Antártida se convirtiera en uno de los lugares más seguros ante el virus que ya contagió a más de un millón de personas en todo el mundo.
Aislados, pero sin restricciones de circulación, el grupo de 65 personas que está en una de las bases permanentes de la Argentina en el continente blanco, que además tiene la única escuela de la Antártida, sigue su vida habitual, con temperaturas varios grados bajo cero.
"Es algo raro para nosotros por esto que se está dando. Sentimos una especie de orgullo porque, en un lugar tan lejano y tan inhóspito, podemos mantener las clases y llevar adelante el ciclo lectivo. Seguramente vamos a poder cumplir la mayor cantidad de días y terminarlo en la fecha que estaba programada", explica el hombre, que ejerce como docente por segunda vez en la Antártida. Navarro llegó allí junto a sus dos hijos y su esposa. Ella es la directora de la escuela, que se llama Presidente Raúl Ricardo Alfonsín y tiene 14 alumnos.
Sobre las complicaciones para las clases presenciales, Víctor dice: "Acá el único inconveniente que podemos tener para suspender las clases, que ya nos pasó en dos oportunidades, es por las condiciones climáticas. Cuando hay vientos de más de 100 kilómetros por hora tenemos que suspender porque es imposible llegar hasta la escuela desde nuestras casas. De no ser por eso, vamos a completar el ciclo lectivo".
¿Cómo es un día de clases en la Antártida?
Navarro describe así un día en la escuela: "Iniciamos las clases todos los días a las 8 de la mañana. Mariana [su esposa], como directora de la escuela, cuando ve que el clima está medio feo se comunica con los meteorólogos, que le pasan el parte para ver a qué velocidad está el viento y si podemos llegar".
"Las ráfagas son tan fuertes que te llevan. No tenés cómo sostenerte. A veces estamos detrás de los chicos agarrándolos para que no se los lleve el viento. Es toda una aventura acá", relata Mariana.
"Acá tenemos el edificio de la escuela por un lado y las familias viven en casas que están en un radio de 500 metros. Ese trayecto es el que tienen que hacer las familias con los alumnos a la mañana", describe Víctor y agrega: "Cuando hay mucha nievo o mucho viento se complica, porque el viento levanta la nieve y se produce el viento blanco que no te deja ver ni a 20 centímetros. Es imposible caminar. Además, si es muy fuerte podés arrancar caminando en una dirección y terminás en cualquier lado".
"En total tenemos 14 chicos. Siete alumnos en primaria, dos en nivel inicial y cinco en secundario que estudian a distancia. Como contaba el profe Víctor, un día de clases acá comienza a las 8 de la mañana, cuando izamos la bandera. Cada chico cuenta sus novedades. Ahora estamos haciendo que cada uno traiga una adivinanza o trabalenguas para compartir entre los tres niveles", cuenta la directora, que tiene entre sus alumnos a sus dos hijos: Juan Ignacio, de 8 años, y Victoriano, de 11.
Lo que sigue es trabajar en las diferentes áreas de estudio. "Se ingresa a las aulas y se comienza con las prácticas de lenguaje, matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales. También tienen sus recreos. A media mañana desayunan. Después a la tarde tienen los talleres de educación física y música. Así que todo el tiempo están ocupados", detalla Mariana.
"Como es una escuela rural, por el lugar donde está, damos clases en multigrado. Este año tenemos a todos los nenes de primaria en un solo salón. A los de nivel inicial los atendemos con la colaboración de una auxiliar, Roxana Carrizo, que es la esposa del jefe de la base. Ella se encarga del nivel inicial y nos da una mano a nosotros", cuenta Navarro, y añade: "Los chicos desde primero a sexto trabajan en un salón, con la particularidad que, de acuerdo a cada grado, se va complejizando el contenido. Es muy rico lo que se da educativamente. Los nenes más pequeños son los que absorben más conocimientos porque están viendo y escuchando las explicaciones a los más grandes".
Al momento de dar consejos sobre aislamiento, que se extenderá en el resto del país, al menos hasta el 26 de abril próximo, Víctor dice: "Lo que nosotros hacemos acá, en esos casos, es disfrutar el tiempo con la familia y los chicos. Hacemos actividades, miramos películas. En este momento, lo que estamos haciendo en toda la base es comunicarnos mucho con el continente, por eso de la pandemia, para darles tranquilidad nosotros a ellos de que acá estamos bien. Además, buscamos que ellos en el continente nos den tranquilidad a nosotros de que están respetando el aislamiento y cumpliendo todas las recomendaciones que les están dando. Para nosotros también es difícil tener familia en la Argentina continental pasando por esta situación del virus".
Entre todos tratan de pensar en positivo y esperar que la pandemia sea pasajera. Mientras tanto, intentan disfrutar del tiempo en familia. Y ese mismo mensaje es el que quieren transmitir a las personas que tienen que cumplir el aislamiento en el continente. "Uno pasa mucho el tiempo fuera de casa y no aprovechamos el tiempo en casa para conocernos más y brindar ese tiempo de calidad", reflexiona Víctor.
Una historia de amor, con una promesa polar
Uno de los requisitos que establece el Ministerio de Educación de Tierra del Fuego a quienes quieren ser docentes en la escuela más austral del mundo es que tienen que ser dos personas y pareja. Este requisito se cumple desde 1997 hasta la fecha y ninguna pareja puede repetir dos años consecutivos. Tiene que pasar, al menos, un año para poder postularse nuevamente.
"Nosotros nos conocimos en Ushuaia, en el instituto donde nos formamos como docentes. Como la escuela de acá pertenece a Tierra del Fuego, teníamos conocimiento de que existía la posibilidad de venir", relata Víctor y agrega: "Como una especie de broma o de querer acercarme a ella, le dije en una clase 'Mariana, recibite que cuando seamos maestros vamos a ir juntos a la Antártida como familia'. Después nos pusimos de novios, nos casamos, tuvimos hijos y, cuando estábamos preparados como familia, Mariana tomó la posta y fue la que nos incentivó para que fuéramos a supervisión escolar de Tierra del Fuego a buscar los requisitos e inscribirnos.Todo se fue desencadenando para que pudiéramos venir en 2018".
¿Por qué decidieron volver este año? "Como nos pasa a todas las personas que venimos a la Antártida, cuando te vas, siempre querés volver. Es un lugar tan mágico que siempre están las ganas de regresar. Lo hablamos con nuestros hijos. Como les gustó muchísimo el lugar, querían volver. Fue una decisión familiar", dice Navarro, que permanecerá hasta diciembre aislado, pero con su cronograma de clases habituales, algo único en una Argentina atravesada por la pandemia del Covid-19.