Si bien el centro histórico de producción de malbec fue Cahors en Francia, no hay dudas de que durante el siglo XIX, XX y XXI Argentina se adueñó de la cepa y logró, en este terruño, los mejores ejemplares del vino. Tanto es así que este cepaje se convirtió en la nave insignia de la vitivinicultura de alta gama del país, forjó imagen y, puertas adentro, atrajo a nuevo consumidores ávidos de este varietal.
Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en diez años el consumo de malbec en Argentina aumentó 220%, pasando de 25 millones en 2006 a 80 millones de litros en 2015. El éxito de la variedad es tal que su comportamiento es inverso a lo que sucede con los vinos en general, que pasaron de un consumo anual per cápita de 29,18 litros en 2006 a 23,78 litros en 2015.
La expansión del malbec por el mundo, fuera de Francia, iniciada en el siglo XVIII hacia el Este, se completaría en la centuria siguiente, hacia el Oeste, para llegar al cono sur de América: en las décadas de 1840 y 1850, las cepas de malbec comenzaron a cultivarse en las Quintas Normales de Santiago de Chile y Mendoza, tal cual destaca el historiador Pablo Lacoste.
"Afortunadamente, el fenómeno del malbec, que comenzó por los mercados de exportación a principios del nuevo milenio, tuvo una amplia repercusión en los medios locales e, inmediatamente, fue adoptado por el mercado doméstico haciendo que este éxito tomara real alcance mundial. Como quien dice, nadie es profeta en su tierra y los críticos y consumidores extranjeros vieron, en nuestro varietal insignia, algo muy diferenciador. Después esa historia de éxito finalmente se desperdigó ampliamente en nuestro mercado doméstico”, comenta Daniel Pi, chief winemaker de bodega Trapiche.
El aumento de la demanda del producto generó inversiones y la superficie cultivada creció ampliamente en Argentina. Datos del Observatorio Vitivinícola Argentino indican que el 15% de las uvas cosechadas en 2015 en territorio argentino son malbec.
“Esta variedad tiene características que la hacen distintiva pero, especialmente, creo que encaja perfectamente en nuestra cultura de asado y de amigos. Se disfruta en muchas ocasiones, es amigable con los que recién empiezan a disfrutar de esta bebida. Es atractivo para el consumidor en todas sus expresiones y, bien elaborados, tienen su distinción en el color, en la fruta, en la untuosidad de taninos. En toda la gama de precios podemos encontrar excelentes exponentes”, señala Andrea Marchiori, responsable de Viña Cobos.
Un gran mercado mundial
El malbec genera productos con valor agregado. De hecho, en 2015, en vino embotellado, Argentina exportó 1.625 marcas de malbec.
“Nuestra cepa emblema tiene la particularidad de un sabor sumamente atractivo, particular, novedoso y muy agradable. Lo que llamamos un tanino dulce o final dulce, termina de dar la posibilidad de ingresar al mundo del vino. Por otra parte, queda demostrado que hay vinos de consumo masivo con excelente precio-calidad y vinos de los denominados premium que tienen todas las virtudes necesarias para estar entre los más importantes del mundo, básicamente por una longevidad y desarrollo de aromas de botella sumamente atractivos”, sostuvo Alejandro Vigil, responsable de los vinos Catena Zapata.
En diez años, las exportaciones de malbec pasaron de U$S 107 millones a generar ingresos por 495 millones de dólares en 2015, mientras que el precio promedio por litro de vino exportado fue de U$S 3,06.
Pedro Marchevsky, uno de los consultores vitícolas más reconocidos del país, estimó que “el consumo del vino no sólo depende del gusto sino del marketing. El malbec es un vino fácil de beber de color muy profundo y tonalidades violetas que es atractivo. Además, tiene taninos agradables, dulces, redondos y eso lo hace fácil de tomar. Aparte combina con comidas típicas argentinas.
“Pero el aumento del consumo se debe al marketing del varietal que, por ser “original” de la Argentina, se impuso en el mercado internacional y luego siguió en el país. Antes se consumía igual en los vinos de alta gama pero no se identificaba como varietal. Los varietales fueron parte de nuestra globalización para poder vender el vino argentino al mundo”.
Potencial de guarda
Para los técnicos, nuestra cepa emblema tiene potencial de guarda para generar grandes vinos. En este sentido, Marchiori destacó que los primeros malbec que elaboramos pensando en la guarda fueron en 1999. Estos vinos, después de 17 años, siguen evolucionando muy bien. "Hoy me animo a decir que podemos pensar en nuestros malbec con una prolongada guarda", dijo.
Por su parte, Vigil expresó que los malbec tienen una gran guarda y, en función de los vinos desarrollados en los últimos 20 años, veo con gran expectativa el futuro”.
Sarmiento, Pouget y Segura
Según destaca el historiador Pablo Lacoste, Sarmiento tuvo un rol fundamental en lograr la incorporación de material genético, entre otras, en las plantas de malbec.
“Después de la caída de Rosas y la normalización institucional de la Argentina, Sarmiento regresó al país y promovió la fundación de la Quinta Normal de Mendoza. Siguiendo el modelo de Francia y Chile, esta Quinta Normal se propuso incorporar nuevas variedades de cepas, como medio para mejorar la industria vitivinícola nacional. Esta iniciativa fue acogida por el gobernador de Mendoza, Pedro Pascual Segura, y el ministro de Gobierno, Vicente Gil. El 17 de abril de 1853 se presentó el proyecto ante la Legislatura, con vistas a fundar una Quinta Normal y una escuela de Agricultura”, cuenta Lacoste.
La dirección de la Quinta Agronómica de Mendoza fue confiada al francés Michel Aimé Pouget. De hecho, según el historiador, “los antecedentes de Sarmiento en Chile, sobre todo la generosidad con la cual había servido a ese país, fueron la base para que la Quinta Normal de Santiago proveyera las cepas francesas a la Quinta de Mendoza”.