En defensa propia - Por Antonio Las Heras

En defensa propia - Por Antonio Las Heras
En defensa propia - Por Antonio Las Heras

El tema del ejercicio de la defensa propia ha sido muy vapuleado de un par de años a esta parte por los medios de masivos de comunicación.

Innumerables opinólogos dan rienda suelta a sus análisis, por lo habitual banales e intrascendentes.

En medio de eso fue posible escuchar a un jurista señalando que "ya hablar de defensa propia indica ausencia del Estado". Un buen punto éste para analizar el tema. Si el Estado no cumple su función -por las razones que fueren-, ¿es posible obligar a toda persona víctima de un acto delictivo a comportarse acorde a lo que la legislación prevé? Porque -convendría recordarlo siempre- tales legislaciones fueron previstas para el supuesto de que el Estado cumpla con su función. El Estado deja desprotegido al habitante de la nación, pero le exige que en caso de defensa propia actúe -para considerárselo libre de todo incumplimiento legal- acorde a ciertas minuciosas pautas de comportamiento.

Volvemos a preguntarnos, ¿es posible que quien incumple previamente -en este caso el Estado- obligue a quien se defiende como puede de un acto delictivo a ajustarse a las leyes? ¿No sería lo razonable que ese Estado incumplidor corrigiera sus reiterados errores antes de pedir a otros cumplimiento?

Dejamos expuesto este punto para el fructífero debate y pasamos a otro asunto, sin dejar la cuestión de fondo que es la "defensa propia" o "legítima defensa."

A nuestro parecer, lo que la legislación propone como conducta adecuada de quien ha de enfrentarse en su condición de víctima a un hecho delictivo es lo adecuado siempre y cuando el afectado se llame Rambo o James Bond.

Y decimos esto pues el legislador pide que alguien que es atacado de manera inesperada por un delincuente, se comporte con la frialdad, racionalidad y serenidad propias de quien está dedicado al oficio del ejercicio de las armas. En concreto, lo que la legislación pide habrá de ser todo lo políticamente correcto que se desee…  ¡pero es un auténtico despropósito! Y decimos esto porque -claramente- ignora las variables que intervienen en la conducta humana.

En primer término hay una clara asimetría entre la víctima y el victimario. La víctima es sorprendida de manera inesperada por uno o más delincuentes. Estos últimos tienen un plan confeccionado previamente, se han dispuesto al acto delincuencial, se proveyeron de las armas y elementos necesarios; tienen en claro las características de su conducta y no ignoran que pueden ser heridos o morir en el intento.

La víctima, en cambio, al ser sorprendida sólo tiene tiempo a reaccionar de la manera que -casi en forma instintiva- ha de surgirle más conveniente.

Pero no. La legislación pide que quien ha sido atacado a mansalva mantenga la calma, sea capaz de medir las consecuencias de sus actos y reaccione de manera proporcional a la agresión que está sufriendo. ¡Un verdadero disparate para cualquiera que conozca lo suficiente el comportamiento humano! Una reacción proporcional y adecuada sólo se le puede exigir a quien se haya entrenado para la acción bélica. Y no es posible pedírsela a una persona sin dicho entrenamiento. Igual de ridículo cuándo se argumenta que el delincuente utilizaba un arma de juguete o sin balas. ¿Y cómo pretende el legislador que una víctima advierta las características del arma y si está en condiciones de funcionar o no?

Es hora, por lo que entendemos, que estas leyes sean modificadas y que para su confección se preste atención a los profesionales que se ocupan de la conducta humana; de manera de no seguir pidiéndole a la persona que se comporte cual si fuera Superman o Batman. Menos aún cuando el Estado se muestra cada vez más incapaz de salir en defensa de los perjudicados.

Mientras esto no sucede, sería muy conveniente que la Justicia atendiera estos pensamientos que hemos desarrollado a efectos de no pedir a la víctima que actúe de una manera que en modo alguno puede -sin la preparación suficiente antes dicha- llevar a cabo.

Nos interesa mucho también en este caso abrir un debate de ideas sustentado en comprobaciones científicas de la conducta humana que, no dudamos, será muy fecundo. Mientras tanto, el Estado podría comenzar a cumplir con sus obligaciones. Nosotros, el pueblo, quedaremos muy agradecidos. No queremos tener que actuar en defensa propia en momento alguno. Lo que necesitamos es un Estado que nos proteja de los bandidos que -al estilo de la Edad Media- cada vez asolan más en las calles y a toda hora.

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