En defensa del verde urbano

Tanto en la jurisdicción de Capital como en los distintos departamentos, se advierte sobre el cuidado y mantenimiento del arbolado urbano.

En defensa del verde urbano
En defensa del verde urbano

Desde estas columnas insistimos permanentemente en la necesidad de preservar el ambiente en nuestra provincia, sometida en forma constante a distintos niveles de contaminación.

La necesidad está a la vista en calles y rutas, acequias, prados, lugares públicos y otros espacios que utilizan los ciudadanos, los buenos, porque a los que no les interesa, les da igual y son causantes de la acumulación de basura y otras agresiones al ambiente.

Los habitantes responsables, afortunadamente la mayoría, tienen el derecho constitucional a un entorno de calidad, que en el caso particular de Mendoza es también una indiscutible necesidad por sus características ambientales.

En nuestra realidad, el "arbolado urbano" constituye un factor esencial e indiscutible para asegurar esa calidad ambiental que consagra nuestra Constitución como inalienable derecho. Al recorrer el Gran Mendoza es fácil advertir que la importancia de los árboles y su relación con la calidad de vida de las ciudades no es tenida en cuenta por todos. Tanto en la jurisdicción de la Capital como en los distintos departamentos, la realidad exige insistir en el cuidado y mantenimiento del arbolado urbano. En muchas áreas se observa que ha perdido calidad debido al envejecimiento, plagas, vandalismo, y a deficiencias en el sistema de riego. No faltan tampoco actitudes negativas de vecinos y la ausencia de una programada reposición.

"En la Mendoza colonial -explica el defensor del aliado vegetal, ingeniero Dardo Roberto Mur- las acequias tuvieron la función de llevar agua para consumo humano, animal y de las plantas. Atravesaban las manzanas y cada vecino tomaba lo que necesitaba. Hoy muchos piensan que sólo sirven para juntar basura, o que son meros desagües de aguas servidas”. En una palabra, nos olvidamos de que las acequias son los cauces que dan vida al arbolado y permiten que nuestras ciudades tengan la 'personalidad' y fisonomía que tienen.

La realidad de recientes trabajos públicos muestra que muchas cunetas se revistieron con piedras afirmadas sólo con tierra, como las apreciamos en tramos de algunas calles (Perú, Montevideo, Colón, España), muy permeables y así se permite la llegada de agua en cantidad suficiente a las raíces. En otros casos, las están haciendo impermeables y sólo se dejan escasos y mezquinos espacios para que el agua pueda llegar a nutrir las raíces de plátanos, moreras, fresnos, etc. y así los árboles poco a poco se siguen deteriorando.

Más aún, en determinadas obras en los municipios no se tienen en cuenta las leyes vigentes sobre el cuidado del arbolado y sobre las responsabilidades de autoridades y vecinos. En el mismo Barrio Cívico no se han respetado los espacios necesarios para que el líquido llegue en cantidad suficiente al sistema radicular de los ejemplares, que en términos técnicos se denomina "cribado". En otros emprendimientos, y merced a la oportuna intervención del Consejo Asesor de Defensa del Arbolado Público, se ha conseguido que en alguna medida tales normas sean tenidas en cuenta.

En la remodelación de Boulogne Sur Mer, desde Juan B. Justo al norte, se puede observar en las primeras cuadras un cribado irregular en las acequias, una poda excesiva en algunas moreras y la tala de frondosos olmos sólo por no existir un programa de control de la plaga que los afecta.

El patrimonio forestal de Mendoza debe ser tratado como tal, porque es único y permite la vida en la aridez circundante. El cemento no debería avasallar los espacios verdes, porque de otra manera se incrementará el efecto "isla de calor", que sólo puede ser luego amortiguado con mayores gastos de energía para el funcionamiento de los equipos de aire acondicionado. Es simple pensar en un arbolado que nos brinde sombra a lo largo de arterias sin solución de continuidad, a modo de túnel verde o toldo que amigablemente nos proteja del duro sol del estío.

Da la sensación de estar ante autoridades a quienes no les interesa el arbolado o el ambiente salvo en momentos de campañas electorales, cuando las promesas abundan.

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