Sociedad
Sigue en ascenso la temperatura y hay alerta por tormenta con granizo: el pronóstico para este miércoles
hace 4 horas
Mariana Rojas, diseñadora que trabaja en un estudio de arquitectura que hacen stands, y Matías Cifuentes, músico guitarrista y docente, compartieron en las redes sociales su alegría tras conocer que la Justicia les otorgó la adopción de cinco hermanitos que estaban en estado de abandono.
Según publica diario La Nación, la familia vive en Palermo pero por la cuarentena se mudaron a la casa de un familiar donde hay un gran jardín. Mariana y Matías vivieron 17 años juntos, hasta que se les presentó la oportunidad de adoptar a los cinco menores. Se trata de dos chicas, de 16 y 13 años, y tres chicos de 8, 9 y 11 años que desde el 2016 quedaron al cuidado del Estado, ya que ni sus padres biológicos ni sus familiares podían hacerse cargo de ellos.
Este fin de semana la Justicia Civil llevó adelante la audiencia mediante una plataforma virtual: Zoom, en la que se dictó sentencia firme sobre el destino de los chicos. "¡Ya somos Cifuentes!", postearon en la cuenta de Instagram tras conocer la novedad.
"Se empezó a trabajar para que no se separen porque la relación entre ellos es el único vínculo sano que tienen", contó la jueza Agustina Díaz Cordero, que en plena feria judicial extraordinaria celebró este sábado el fin del proceso al publicar una foto de la última audiencia en la cuenta de Instagram del juzgado civil 23 a su cargo.
La historia de "los Cifuentes"
Una vez que los menores fueron declarados en estado de abandono (2016), la Justicia se dio en la búsqueda de padres para los cinco, con el fin de no separarlos. Consultó el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos (RUAGA) de la Ciudad de Buenos Aires, pero ninguno se ofrecía a contenerlos a todos. Se extendió la búsqueda al registro nacional de aspirantes a ser familias de guarda y adopción, pero tampoco se encontraron legajos compatibles.
Por lo tanto, en el 2018 se llamó a una convocatoria pública a través de los medios de comunicación, al analizar las postulaciones nadie era el adecuado. En medio de ese proceso, el defensor de Menores Atilio Alvarez, contactó a Mariana y a Matías que estaban dispuestos a adoptar a dos hermanos, quienes tras algunas conversaciones quedaron convencidos de darle una familia a los cinco.
A los cuatro meses de aceptar el legajo de la pareja, comentaron las visitas. Tras darles contacto a los menores con Mariana y Matías, mediante supervisión por parte de las autoridades a cargo del caso, obtuvieron la preadopción. El largo proceso guiado por una psicóloga, el defensor de menores y a intervención del juzgado resultó en el pedido de los menores en 2018 de no regresar más al hogar y quedarse de modo permanente con la familia adoptiva. De esta manera obtuvieron la guarda de los hermanitos hasta el 23 de septiembre del 2019, donde se inició el proceso de adopción definitivo.
"La participación de los chicos en el proceso no es solo la Convención de los Derechos del Niño que manda a escucharlos, sino que es la base de cómo se establece el vínculo", aclaró la jueza.
Durante todo el último año tanto padres, como hermanos y testigos debieron pasar una serie de entrevistas, análisis y evaluaciones psicológicas. Según recuerda Mariana, la madre del clan, todos tuvieron que adaptarse porque fue un proceso largo y difícil.
El fin más esperado tuvo una gran celebración y en vista de los pedidos de los propios menores, los procesos judiciales debieron agilizarse en plena cuarentena. Es por eso, que el 18 de mayo pasado se realizó por zoom una audiencia previa donde se escucha a los chicos una vez más y luego dictamina el defensor de menores y el Ministerio Público Fiscal. Esta escucha para la jueza "fue la clave" para tomar la decisión.
Así fue que el defensor de Menores entregó su dictamen al día siguiente y el juzgado tuvo que conseguir la documentación que estaba encerrada en el juzgado por la cuarentena. Los digitalizó y así la jueza Díaz Cordero redactó el viernes pasado hasta entrada la madrugada del sábado.
En una audiencia a la hora de la siesta, la jueza les leyó la sentencia. La sesión se tornó una fiesta, todos saltaban de alegría. La virtualidad y la buena predisposición de los funcionarios del Poder Judicial les permitió formalizar lo que ya estaba en sus corazones: ser una familia completa.
