Puede ser que al comprar una botella de agua mineral haya notado en la etiqueta que la marca resalta que se trata de una empresa B. O que le haya sucedido lo mismo al entrar a un portal web, sin saber bien de qué se trata. Las firmas que acceden a esta certificación lo logran a partir de demostrar su triple impacto -económico, social y ambiental- y de comprometerse con la mejora permanente. En definitiva, se trata de compañías que buscan tener buenos resultados en términos de números pero también ofrecer soluciones a problemáticas sociales y ambientales.
El movimiento empezó en la provincia unos cinco años atrás y ha ido creciendo al punto que existe una campaña para elegir a la empresa más querida por los mendocinos (aunque no es requisito ser B, sí compartir una mirada similar sobre el modo de hacer negocios); la Municipalidad de Capital aprobó en 2018 una ordenanza en la que incorpora el criterio del triple impacto como uno a considerar en las contrataciones de la comuna; y el gobierno de la provincia desarrolló Mendoza+B, una iniciativa que apuntó a promover la creación de valor social, ambiental y económico.
Alexis Atem, de Energe, una de las empresas B en la provincia, señala que implica una evolución con respecto a las acciones de responsabilidad empresaria, que en algunos casos se asociaban a un lavado de conciencia. En el caso de las firmas B, se trata de incorporar ciertos valores directamente en el modelo de negocios. Por su parte, la idea de certificar surgió cuando se enteraron de que otras empresas mendocinas, como La Marchigiana y Reciclarg, lo habían hecho. Sabían que el aspecto ambiental estaba cubierto porque se dedican a fabricar productos alimentados con energía solar; también lo económico, ya que se trata de una pyme que ingresaba en el sector de las energías renovables (hasta entonces en manos de grandes empresas); y que además tenían algunas propuestas vinculadas a lo social.
Energe tiene una línea de primer empleo, por la que contratan a jóvenes sin experiencia y los capacitan para que trabajen en la empresa. Asimismo, toman a personas con Síndrome de Down para que realicen algunas tareas específicas (en las que tienen mejor desempeño que otros).
Atem plantea que para ser B se debe responder a un cuestionario -recomienda consultarlo aunque no se esté pensando en certificar-, que permite hacerse preguntas sobre el modo de entender la empresa. Entre otras, si hay una paridad entre hombres y mujeres, si se tiene una política para personas con discapacidad, si es amplia la brecha salarial entre quienes más y menos ganan. "Son cuestiones que no nos habíamos planteado antes y que empezamos a medir", señaló. Para él, la certificación no debe tener como objetivo aumentar las ventas, como tampoco es ese el fin que se persigue con una ISO. Sin embargo, señaló que los consumidores cada vez son más conscientes y crean una complicidad con las empresas que cumplen ciertos parámetros.
El triple impacto
Joaquín Barbera, de La Marchigiana, una de las pioneras en la provincia, señaló que no son muchas las empresas que han certificado -también están el Grupo Danone (Villavicencio), Bodega Lagarde, Otaviano Bodega y Viñedos, Sílice, Xinca y Bodega Dolium, entre otras- pero son varias más las que se comprometen a generar un impacto positivo. Y agregó que la organización que favoreció esta mirada es Valos, a partir de la promoción de acciones responsabilidad social empresaria que creen valor económico, social y ambiental.
Barbera resaltó que las empresas B buscan un resultado económico, porque de lo contrario no son sostenibles, pero también incorporan en su modelo de negocios el trabajo con la comunidad. Y si bien estas compañías son cada vez más valoradas por los clientes y hay otras firmas que las buscan como proveedores -Mercado Libre está haciendo "compras con propósito"-, trabajar en esta línea permite, además, mejorar el desempeño, ya que el clima laboral y la relación con los proveedores se enriquece. En cuanto a algunos aportes que realizan desde La Marchigiana, explicó que entregan el aceite usado a una empresa de mujeres víctimas de violencia, que lo reciclan para elaborar jabones, y compran salsa de tomate a El Arca, una asociación de productores a quienes le anticipan una parte del dinero para comprar las materias primas. Además, están avanzando en la urbanización de un lote, a través de una mutual de los empleados, para construir 55 viviendas para el equipo.
Bodega Lagarde es una de las que certificó más recientemente. Sofía Pescarmona, CEO y una de las dueñas, explicó que descubrió el sistema B a través de amigos y que compartió la mirada de que una empresa debe impactar positivamente en sus empleados, la comunidad y el medio ambiente. La bodega lanzó una línea de vinos orgánicos, colabora con diversas asociaciones civiles -como Aves Argentinas- y desarrolla un programa de reciclaje y de tratamiento de residuos.
Además, aportan económicamente para la educación de niños que asisten a un centro en Mayor Drummond, donde está ubicada la bodega y la principal finca; organizan colectas entre los empleados para donar a ese mismo centro; colaboran con los Bomberos Voluntarios de Luján; e incentivan a los trabajadores que no hayan terminado sus estudios a hacerlo.
La empresa más querida
El año pasado, desde una consultora de desarrollos tecnológicos decidieron lanzar una campaña para que los mendocinos eligieran la empresa más querida. Rafael Kemelmajer, uno de los ideólogos de esta iniciativa, reconoce que tal vez suene utópico hablar de cariño en el mercado, pero que detrás de este concepto un tanto inocente está la idea de una firma que no sólo busca innovar para tener bueno resultados económicos sino que trabaja también por el bien común.
En 2018, en lugar de elegir una sola empresa, llegaron a "la final" diez, desde una grande hasta una emprendedora que difunde la cultura local a través de un blog. Los ganadores fueron invitados por la consultora Quinto Impacto (certificada B) a reflexionar sobre lo que significaba haber sido seleccionados por los mendocinos y qué acciones nuevas pensaban encarar para redoblar la apuesta.
"No hay marketing que pague algo así", lanza Kemelmajer sobre la valoración que se tradujo en la votación popular. "Buscamos que se empiece a reflexionar sobre esto y que se generen cadenas de acciones para el bien común", detalló. Y resalta que las empresas que son buenas para la sociedad son elegidas por los consumidores -a igualdad de precio- y los talentos buscan trabajo en este tipo de organizaciones.
Asimismo, resaltó que hay leyes, como la ordenanza de la Municipalidad de Capital, que es el primer municipio en Latinoamérica en dar prioridad en las licitaciones a las firmas de triple impacto. Por otra parte, hay fondos de inversión que están invirtiendo solo en este tipo de compañías.