Extraño el razonamiento de Balbo. Aduce cumplir un servicio público pero quiere ser retribuida como estima que su labor sería reconocida en el ámbito privado. En campaña, Balbo aseguró que los empresarios que acompañaban a Macri lo hacían con alto sentido de responsabilidad y espíritu patriótico.
Hoy, muchas de aquellas promesas se tornaron quejas respecto de la brecha entre los haberes de los gerentes de su bodega y su postura privilegiada como diputada nacional: uno de los estratos selectos en la estructura salarial del Estado.
Sin agitar una prédica antisistema o demagoga, y con sentido de valoración real de la tarea de los legisladores nacionales, vale preguntarse: ¿pensó Balbo en los empleados estatales que a duras penas llegan a fin de mes, que alquilan y se endeudan para educar a sus hijos? ¿Pensó en los jubilados que cobran la mínima y que apuestan a la “reparación histórica” para ganarle a la inflación? ¿Pensó en los sobrevivientes de la economía informal?
¿Pensó en los desocupados?
Y si en este tiempo llegó a la conclusión que su posición personal quedó en desventaja respecto de los ingresos de los gerentes de su emprendimiento vitivinícola, regrese al sector privado. Caso contrario, acepte lo que con gran esfuerzo el conjunto de los argentinos le paga para hacer su trabajo.