Plasmar estas líneas me cuesta mucho. Ya pasaron 70 años desde que estoy en América, siempre con ilusiones, esperanzas, teniendo fe en un cambio, que nos pudiéramos apoyar los unos a los otros, humanizarnos, ser solidarios.
Sin embargo el progreso es muy lento, además de haber inculcado a parte del pueblo en ver a los inversionistas y empresarios como enemigos. La mentalidad de muchas de estas personas es destruir; en cambio en otros países es de construir y apoyarse, para que la masa trabajadora y el empresariado, puedan dar fe y esperanza al pueblo, capacitándolos para ser profesionales en lo suyo.
En estos 70 años sólo pude ver la fuerza de poder sindical (no olviden cuantas huelgas le hicieron a Alfonsín); ayer algunos sindicalistas dijeron que una huelga no arreglaba la situación agobiante que vivimos. ¿Por qué no se hizo una manifestación que reflejara el descontento de algunas medidas en vez de manipular y amenazar a los que quieren trabajar? Yo me permito hablar de amenazas ya que son 68 años de trabajo en la gastronomía y de haber sufrido este tipo de prácticas, sobre todo tratando de debilitar a un gobierno. Siempre pensé y no dejo de decirlo que en un país democrático tenemos el derecho de ser respetados si no participamos en huelgas. ¿Por qué?: para no dañar más al país.
Sólo nosotros los ciudadanos podemos tener la fuerza del cambio, en especial en lo político, bregar por tener funcionarios honestos, comprometidos y controlados. Sinceramente pienso que eso es parte de la enfermedad que sufren muchos de los argentinos, lo cual hace que las inversiones no vengan a un país donde todo gira en torno a leyes que desfavorecen totalmente a quien invierte. Aparte siempre con los mismos vicios: la coima, los pleitos, o sea peleas y más peleas.
Escribo porque tengo angustia de ver la imposibilidad de crecer por tantas injusticias. En España han puesto preso al cuñado del Rey, han destituido a un presidente por causas de corrupción, ¿ven cómo otro pueblo lucha por la justicia? Y nosotros temerosos no podemos tocar en lo más mínimo a un solo sindicalista corrupto y funcionarios deshonestos que aún pueden dictar leyes. Con esto digo todo…
María Teresa Barbera
Empresaria gastronómica