Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
El troglodita aquél, agarró una vejiga de Mamut ya occiso, definitivamente finado, y como faltaba mucho para que empezara la historia y él estaba al divino botón, comenzó a soplar. Le gusto lo que quedó después del soplido. Tiró la vejiga inflada al suelo y rebotó, la tiró otra vez y rebotó. Sonrió el troglodita. La mujer le preguntó qué diablos estaba haciendo y el troglodita contesto: “¡UUUGGG! TOCUMBA, SACOME TULUMBA. OLEEE, OLE, OLE, OLA” Que en su primitiva lengua quería decir: “Termino de inventar la pelota”.
Aquella mujer, que como todas las mujeres de entonces subestimaban de la creatividad de sus maridos, no como ahora, hizo un gesto como diciendo: “Otro invento inútil más, como la rueda”. Sin embargo la creación iba a tener trascendencia. Tiempo después los mayas moldearon el caucho para hacer algo parecido y así nació el “Juego de pelota”, donde los resultados se contaban por cantidad de degollados.
El tiempo hizo que aquellos inventos ancestrales agrandaran su importancia con el tiempo. Hoy hay pelotas para numerosos deportes, generalmente redondas, algunas livianas, algunas macizas y algunas deformadas como en el rugby. Pero su mayor utilización fue en el fútbol, uno de los deportes más pintorescos que hay, porque es el único que se juega con los pies y porque su esencia es, simplemente, mínimamente, exclusivamente, mover con cierta habilidad una pelota.
Es asombroso que un adminículo tan antiguo, tan modesto en su diseño haya despertado y siga despertando tantas pasiones. Porque el que inventó el ajedrez creó un juego difícil, con reglas para cada pieza, y con tácticas que hay que descular, con perdón del cuyanismo. El fútbol es, por el contrario, simple, muy simple. Por eso tal vez los algunos intelectuales no le encontraron sentido. Borges solía decir que no lo entendía, que si fuera por él le daría una pelota a cada uno de los veintidós jugadores y que se dejaran de pelear por una sola.
Para jugar al fútbol sólo se necesita una pelota. Ni los arcos son necesarios, porque en el baldío los palos bien pueden ser reemplazados por dos ladrillos, y listo. Por eso tal vez, la pelota es tan popular. A tal punto que ha entrado a formar parte de nuestro léxico de todos los días. Cuando uno está confundido dice “estoy empelotado”, cuando uno está desnudo uno dice “estoy en…”, bueno, usted ya sabe; cuando a un estudiante lo pasean en un examen dice: “me pelotearon”.
El fútbol se universalizó y hoy, su organización máxima, cuenta con más países que las Naciones Unidas. Claro que por las multitudes que reúne para jugar o para disfrutar del juego, el juego se transformó en un negocio, y ahora es dudoso que la pelota mande más que la plata.
A los recientes escándalos de la FIFA donde todavía no se sabe cuántos miles de manos entraron en la lata, se suma la situación de la AFA, que, para ser coherente con el tema es un despelote. Que los clubes grandes, que la Súper Liga, que los torneos cortos, que las elecciones, que los clubes chicos y los minúsculos. El argentino simple, ese que vive a aumentazo limpio, no acierta a entender qué está pasando realmente, pero aún sin entender, puede darse cuenta, percibir al menos, que no se trata de la pelota ni del juego, se trata del dinero.
Diego, uno de los más grandes peloteadores de la historia, dijo una vez que la pelota no se mancha. Tal vez no se mancha, pero al menos se decolora, va perdiendo sus tonos originales y se vuelve gris o marrón.
Pregunto: ¿AFA es un apócope de afane?