Abundan buenas noticias: Gimnasia encontró su fútbol, se ha convertido invulnerable en casa y ahora, como frutilla del postre, pasó a los ‘primos’ en la tabla de posiciones.
Ni una intoxicación pudo detener el andar de un equipo que fue creciendo de atrás hacia adelante. Atacó en la primera parte, puso mucho gente en campo adversario con predisposición ofensiva, atacando al espacio vacío, la presión bien alta, y así logró el control casi absoluto de las acciones.
El Lobo era corto, encontraba agujeros a las espaldas de los volantes centrales, atacaba los espacios vacíos de un visitante que vino a proponer, condición clave para que los de Toti Arias desplieguen su abanico de variantes ofensivas.
Lastra lo tuvo primero, luego Pereyra manda al palo su ejecución desde los doce pasos, en el rebote Amaya hace lucir a Arce. Por adentro había circuito de juego, al que se sumaba como pocas veces antes lo había podido hacer Giménez, quien ya todos sabemos tiene gran ductilidad en su diestra. Y desde esa derecha, justamente, salió un pase filtrado delicioso que terminó en el gol de Farías.
El que impuso condiciones fue el local; se jugó a lo que quiso Gimnasia. En el complemento, el rival era, además de Atlético Paraná, la resistencia física a la indisposición estomacal. Villarino se quedó en el entretiempo afuera, Farías aguantó un puñado de minutos más y por último salía Pereyra también.
Corvalán y su alma batalladora se quedaron en cancha hasta el minuto final. En este escenario, ya sin la pelota y sin nada de aquello que brilló en la etapa inicial, el Lobo confió en esa impermeabilidad defensiva, que supo construir, la esperanza de sostener el triunfo.
Materia aprobada y otro eslabón más que se suma a una cadena de noticias positivas que hacen que el Lobo ya deje de ver por un rato la tabla de promedios y entusiasmarse con la de posiciones, esa que ahora lo tiene arriba de la Lepra.
