Con bengalas verdes y el ‘Vamos, vamos, Chape’ saliéndoles del alma, los hinchas del Chapecoense recibieron a su equipo en el Arena Condá al inicio de una tarde histórica: la de su debut como anfitriones de la Copa Libertadores ante el Lanús. Y no era una velada cualquiera, sino la más feliz de sus 43 años de historia.
Han pasado cuatro meses y muchas lágrimas desde la tragedia, pero también centenares de horas de trabajo para rearmar a tiempo un club destruido que, sin embargo, nunca quiso dejar de jugar. Fueron 22 fichajes nuevos y el técnico Vagner Mancini al frente, para recibir al Granate.
“Será un partido muy emocionante y siempre respetaremos a los que se fueron, pero no podemos vivir en un luto eterno, ahora hay que apoyar a los que siguen y jugar al balón”, había dicho el funcionario de 33 años Rafael Goulart mientras aguardaba la llegada del equipo.
Alcanzar la Libertadores era un sueño que perseguía desde hace años el sorprendente Chapecoense, quien antes de que la tragedia le cortara la vida había protagonizado una progresión espectacular.
“El estreno en casa no será como soñamos entonces, aunque teníamos muchas opciones de haber ganado aquella final. Nunca lo sabremos, pero hoy estamos aquí también gracias al honor del Atlético Nacional, que nos regaló este momento”, opinó emocionado Guilherme Werlang, un veterinario de 32 años, que vestía la camisa del equipo colombiano en agradecimiento.
Y fue una noche donde el rival más duro del Chapecoense fue controlar la emoción y los recuerdos de la última noche internacional que vivió el Arena Condá.