Emotivo encuentro en Asunción con familiares de Madres de Plaza de Mayo

“Nos dijo que mi mamá había dejado una huella muy grande en él porque le había enseñado a pensar y a trabajar con seriedad”, contó Ana Careaga, hija de Esther Ballestrino.

Emotivo encuentro en Asunción con familiares de Madres de Plaza de Mayo

El papa Francisco mantuvo ayer  en Asunción un "conmovedor" encuentro con familiares de Esther Ballestrino de Careaga, una de las fundadoras de la organización Madres de Plaza de Mayo de Argentina y con quien el Pontífice trabajó cuando tenía 17 años.

Así lo reveló a AFP Ana Careaga, hija de Ballestrino, asesinada durante la última dictadura (1976/83) y quien fue jefa del entonces Jorge Bergoglio, un técnico de laboratorio que ni pensaba en llegar a Pontífice.

"Fue conmovedor, impresionante", relató Careaga y reveló que Francisco se emocionó cuando le entregaron unos cuadros donde se lo ve "muy joven y delgado" junto a Ballestrino, en el laboratorio donde ambos trabajaban.

Ballestrino, hija de padre paraguayo, cursó sus estudios y se recibió de bioquímica-farmacéutica en Asunción, pero tuvo que exiliarse en Argentina durante la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954/89).

La mujer y su familia simpatizaban con el opositor Partido Revolucionario Febrerista.

"El Papa nos dijo que mi mamá había dejado una huella muy grande en él porque le había enseñado a pensar y a trabajar con seriedad", explicó Ana y apuntó que la había recordado como "una amiga y compañera".

Víctimas de la dictadura

La familia Careaga sufrió en carne propia la represión del último régimen dictatorial: Ana logró sobrevivir a un secuestro y tiene un cuñado desaparecido, además de la muerte de su madre.

Esther Ballestrino fue secuestrada el 8 de diciembre de 1977 junto a otras personas frente a la Iglesia de Santa Cruz de Buenos Aires por militares, incluido el excapitán Alfredo Astiz, que cumple condena a prisión perpetua.

El grupo fue llevado a un centro clandestino de detención y finalmente sus cuerpos narcotizados fueron arrojados al mar.

El Papa ya había tenido contacto con esta historia cuando se desempeñaba como Arzobispo porque fue el encargado de autorizar que cinco cuerpos recuperados e identificados, entre ellos el de Ballestrino, fueran enterrados en el jardín de la iglesia de Santa Cruz.

Ana, que continuó la lucha de su madre por los Derechos Humanos y la justicia para las miles de víctimas de la dictadura, dijo que agradeció a Francisco las declaraciones en favor de los pobres y destacó el perdón que pidió por el genocidio indígena en la colonia española.

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