El sol de mediados de febrero “pega” realmente fuerte sobre la tierra casi árida, y también sobre los rostros y cabezas de quienes participan de la emotiva ceremonia (más si se tiene en cuenta que en el cielo no se vislumbra siquiera rastro de una nube, si uno no tiene cabello y si olvidó una gorra o sombrero para protegerse).
Si en cualquier punto de Mendoza hace calor, en Nueva California -distrito sanmartiniano ubicado en el límite con Lavalle, donde el secano limita con el campo- hace más calor aún (algo similar ocurre con el frío también). La "anciana de la nación Incaqölla" Alicia Arratia (69) encabeza el milenario acto que tiene lugar en la Granja Los Abuelos durante la mañana del jueves, y la acompañan las representantes de las comunidades huarpes Silvia Sánchez y Noemí Jofré. Completan el círculo de participantes -o semicírculo, según va indicando Alicia de acuerdo al desarrollo de la ceremonia- los integrantes de la familia dueña del predio de una hectárea: Daniel Alejandro Pérez (50), su esposa Ana Lía Di Lorenzo y las hijas de ambos: Micaela (20) y Cecilia (14).
La granja no es educativa ni está abierta al público; sino que tiene como objetivo el crecimiento y desarrollo en paz de los más de 80 animales de corral que allí co habitan. Entre ellos, 29 ejemplares que fueron dados en adopción del ex zoológico mendocino (donde está proyectado el Ecoparque actualmente).
Si bien las 3 mujeres representantes de los pueblos originarios y los pobladores del lugar coinciden en que siempre es un buen momento para una ceremonia de este tipo y que no se precisan de excusas concretas, en el caso de la aquí relatada el motivo está bien identificado: agradecer -entre tantas otras cosas- el cuidado de los animales en el lugar y la donación de lana de animales esquilados que están haciendo Daniel y su familia a las comunidades de los pueblos originarios de la zona.
“Vamos a hacer todo un proceso con la lana que nos han hecho llegar. Se la va a hilar, trabajar en una rueca y después teñir -si es necesario- para poder hacer carpetas, alfombras, prendas y hasta telares. Toda esta lana no queda para nosotros, sino que se distribuye en las comunidades”, resume Alicia una vez finalizada la ofrenda.
La donación -que se repetirá regularmente- está contemplada en el convenio que las autoridades del futuro Ecoparque han formalizado con los representantes de los pueblos originarios; y que incluye además un sector para que ellos trabajen la tierra y presenten sus trabajos, culturas y costumbres dentro del paseo donde funcionara alguna vez el Zoológico mendocino.
“No es mucha la lana, pero sabemos que puede ayudar. Es fabulosa esta primera vez con la donación, y esperemos poder seguir haciéndola”, resume a su turno Daniel, dueño del predio.
Emotiva
Invitada especialmente para encabezar la ceremonia, la "anciana Incaqölla" (Alicia) da inicio a los pasos que la conforman. Hace formar primero a los presentes en un círculo y -junto a las otras mujeres- entrega hojas de coca para que sujeten en sus manos. Luego llega el momento de los saludos: al sol, al norte, al oeste y al sur; y agrega uno hacia el cielo ("cosmos") y otro hacia la tierra -y también debajo de la tierra, siempre con las palmas abiertas y mirando en la dirección indicada-. "Esta ceremonia fue específicamente hacia los animalitos. Vine a agradecer la lana, a pedir a los adoptantes que sigan cuidando a los animales, y he visto que ellos están bien. Ha sido un saludo y un pedido de permiso", agrega con su voz bajita -tan bajita como ella- y su simpleza, la mujer.
El acto incluye también ofrendas verbales que Alicia recita en quechua, un bastón que perteneció al cacique huarpe Sixto Jofré (padre de Noemí) y donde se enarbola la Wiphala -que representa a los pueblos originarios "y que lleva un mensaje de amor y unión", según explica Noemí; y dos recipientes de piedra donde se queman hojas de coca ("son sagradas para nosotros", explica Alicia). En los recipientes también hay koa una hierba especial que traen de Bolivia- y otras hierbas del lugar que, al ser quemadas van liberando humo espeso. El mismo humo con que se impregnan los corrales, la lana donada y todos los rincones del predio.
Las tres mujeres que van marcando el transcurrir de la ceremonia se emocionan y dejan caer algunas lágrimas; al igual que la dueña de la granja (quien prácticamente se quiebra en llanto). El cierre, como no puede ser de otra manera, se da con "el abrazo del buen vivir" que se multiplica y transmite entre todos los participantes.
“En nombre del pueblo huarpe, queremos dar las gracias. Nos vamos plenas, con mucha emoción. Acá han estado nuestros mayores. Que el día de hoy se multiplique todos los días, que el día del amor sean todos los días”, acota -también emocionada- Silvia Sánchez, quien agrega que muchas veces ni siquiera se dan cuenta de lo que van diciendo “ya que son nuestros abuelos quienes nos van dictando”.
“Somos todos hermanos, y todo el año tenemos que respetar -ante todo- a la Madre Naturaleza. Si no, no hay vida”, sigue la mujer, quien sentencia con contundencia: “los pueblos originarios no nos hemos perdido. Estamos vivos, presentes a donde se nos necesite. Y unidos”.
“Hicimos la granja por un tema de salud”
Daniel Pérez y su familia viven en esta parte de Nueva California (San Martín) desde 1995. Pero fue recién hace 2 años cuando comenzaron con el desarrollo de la granja. "Antes era un puesto nomás. Pero decidimos hacer la granja por problemas de salud de mi señora (tiene envejecimiento de columna). A ella le mejoró notablemente la salud. Y si bien se inició por esta razón, siempre nos gustaron los animales", resume Daniel, quien cuenta en el lugar con más de 80 animales entre los que se destacan ponis, cabras, ovejas, gallinas, pavos y gansos. Además, tienen una huerta donde producen tomate, lechuga y pimientos.
“No lo tenemos como un negocio ni abierto al público. Incluso, tampoco vivimos de la granja. Yo tengo un taller metalúrgico en el centrito de Nueva California. Trabajo con fierros desde los 8 años. Y cuando se me acabe esto, sé que la granja va a ayudarme también a disfrutar”.
“Los ponis son un poco ariscos al principio Pero cuando vos le das cariño a un animal, ahí cambia todo”, sentencia mientras los alimenta.