Una manito hacia arriba significa ‘ok’ o se usa para confirmar que hemos visto el mensaje de WhatsApp; una carita feliz, que estamos contentos con la novedad; y un corazón puede ser una declaración de amor. A diario convivimos con los emojis -una evolución de los emoticones- que han llegado para quedarse en la conversación virtual.
Pero su grado de impacto en la sociedad es tal que han trascendido su habitual medio de vida -las redes sociales y la mensajería instantánea- y ahora pueden verse en campañas políticas, publicitarias, de concientización y hasta en adaptaciones de libros clásicos como “Cuentos de la Selva”, de Horacio Quiroga, o “Moby Dick”, de Herman Melville.
Ante todo, debemos aclarar a qué se hace referencia con ‘emojis’. Como se dijo, son la evolución de los viejos emoticones, que nacieron aproximadamente en la década del ‘90 con el servicio de chat Messenger y que eran definidos como íconos, es decir, dibujos que reflejan -o intentan reflejar- emociones.
Para este fin se alternaban y combinaban signos de puntuación, como por ejemplo los dos puntos, las comas, los acentos, los paréntesis y hasta algunas letras que -con un poco de imaginación- pueden llegar a parecer: desde una boca abierta hasta una lengua afuera.
En cambio los emojis, según explican los especialistas, son imágenes con peso propio que se masificaron desde 2000 en la cultura japonesa y, con la llegada de los servicios de mensajería instantánea (como Whatsapp), pasaron a ser de uso cotidiano en todo el mundo.
Simplificar emociones
"A diferencia de los emoticones, la idea es que se cargan ya resueltos y que responden a la cultura japonesa denominada kawaii, donde la característica principal es que todos son atractivos y tiernos", dice Tomás Balmaceda, periodista, doctor en filosofía y autor de una adaptación del tradicional libro "Cuentos de la selva" usando emojis.
Balmaceda agrega que son un elemento cultural, al menos para los que habitualmente utilizan la tecnología que los incorpora. “Es una adopción que se hizo velozmente”, agrega el autor de este original libro que pronto estará disponible tanto en papel como en diferentes soportes digitales (.ePub, .mobi y PDF).
Gabriela Azzoni, magíster en Ciencias del Lenguaje, asegura que lo que ella observa es el valor semántico que tienen en cuanto a la simplificación de contenidos y la estandarización de los mensajes que se quieren transmitir.
“De alguna manera es una forma de simplificar el pensamiento. Es tener un signo al alcance de la mano que empobrece el hecho de poder pensar con palabras. Fundamentalmente sirven para dar cuenta de una emoción y un estado de ánimo, pero reduciendo el vocabulario a ese estado en que se encuentra una persona”, analiza la docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNCuyo) y especialista en Análisis del discurso.
Azzoni critica su uso porque considera que si uno tiene tres palabras en la cabeza es porque tiene tres ideas. Con los emojis, lo que ocurre es que se pierde la sutileza de las palabras -por tanto de las ideas- y se va empobreciendo el léxico y la cantidad de ideas que una persona puede manejar. “Una imagen no la pensás, una palabra sí”, resume.
Por último, y como una forma de lograr un balance, detalla que un aspecto positivo de los emojis es que permiten que las personas que no pueden expresarse por medio de la palabra sí lo hagan a través de estos dibujos. “Es una posibilidad de comunicación que permite expresar, de una manera más fácil, un sentimiento que, a través de la palabra, puede resultar muy explícito”.
Quiroga en el siglo XXI
El formato de libro ideado por Tomás Balmaceda es único, o casi, ya que sólo existe una versión similar del clásico "Moby Dick" -llamado "Emoji Dick"- que tiene características similares.
“‘Cuentos de la selva’ en emojis es un experimento de intertextualidad entre un clásico literario con las formas de narrar del siglo XXI”, dice el autor, que hoy puede ver plasmada en diferentes soportes una idea que siempre fue de su interés.
Balmaceda explica que todo medio de comunicación nuevo siempre se basó en uno ya existente, al menos en su nacimiento. De esta forma, explicó que por ejemplo los primeros hacedores de radio se limitaban a leer los diarios y que luego ésta evolucionó hacia un lenguaje propio.
Del mismo modo, los diarios on line primero comenzaron un formato parecido a su versión papel y posteriormente mutaron a estructuras propias:
“Todos los medios nuevos copian de lo viejo y luego evolucionan. En ese sentido, los emojis son una evolución de los emoticones que permiten que la forma de contar historias cambie hacia otras versiones”.
Así, en el cuento de Quiroga de la abeja haragana, la palabra abeja es remplazada por su emoji y así continúa en el resto del texto, sin que la lectura resulte incómoda. “No es una historia que busca superar a la tradicional; es un experimento. Yo sostengo que las palabras son sagradas, pero la cultura crece, innova y se sofistica a partir de estas intervenciones”, añade.
Muchas fueron las críticas por estos “retoques” al original de Quiroga. Sin embargo Balmaceda interpreta que es una forma de seguir honrando la imprenta y que el texto no pierda calidad ni mística. “Hay que reinventarse y ésta puede ser una buena excusa”, comenta.
El periodista está preparando un evento para agosto cuya temática estará relacionada con los emojis. Se trata de un concurso de coctelería donde los participantes tienen que preparar tragos que sean similares a los que existen, en versión emoji.
Una idea nacida en Japón en los '90, que se hizo universal
Los emojis nacieron mucho antes de que aparecieran los smartphones, las redes sociales y la mensajería instantánea. Surgieron en Japón hace 20 años, cuando la empresa de telecomunicaciones NTT Docomo agregó un corazón como símbolo disponible para enviar en su servicio de pagers (radiomensajero).
En ese momento aquellos aparatos, hoy olvidados, causaban furor entre los jóvenes y la posibilidad de sumarle una cuota ‘kawaii’ -la palabra japonesa para ‘adorable’ o ‘tierno’- permitió a la compañía aumentar su participación en el mercado hasta el 40%.
Sin embargo, cuando los modelos de pagers que comercializaban cambiaron su software y remplazaron el símbolo del corazón por el alfabeto latino -más apropiado para aquellos que realizaban negocios o necesitaban comunicarse con Occidente-, se produjo una migración masiva hacia la competencia, Tokyo Telemessage. Desesperados por recuperar a su público, en NTT Docomo tuvieron que pensar una estrategia para atraer a los jóvenes.
Y así nacieron los emojis. El proyecto estuvo a cargo de Shigetaka Kurita con el mandato de ofrecer una solución simple a este problema complejo. Kurita es un economista y no encontró diseñadores que quisieran ayudarlo a pensar los íconos, por lo que tuvo que ponerse él mismo manos a la obra.
En pocos días, y de manera amateur, completó 176 emojis de 12 x 12 píxeles, en los que intentó capturar los sentimientos y elementos que creyó que mejor servían a la comunicación. Sin ayuda de lingüistas, especialistas en comunicación o antropólogos, usó su propia memoria afectiva para cumplir la tarea.
Si bien hoy existen numerosas variantes de emojis -NTT Docomo nunca logró obtener el copyright de los diseños por ser demasiado simples y generales-, fue su incorporación en Unicode lo que popularizó la versión que hoy conocemos.
Unicode es el estándar de codificación de caracteres que permite que diferentes dispositivos se comuniquen, más allá de qué sistema operativo usen. En términos toscos, Unicode dicta a los aparatos qué signos tienen que poner en sus pantallas cuando aparece determinado código.
En Unicode, por ejemplo, 26C4 significa ‘nieve’ y puede verse levemente distinto en un iPhone o en un tuit, tal como la ‘a’ es diferente en la fuente Helvética que en Comic Sans. Gracias a esta incorporación a Unicode, los emojis se fueron extendiendo.
Redes sociales como Tumblr o Instagram fueron las primeras en adoptarlos, para luego crecer en servicios de mensajería instantánea como WhatsApp y Line. Hoy, están en todas partes. Hasta en los libros.