Emocionante: la previa se vivió con respeto

En los bares del centro provincial, hinchas de ambos equipos demostraron grandeza. Siguieron el partido en paz, como se debía.

Emocionante: la previa se vivió con respeto
Emocionante: la previa se vivió con respeto

En algún punto todas las historias se entrecruzan, como la de la chica -que sube al micro- con cintas blancas y rojas cubriendo las costuras de la pierna de su jeans, o la de Diego, el mendocino que disfruta el partido en doble forma.

En el centro, mientras tanto, el operativo policial comenzaba a vallar los quioscos de diarios y revistas del Kilómetro 0 para preservarlos, una treintena de efectivos restan apostados en la peatonal, frente al micro de turismo. Martín es un hincha xeneize, pero está más preocupado por lo que pueda ocurrir con los festejos -después del partido- que en una misma escena del encuentro que se juega en la lejana Madrid (España).

Carlos apura el paso, ante la pregunta se señala la muñeca con urgencia y dice "ya empieza el partido", los hinchas se van reuniendo frente a los televisores de los quioscos y también de los bares. La final de la Libertadores ha tenido tantas postergaciones y amagos que parece mentira que al fin tenga su punto final.  

Sergio, un dirigente deportivo, comparte en su página el banderazo millonario en la previa. Diego, por su parte, vive allá; es uno de los tantos mendocinos que se han radicado en España. El cuñado de Martín, el comerciante del Kilómetro 0, transmite por facebook live lo que pasa en el interior de la tribuna azuloro, en el Bernabéu. Aún le parece imposible poder vivir un Boca-River tan cerca de su casa adoptiva.

En otro lado, detrás de un mostrador, escuchando por radio, Diego -el guardia de seguridad- se emociona soñando con el triunfo tras el inicio del partido. Todas las historias se entrecruzan: la de los hinchas, las de la siesta, la de los mendocinos que están en la cancha.

La calles de Mendoza -a las 16- están deshabitadas. Ana sostiene que “es mejor que no haya tanta gente, después con los festejos hay que cuidarse”. Muchos, tal vez por cábala, han vuelto a configurar un asado en casa. La final de la Copa Libertadores, envuelta  en sus controversias, exige una definición. Los amantes del fútbol piden que de una vez se termine con el misterio.

Bajo el sol, la gente apura el paso como si estuviera lloviendo, buscan refugio, en algún lugar que les deje espiar el desarrollo del juego.

Una voz por altoparlante les relata lo que ocurre a los que están apostados allí, cuidando. Las vallas se van tendiendo, en la peatonal casi no hay movimiento. Frente algunos negocios los dueños de las camisetas blancas viven con angustia el cierre del primer tiempo. Los otros respiran con un poco más de alivio.

Qué pensará Martín que ahora vive en España, hasta donde su garganta se ha esforzado dibujando el grito de gol. Sergio, el dirigente deportivo, que fue a buscar este extraño superclásico, alimenta la esperanza de otro final, de uno más esperado. Los mendocinos responden igual, y Rodrigo lo grita. El partido está igualado, la ciudad sigue casi desierta.

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