El calentamiento global ha hecho que emerja una base estadounidense construida secretamente durante la Guerra Fría en Groenlandia. La instalación, concebida para estar sepultada por los hielos eternos, ahora sale poco a poco a la superficie, trayendo consigo aguas contaminadas y residuos nucleares.
El hielo y la nieve fundida se infiltran en los vestigios de esta estructura escondida, por lo que se teme que haya riesgos de que sean vertidos al océano aguas contaminadas, químicos y residuos radiactivos.
“Nadie pensaba que llegaría a la superficie, pero el mundo cambió”, explicó William Colgan, experto en glaciares de la Universidad Canadiense de York.
Un estudio dirigido por este académico en la Revista de Investigaciones Geofísicas mostró que la base podría estar en la superficie a partir de 2090, mientras que sus arquitectos pensaban que iba a quedarse en la criósfera para siempre.
En 1959, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Estadounidense comenzó a construir el “Campamento Century”, ubicado a unos 200 kilómetros al este de la base aérea estadounidense de Thule. Oficialmente las instalaciones eran un laboratorio para estudiar el Ártico.
Construyeron un red de túneles para albergar laboratorios, un hospital, un cine y una iglesia, que eran alimentados por un pequeño reactor nuclear. Tres años más tarde, los militares enviaron al Estado Mayor el proyecto “Iceworm” (Gusano de hielo), una red de túneles para guardar más de 600 misiles balísticos.
Pese a que ya se habían iniciado las obras, los ingenieros se dieron cuenta de que el hielo estaba “vivo” y en movimiento, lo que amenazaba la seguridad de los túneles. Entonces, en 1967 el proyecto fue abortado. El reactor nuclear fue extraído, aunque persisten los desechos.
Frente al riesgo ecológico, emergen críticas que exigen que haya una operación de limpieza de gran envergadura. Pero, ¿quién se embarcaría en esta labor o quién podría financiarla? Sacar desechos a una profundidad de 30 metros tendría un precio exorbitante. Para William Colgan, la alternativa es esperar el derretimiento.
El ministro de Relaciones Exteriores de Groenlandia, Vittus Qujaukitsoq, se declaró “preocupado” y dijo estar determinado a esclarecer las responsabilidades correspondientes.
En la época de la Guerra Fría, Dinamarca regía un control más fuerte sobre Groenlandia, que desde entonces ha logrado cuotas más altas de autonomía. En 1951, Copenhague y Washington firmaron el “Tratado de Defensa de Groenlandia” que, sin embargo, no menciona los misiles, probablemente porque los estadounidenses decidieron mantener a sus aliados en la ignorancia.
Kristian Jensen, jefe de la diplomacia del país escandinavo, miembro de la OTAN, dijo escuetamente que su gobierno va a “examinar” el caso, en estrecha colaboración con Groenlandia.
Tras la publicación del estudio realizado por William Colgan, el Pentágono aseguró por su parte que “reconoce la realidad del cambio climático y los riesgos que supone” en este caso.
Estados Unidos seguirá “trabajando con el gobierno danés y con las autoridades de Groenlandia para arreglar las cuestiones de seguridad común”, indicó el departamento de Defensa, que precisó que todavía no ha “evaluado” las conclusiones científicas de los canadienses.