Elogio de la síntesis

Elogio de la síntesis

Por Leonardo Rearte - Editor suplemento Cultura y sección Estilo

Dicen que el autor de la cita es Miguel Ángel. Para ser escultor sólo hay que saber una cosa: sacar lo que sobra en el pedazo de piedra. 
Borges defendía (con la fiereza del tigre, con la agudeza de un puñal) la economía del lenguaje... Allí reside el estilo del buen escritor: decir mucho con poco.

Steve Jobs, el genio de la tecnología moderna, tuvo claro que más importante que saber qué agregarle a un dispositivo nuevo era saber qué no es, qué sacarle, cómo enfocarlo. Por eso no quería que ninguno de sus inventos, como el iPhone, tuviera más de un botón. Porque lo importante no es que haga mucho, sino que lo que haga lo realice bien.

Y mi viejo, recuerdo, repetía sin que el hijo le hiciese mucho caso: “El que mucho abarca... Mejor hacer una cosa y de la mejor manera posible”.

Con el tiempo, el poder de síntesis, la capacidad de saber hacer foco, el esencialismo, se ha vuelto a poner de moda. Es el producto de un error: durante mucho tiempo nos creímos hombres orquesta. Asimilábamos nuestro poder de pensamiento al de una computadora. Que podíamos encarar tres laburos o resolver todos los problemas que caían como cascotes, con un solo manotazo. Y no. No somos multitarea, nosotros los humanos.

A duras penas podemos ir de mandado en mandado, concentrándonos y cumpliendo con cada uno de ellos, pero en filita. Viste, como las películas malas de acción, que los villanos no atacan todos juntos a Van Damme... vienen de a uno. Porque el guionista sabe que si todos los matones se le tiran encima no hay héroe, no hay filme y no hay historia. Paso a paso, Mostaza dixit.

Pero para saber hacer una síntesis tenés que -antes, indefectiblemente- conocer el todo. Y así, como Miguel Ángel, entender qué sobra. Y como Steve Jobs, enfocarte con genialidad. Y como Borges, elegir qué contar para dejarnos con la boca y la cabecita abierta.

Este torpe elogio de la síntesis surgió de una charla. Una larga conversación con Daniel Caselles, un mendocino que tras la crisis de 2001, supo que quería ser emprendedor. Para hacerlo se fue a la capital del mundo. Se fue a vivir a Silicon Valley, Estados Unidos, la gran urbe tecnológica del siglo XXI.

La ciudad de Intel, Facebook, Google y del jueguito ese que jugás cuando vas al baño. Y fue allí con una gran idea. Caselles, junto a un equipo de otros mendocinos, descubrieron que podían desterrar para siempre el viejo sistema de contraseñas y usuarios, usando ritmos y comportamientos que son únicos en cada persona.

Nadie tararea igual a otro, por ejemplo, y eso se podía llevar a sistemas rítmicos de passwords, mucho más fáciles de usar (actualmente ya están en práctica en varias compañías). Hoy Caselles es parte del Group Product Manager en la división de Seguridad de Intel Corporation. Te lo resumo: un capo, en una compañía que está entre las cinco más poderosas del mundo.

Pero algo que aprendió Daniel cuando llegó a la Roma moderna (es decir, Silicon Valley) es que nadie tenía tiempo de escuchar su historia. Sí, le daban la posibilidad de reunirse con inversores, con aceleradores, con posibles socios. Pero no querían que les contara su “cuentito”. Sólo querían conocer su idea, y más importante aún (porque las ideas valen lo mismo que el viento) cómo pensaba llevarlas a cabo.

“En Silicon Valley hay una gran conciencia de no hacer perder el tiempo -me dice como al pasar-. Tenés que, en pocos minutos, saber contarla, explicarla. Y los tipos te van a decir con honestidad brutal si la idea les sirve o no. Las reuniones allí consisten en puntualidad, vamos al grano, y sólo si quedó tiempo hablar dos o tres minutos de la vida. A los latinos se nos hace muy duro empezar una reunión sin estar 10 minutos intentando romper el hielo. La cultura latinoamericana es muy distinta a la anglosajona”.

También Daniel tuvo que cambiar la forma latina de contar los proyectos: "Yo empezaba diciendo ‘nosotros somos un grupo de informáticos que se nos ocurrió una idea y que luego...’, así no. Aprendí con el tiempo que debía decir qué logramos hacer y luego cómo lo conseguimos’. Simple".

Desarrollar la capacidad de síntesis debiera ser una prioridad en las escuelas. Y en la facultad también. Antes de despedirse, Caselles trae una anécdota: "Un amigo que hizo una maestría en derecho en la Universidad de Kellogg me contó que para recibirse, tenía que presentar un trabajo en una sola carilla que contuviera el nombre del alumno y una sola palabra que resolviera el caso. Nada más. Luego, el desafío era explicar, en no más de 10 minutos por qué esa palabra era la síntesis de la solución del caso. Fantástico.

En especial en una época cuando todavía existen universidades que insisten en un mínimo de cientos de hojas para que un trabajo tenga valor. Que, por cierto, se terminan completando con una porción absurda, plagiada e inconexa de datos copiados y pegados de internet. En el fondo, creo que el desafío actual se trata de eso: decime algo que no pueda googlear”.

Porque el mundo actual le permite a un chico de 15 años hacer la próxima gran aplicación valiéndose solamente de la compu que le dieron en la escuela. No va a necesitar nada más que esa humilde netbook. Me corrijo. Sí va a necesitar algo más: saber pensar. Y saber pensar es lo más fácil del mundo: quitar lo que sobra.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA