El uso de la tasa de interés por parte del Banco Central (BCRA) generó muchas distorsiones. Hubo épocas en que las elevadas tasas que fijaba el Ente rector para absorber liquidez de los bancos, los llevó a pagar tasas muy altas para los ahorristas, que en algún momento llegaron a superar el 60% anual.
Este sistema no se ha desmontado hasta ahora, sino que se han estirado los plazos de las Leliq, las famosas letras que emite el BCRA, pero lejos de disminuir el stock ha crecido y ha llegado a niveles récord, a pesar que se bajaron las tasas de referencia a un 38%, desde el 60% anual.
El problema es que esa tasa tiene efectos tanto sobre los ahorristas como en los tomadores de crédito.
En el caso de los ahorristas, las tasas han caído del 30%, lo que significa que son negativas respecto de la inflación anual esperada, por lo cual muchos buscan otras alternativas para preservar sus ahorros y por eso hay demanda de dólares en el mercado paralelo, ya que el mercado oficial está bajo un cepo.
Aparentemente, es una idea del gobierno para desalentar el ahorro y estimular el consumo, aunque es bastante riesgoso ya que no es bueno sacrificar el ahorro, que es la fuente de la cual luego salen los fondos para los créditos.
Para los tomadores de crédito, ya sean personas o empresas, el costo actual del crédito es un verdadero problema.
Las personas, que venían acostumbradas a comprar a través de tarjetas de crédito, se ven enfrentadas a pagar tasas muy elevadas para financiar sus consumos que, además sufrieron aumentos muy grandes de precios.
Si le sumamos la caída de los salarios reales por efecto de la inflación, se puede entender claramente la caída del consumo, porque las familias han tenido que hacer una reingeniería de los gastos a efectos de establecer las nuevas prioridades.
Para las empresas el problema es más complejo. La caída de la demanda les complicó los programas de producción pero financiar el capital de trabajo se tornó muy complejo por el costo del crédito. Los descuentos de cheques, que es una forma habitual, estaban muy caros pero no todos pueden acceder a ellos, mientras que los adelantos transitorios en descubierto tenían, y aún mantienen, tasas muy elevadas.
Debido a la actual crisis generada por el coronavirus, el gobierno ha dispuesto líneas de financiamiento basados en cierta liberación de encajes para darles mayor capacidad prestable a los bancos y bajar el costo del crédito. No obstante, algunas líneas seguirán altas porque siguen siendo elevadas las expectativas de inflación.
Este sigue siendo uno de los problemas más graves de la economía argentina porque no solo afecta la producción y el consumo sino porque, al ser los créditos tan altos en términos reales, afecta la competitividad de las empresas exportadoras y ningún sector puede actuar de modo vector como para ayudar a la recuperación de la economía argentina.
Es real que en la actual crisis sanitaria el gobierno deberá tomar medidas excepcionales que pueden impactar en el costo fiscal, pero hoy no sería un tema tan discutible toda vez que a una situación de excepción se debe responder con medidas también excepcionales hasta que pase el pico de la emergencia sanitaria.
No obstante, a futuro, se deberá tener en cuenta que para que baje el costo del crédito debe bajar seriamente y en forma consistente la inflación, porque están muy relacionados y son una referencia para los ahorristas.
Bajar el costo del crédito será vital para apalancar la recuperación del consumo y la producción, pero bajar la inflación permitirá recuperar la inversión.