Casi a fin de año, y habiéndose cumplido la mayor parte del programa electoral, podemos decir que los procesos electorales llevados a cabo fueron decisivos para nuestro continente. Las dos mayores potencias de América Latina, México y Brasil, enfrentaron unas presidenciales marcadas por la corrupción política. Venezuela y Colombia también eligieron presidente, claro que en un contexto totalmente distinto. La primera, en medio de una gravísima crisis que amenazó no sólo el proceso electoral sino la propia existencia del Estado bolivariano. En el caso de la segunda, las FARC inauguran su participación política trocando fusiles por sufragios.
El año se cierra con las elecciones legislativas de medio tiempo en los Estados Unidos, una prueba de fuego para el soberbio Donald Trump, que dada su pésima gestión corre el riesgo de perder la mayoría que ostenta el partido republicano en ambas cámaras. De allí los manotazos que larga a diestra y siniestra para recuperar algo de lo mucho que ha perdido.
Brasil juega su futuro mañana
Otra elección que preocupa mucho, tanto dentro del país vecino como fuera de él, es la de Brasil, cuya segunda vuelta ocurrirá mañana. Teme en especial la Unión Europea que si se consagra presidente quien arrasó en la primera vuelta, como todo permite suponer, Brasil rompa con el Mercosur.
El porcentaje de votos que obtuvo en la primera vuelta el ex militar y ultraderechista Jair Bolsonaro lo hace ser claro favorito para este domingo, cuando casi seguramente se impondrá definitivamente a Fernando Haddad, el elegido por Lula, a quien la justicia le cerró definitivamente las puertas a la participación electoral.
Esto hace que el partido de Lula -el PT- viva el momento más dramático de sus 36 años de existencia. El Tribunal Electoral decidió por 6 votos a 1 que el ex presidente no puede presentarse como candidato por estar condenado desde abril de 2018 a 12 años de prisión por corrupción, emplazándole en el término de 10 días para elegir sucesor.
Pero aún desde la cárcel Lula tiene un 39% de intención de voto. Su prisión, por ende, fue una oportuna puñalada que le permitió elevar a Bolsonaro dicho porcentaje sustancialmente. Cabe entonces admitir que un navajazo desestabilizó la campaña electoral del 2018 en Brasil.
Puede decirse que entre Bolsonaro y Trump hay varios puntos en común. En ambos casos el rechazo al político tradicional, el antiestablishment, la corrupción etc., jugaron un papel decisivo en el apoyo que recibieron de la sociedad. A su vez, esto alimentó un duro discurso de campaña, que más adelante fue morigerado a fin de ganar la adhesión de los electores del centro. Lo mismo hizo Haddad, tratando de posicionarse y ganar adeptos en ese sector social.
La crisis en Venezuela
La situación que atraviesa la república bolivariana, desde la muerte de su fundador el ex coronel Hugo Chávez, es gravísima. La crisis económica, social y política que comenzó con la crisis del petróleo, se agudizó más tarde con la ineptitud manifiesta de su sucesor, Nicolás Maduro. La situación actual es verdaderamente dramática. Hay carencia de todo. Las únicas neveras que están llenas, dice irónica pero dolorosamente un ciudadano de Caracas, son las de la morgue. Nosotros, agregamos, con el mismo humor negro del caraqueño, que Maduro puede sentirse orgulloso de dos creaciones inéditas en América del Sur: Primero, el de las migraciones masivas a los países vecinos e incluso a España, impulsadas por el hambre, la falta de trabajo y el asfixiante medio que ofrece una dictadura oprobiosa y mediocre. Y segundo, por haber cosechado una inflación también inédita en América cuyo porcentaje anual alcanzó el orden del millón por ciento.
Otros países
El resto de las elecciones latinoamericanas, salvando las citadas excepciones extremas de Brasil y Venezuela, revelan un rechazo generalizado de los pueblos a los gobiernos autócratas, venales y no democráticos.
En cuanto al signo político parecen favorecer a los partidos de centro o centro derecha, como en Colombia o Argentina, y de centro izquierda en México. Aclarando que las izquierdas existentes no sólo aquí, sino en todo el mundo, no son ya un socialismo real al estilo de la URSS. Lo que parece estar de moda hoy es una mezcla dulzona de capitalismo en lo económico y de marxismo en lo cultural, cultivado más bien, por los sectores intelectuales que por los trabajadores.