La pianista mendocina, fundadora de Altertango, puso en un breve stand by sus proyectos y viajó a Europa, donde está desde hace un mes. Un viaje sin muchos planes, pero con mucho tango.
Elbi Olalla nunca cambia su rumbo, aunque cambie a veces de geografías. Puede ser acá o en Europa, pero su camino está marcado: llevar el tango nuevo, ese que vibra en sintonía con el tiempo actual, adonde quiera que vaya. El pulso del piano no la abandona. Y ese particular carisma para defender la música desde la autogestión tampoco.
La cosa es que Elbi Olalla (Altertango, Orquesta Sísmica Mercalli, alma máter del colectivo Microtango, entre otras cosas) abrió un nuevo capítulo en su carrera.
Hace un mes se fue al viejo continente, en plan de "no planear" y pasar unos meses recorriéndolo. Pasar por aquí y por allá, llevando lo que mejor sabe hacer. Quiso tender lazos. Tantear. Incluso cambiar de aire.
“Después de varios años de intensísimo laburo, de grabar un montón de discos y de pasar por muchas experiencias laborales y personales súper fuertes, sentí que tenía ganas de pasar un tiempo en otro lado. En otro lado físico y mental”, nos dice desde París, donde por estos días ha estado actuando con Piano Canción, el proyecto que la une en dúo con Alejandro Guyot, cantante de 34 puñaladas.
"Puse como base Barcelona, pero ahora mismo estoy en París [por el miércoles pasado]. Voy a ir a Berna, Londres Islas Canarias, Madrid, Berlín, Venecia, Valencia y otras ciudades que se vayan sumando", agrega.
¿Pero qué pasó con sus proyectos aquí? "Están en una pequeñísima pausa -aclara-, pero estoy permanentemente conectada. Con Altertango estamos a punto de sacar tres singles con cantantes chilenos y una cantante argentina (Pascuala Ilabaca, Rulo y Gisela Madri) y una de las cosas que ya hice fue grabar los pianos en Sol de Sants, un estudio hermoso de Barcelona", suspira.
Afincada en esa ciudad, da clases particulares en Espai Ku, una sala de arte que lleva adelante el artista plástico mendocino Rubén Caruso en el célebre Barrio Gótico. Se sumó con Josefina Rossenwaser a su ciclo de Tango en el Raval y está por tocar con Sandra Rehder, entre otras cosas. Viviendo con su amiga Betina Buttini ("es mi familia acá"), las oportunidades de hacer tango no se agotan en un continente donde se palpita el tango.
-Ya has estado por allá girando anteriormente y habrás tanteado en ese entonces cómo se lleva el público europeo con el nuevo tango. ¿Cómo es el panorama de este tango allá? ¿Se abre paso sin prejuicio o siguen prefiriendo lo viejo?
-El público se lleva bien con el nuevo tango. En todos lados. Anoche tocamos con Alejandro Guyot y nuestro proyecto Piano Canción. Los bailarines bailaron nuestros temas o las versiones sobre temas de Leonard Cohen, Cerati y Bowie de la misma manera que bailan los temas más tradicionales. Cuando las cosas se hacen con garra y cariño y responsabilidad, honestidad artística, siempre resulta bien.
-¿Ves posibilidades de quedarte?
-No sé. En principio creo que no, pero nunca se sabe. Amo mucho mi banda y mis amigues y no sé si estoy lista para renunciar a eso. Por lo demás no tendría problema.
Habría que ver.
-Después de estar un mes allá, el distanciamiento te habrá ayudado a ver mejor tu hábitat. ¿Cómo ves a Mendoza a la distancia?
-Mendoza está difícil. Yo siempre le puse mucha garra y lo que no había lo inventé, pero es árida en muchos aspectos, lo que hace que sus “flores” sean muy genuinas y bellas, pero el precio que se paga es alto.
Otros lugares fluyen más. Actualmente la sociedad está pasando un momento muy heavy, de eso también me vine huyendo. Igualmente yo amo todo lo que hemos hecho y amo el público mendocino. Hay que seguir y seguir. No sé muy bien qué va a pasar, pero yo creo que hay que seguir construyendo. Asilos para los corazones.