Es un fracaso como centro de conservación e investigación. La función de conservación e investigación de los zoológicos es relativamente nueva, y surge como un argumento para justificar su existencia frente a las críticas éticas que comenzaron a recibir los zoológicos, circos, oceanarios y otros centros de entretenimiento con animales desde la década el 80 en adelante.
Sin embargo, varios estudios han demostrado que los zoológicos no sirven para cumplir su misión, y el Zoo de Mendoza no ha sido la excepción. Autóctonos o exóticos, los animales que nacen o van a parar al zoo, mueren en el zoo. Con suerte, mueren debido a su longevidad. Pero lo más común es que mueran enfermos, con cuadros causados y/o agravados por el estrés del cautiverio.
Es un fracaso como centro educativo, pues nunca podremos aprender algo de la naturaleza de un animal que está desnaturalizado por los efectos negativos de su encierro: la zoocosis y el comportamiento estereotipado, problemas neurológicos y mentales irreversibles que sufren todos los animales en cautiverio.
Tampoco podremos aprender a respetar a los animales y sus hábitats si al mismo tiempo creemos que tenemos el derecho y la libertad de privarlos de sus derechos y de su libertad. Hoy, la tecnología nos permite acceder a toda la información sobre los animales, su comportamiento y sus hábitats, y en múltiples formatos.
Documentales, videos de aficionados, aplicaciones interactivas, infografías, Wikipedia, por nombrar algunos. Salvo para la Facultad de Veterinaria de la Universidad Juan Agustín Maza, que usa a los animales del zoológico como sujetos de prueba para sus alumnos, tanto en el aspecto científico como en el ético, el zoológico es un rotundo fracaso como supuesta institución educativa.
Es un fracaso como atractivo turístico y basta hacer una búsqueda en Google para ver que los primeros resultados son noticias nefastas. Trip Advisor, el sitio de referencia para viajeros de todo el mundo, sitúa al Zoo de Mendoza entre los últimos atractivos de la provincia, y entre los comentarios de los turistas encontramos etiquetas como “deprimente”, “tristísimo” y “maltrato animal”. De esto se desprende también que es un fracaso como lugar de recreación y esparcimiento.
Es un fracaso político, porque en los últimos años la opinión pública de Mendoza empezó a cambiar, y los mismos ciudadanos empezaron a pedir el cierre de la institución. Ese cambio puede verse patente en las encuestas on line y comentarios en las noticias de diarios digitales, en redes sociales, y en las miles de firmas recolectadas en distintas plataformas. Pero los gobiernos de turno miraron para otro lado.
El zoo es un fracaso. Es hora de que toda la sociedad en su conjunto, ciudadanos, familias, educadores, políticos, veterinarios, biólogos, periodistas, etc. asumamos ese fracaso e intentemos una solución.
Pero ¿cuál es la solución?
Una de las propuestas es el proyecto del Ecoparque. Básicamente, el Ecoparque propone un nuevo zoológico donde sólo especies autóctonas estén en cautiverio. Es una propuesta cómoda para algunas conciencias, pero incómoda para los animales privados de su libertad y de sus derechos, los que seguirán siendo exhibidos como objetos en un horario y lugar convenientes para el público.
La otra propuesta es el cierre definitivo del Zoológico de Mendoza. Terminar, de una buena vez, con encerrar animales para satisfacer el capricho egoísta de tenerlos más cerca, más a mano. Terminar, de una buena vez, con la idea elitista y discriminatoria de creernos con derecho a decidir sobre la vida y la libertad de los más vulnerables.
Terminar, de una buena vez, con la práctica vejatoria e injusta del cautiverio. Terminar, de una buena vez, con las mentiras que propone el “bienestar animal” como las “cinco libertades”, y con la idea de que con jaulas más grandes los animales van a estar felices y van a ser libres. No hay cinco libertades. La libertad es una sola y a los animales en cautiverio se la quitamos de manera total e irreversible.
Por lo tanto, la única solución ética, la única solución para y por los animales, tanto para aquellos que ya están como para aquellos que aún no están, es el cierre definitivo y total del Zoológico de Mendoza.
Mendoza fue una de las primeras provincias en el país en prohibir los circos con animales; prohibir la exhibición de animales en cautiverio sería una continuación sensata y coherente de esa norma.
A esta altura muchos de los lectores se estarán preguntando ¿y qué hacemos con los animales que ya están en el zoo?
Los animales que están en el Zoológico son nuestra responsabilidad, porque nosotros los pusimos ahí. El Gobierno deberá asegurar los mejores cuidados con todos los recursos de los que se pueda disponer. Esto excluye, por supuesto, seguir sometiéndolos al estrés de exhibir su sufrimiento al público.
Y mientras el Zoo siga abierto, no vayas. Tampoco vayas al Acuario ni al Serpentario, así tu presencia y tu dinero no avalan la injusticia.
El escritor Henry Beston escribió: “Necesitamos tener otro concepto más sabio y quizá más místico de los animales. El hombre, desde su lugar alejado de la naturaleza universal y desde una vida de complicados artificios, observa a la criatura a través del cristal de sus conocimientos, ve la pluma magnificada y toda la imagen distorsionada. (...) El animal no debe ser medido por el hombre.
En un mundo más antiguo y más completo que el nuestro, ellos se mueven terminados y completos, dotados con extensiones de los sentidos que nosotros hemos perdido o nunca tuvimos, siguiendo voces que jamás oiremos. No son nuestros hermanos, no son nuestros subordinados; son otros seres atrapados con nosotros en la red de la vida y del tiempo, compañeros presos del esplendor y dolor de la Tierra”.
Podemos vivir sin usar a los animales.