Los premios a la película “El renacido” y el éxito de “Los 8 más odiados” parecen haber devuelto el brillo perdido al género del western, que cada vez iba teniendo menos adeptos.
Aun cuando no se llevó el Oscar a la mejor película, el film del mexicano Alejandro González Iñárritu consiguió tres estatuillas importantes de las 12 a las que aspiraba y pareció convencer al público con su historia de venganza y supervivencia ambientada en 1823 en plena conquista del Oeste norteamericano.
Quentin Tarantino, por su parte, fue nominado en sólo tres categorías menores por “Los 8 más odiados”, pero esta historia sobre un cazarrecompensas en la que vuelve con sus guiños a los grandes clásicos del western, tuvo gran repercusión de público más allá de los premios.
“Cuando estudios como Fox y The Weinstein Company estrenan westerns de mucho presupuesto, podemos decir que el género ha regresado”, explicó Jeff Bock, de la firma especializada en recaudación Exhibitor Relations.
Pero, en comparación con otras épocas, la producción de westerns de estos años ha caído en picada. Entre 1940 y 1960 se hacía una media de 140 películas al año, mientras que ahora se necesita más de una década para alcanzar esa cifra.
A pesar de ello, películas como “Temple de acero” (“True Grit”, 2010, de los hermanos Coen), “Petróleo sangriento” (“There Will Be Blood”, 2007, de Paul Thomas Anderson) o “Secreto en la montaña” (“Brokeback Mountain”, 2005, de Ang Lee), lograron copar las salas de cine con sus particulares revisiones del género.
El mismo Tarantino arrasó en 2012 con “Django sin cadenas”. Su historia sobre un esclavo negro que recupera la libertad y lanza una cruzada contra el propietario de una plantación de algodón para salvar a su mujer, ganó dos premios Oscar y optó a otros tres.
“Sin duda hay una nueva tendencia y hay directores muy prestigiosos que están usando este género para explorar cuestiones sobre la masculinidad, quién es el bueno, quién es el malo y cómo es Estados Unidos”, señala Dana Polan, profesora del departamento de estudios cinematográficos de la Universidad de Nueva York.
El western se divide en decenas de subcategorías que permiten a los cineastas reinterpretar esta época, poniendo énfasis en la fiebre del oro, la conquista del Oeste, las peleas entre indios y cowboys o la ley del más fuerte.
Los westerns contemporáneos “no celebran nada”, critica Robert Thompson, profesor de cultura popular en la Universidad de Syracuse.
“El renacido” y “Los 8 más odiados”, por ejemplo, “tratan de individuos solitarios que quieren vengarse o aprovecharse de una civilización que se desmorona, pero los clásicos hablaban de construir una comunidad”, recuerda Polan.
Mientras que John Wayne, Clint Eastwood o Charles Bronson interpretaban a hombres invencibles, los films de hoy en día están plagados de antihéroes.
El western dentro del western
Algunas películas como "The Homesman" (2014, de y con Tommy Lee Jones) o "Jane Got a Gun" (recién estrenada en los Estados Unidos) han animado los westerns "invertidos", protagonizados por mujeres.
Pero ni la primera de las nombradas, protagonizada por Hillary Swank, ni la segunda que encabeza Natalie Portman, han convencido a la audiencia estadounidense, quedándose por debajo de los 3 millones de dólares en recaudación.
En la década de 1970, el género reflejó los cambios políticos y la nueva forma de abordar la historia estadounidense, sobre todo el trato que recibieron los indios.
Pero el impacto más grande que sufrió el western fue cuando los buenos y malos invirtieron sus papeles, como en “Pequeño gran hombre” (1970, de Arthur Penn) o “Danza con lobos” (1990), dirigida y protagonizada por Kevin Costner.
El western sigue siendo admirado por un público específico y multigeneracional, pero “El renacido” y “Los 8 más odiados” han logrado atraer a millones de espectadores y convertirse en éxitos comerciales.
Tarantino quiso homenajear a los clásicos rodando en 70 mm, el formato histórico, y confió en Ennio Morricone, maestro del género, para componer la banda sonora.
Iñárritu se fue al lado opuesto para explotar las posibilidades visuales del western gracias, principalmente, a los planos secuencia del mexicano Emmanuel Lubezki, uno de los mejores directores de fotografía de Hollywood.