La diferente forma de encarar las respuestas y acciones por el coronavirus que afecta a su país, por parte del presidente Jair Bolsonaro, es otra forma de tensar la cuerda en la relación del inmenso país vecino de Brasil con el nuestro, una integración que con sus matices era muy valiosa para las dos economías, principalmente para la nuestra.
No obstante, sostenemos que esa vinculación se mantendrá a pesar de las dos miradas tan diferentes sobre un problema sanitario que afecta de manera muy intensa a la región y que exigiría un trabajo coordinado de los dos países, no sólo por los artículos y productos que intercambian sino principalmente por la extensa frontera que comparten, que alcanza a 1.132 kilómetros.
Las últimas estadísticas de la pandemia en el inmenso país, lo convertían infortunadamente en la nación con más muertes diarias en todo el mundo, superando a Estados Unidos.
Las proyecciones, que esperamos fervientemente que no se cumplan, son que Brasil corra el riesgo de llegar a principios de agosto a la fatídica marca de 125.000 víctimas fatales.
El panorama no avizora probables cambios en la forma de tratar la circulación del virus y por tanto atemperar el dolor que tanto sufrimiento y angustia está provocando en la república hermana.
Por el contrario, el ex militar, a cargo del sillón presidencial, sigue rompiendo todas las reglas básicas dictadas por médicos, científicos y la Organización Mundial de la Salud (OMS) al alentar las concentraciones de sus seguidores en la entrada del palacio presidencial, y al saludar y abrazar a esos seguidores casi a diario, incluso alzando bebés, todo sin utilizar barbijos ni tapabocas.
Todo mientras reitera sus ataques contra los que adoptaron medidas de aislamiento social, e incentiva a la población a desobedecer las determinaciones de los gobernadores de los Estados que están encarando otra forma de enfrentar a la pandemia.
Esta situación preocupa mucho a las autoridades de nuestro país, especialmente al presidente Alberto Fernández, quien no oculta toda vez que puede su preocupación por las actitudes del extrovertido ocupante del Palacio de Planalto.
¡Qué diferente sería el panorama en la región si las dos naciones pudieran coordinar acciones de manera conjunta! Tienen que atacar al enemigo común y favorecer a sus poblaciones, especialmente a las que se radican a lo largo de esa extensa zona limítrofe compartida limitando, en la medida de lo que se pueda, los posibles contagios.
Todavía hay tiempo para remediar este desencuentro y tratar de trabajar unidos, como ha ocurrido a lo largo de muchos años.
Brasil es nuestro principal socio económico y la integración tiene que seguir siendo trabajada por encima de la actual coyuntura que, como todos ambicionamos, pasará en un tiempo mediato, y habrá que seguir vendiendo a nuestro principal socio comercial: automóviles, químicos, cereales y hasta gas.
Hay que recordar que, en los primeros meses de 2018, se exportaron a ese destino bienes por U$S 10.283 millones.
En síntesis, las relaciones bilaterales son estratégicas para los dos Estados, y de manera importante para el nuestro, por lo que habrá que hacer un enorme esfuerzo para reconstruir la relación política, comercial y económica, en un marco y espacio previsibles de paz y cooperación.
Es que los hombres pasan, mientras que las instituciones y los países quedan.