El vino y los problemas repetidos

Casi como que nos hemos acostumbrado. Cuando comienza la cosecha y en los días previos a la Fiesta de la Vendimia, se multiplican las movilizaciones de productores reclamando mayor valor para las uvas y para el vino.

El vino y los problemas repetidos

La situación se ha convertido en un hecho tan previsible como la propia Fiesta de la Vendimia porque año tras año, ni bien inicia la cosecha, comienzan las movilizaciones de los productores en reclamo de un mayor precio para el vino y para las uvas.

Si bien se sabe que los valores considerados como “piso” para la producción, se da en las uvas criollas y cerezas y para los vinos blancos escurridos, los mismos tienen incidencia directa sobre el resto de los productos, incluyendo en ellos a los varietales.

Deberíamos partir de una base. En la década de 1990 la estabilidad económica y un dólar competitivo permitieron el gran cambio que se produjo en la vitivinicultura argentina. Las bodegas comprendieron que había posibilidades de inserción en los mercados internacionales.

A través de variedades emblemáticas como el malbec, entre los tintos, y el torrontés, entre los blancos, el vino argentino comenzó un crecimiento exponencial en los mercados externos.

Esos mercados fueron ganados a través de una excelente relación precio-calidad y los consumidores argentinos también resultaron beneficiados porque pudieron acceder a muy buenos vinos a valores razonables, como consecuencia de la competencia de las bodegas por ganar también el mercado interno.

Sin embargo, mientras un sector importante de la vitivinicultura se adaptaba a los cambios e inclusive conformaba un Plan Estratégico destinado a establecer las soluciones para los problemas estructurales que podrían comprometer el futuro, otra vitivinicultura, que no se adaptó a los cambios, seguía teniendo vigencia.

Es la conformada por las uvas criollas y cerezas que dan vinos blancos escurridos, de menor calidad enológica, que no tienen mercado externo y que van cayendo en el consumo en el mercado interno.

Con un agravante, como es el hecho de que, por tratarse de uvas de menor precio, los productores no pueden realizar las tareas de mantenimiento en las fincas o bien reconvertir las vides hacia variedades finas. Esos productores son, precisamente, los que año tras año realizan movilizaciones de protesta.

También los blancos escurridos son utilizados por algunos “pícaros” de la industria para obtener pingües ganancias. Así entonces, “transforman” esos caldos rosados en vinos tintos -que son más caros- utilizando para ello las uvas tintoreras.

Esa situación ha determinado que esas uvas utilizadas para “teñir”, como la aspirant bouchet, tenga un valor mayor que una malbec, a pesar de que tienen muy mal sabor y aroma.

También esos “pícaros” suelen usar algunos caldos de cosechas anteriores que no pueden utilizar por no poder ser comercializados por contar con alta volátil u otros problemas, mezclándolos con vinos de cosechas nuevas para alcanzar los niveles mínimos de comercialización. Para quienes utilizan esos métodos, las ganancias son importantes, pero de calidad ni hablemos, por lo que terminan haciendo mal a la industria en general.

Por tratarse de temas conocidos y reiterativos, ha llegado el momento de tomar medidas al respecto. Gran parte de la industria considera que, de una vez por todas, debe adoptarse la decisión de derivar a destilación todos los caldos que no se encuentren comercializables, que también generan sobre-stock y también se considera que debería establecerse directamente la derivación a mosto de las uvas de menor calidad enológica.

Con relación a la gran cantidad de productores que podrían sufrir las consecuencias, que son aproximadamente 8 mil (hay 9.900 en total) de menos de 5 hectáreas, compensarlos con un subsidio para que puedan permanecer en el campo.

Paralelamente, insistir ante el gobierno nacional para que se establezca un dólar diferencial, como sucede con la industria petrolera, la pesquera o las automotrices y se rebajen las retenciones para hacer más competitivos nuestros vinos y recuperar las exportaciones. Puede haber otras soluciones, pero hay que tomar el bisturí para evitar que se repita lo que a lo largo de los años ha venido sucediendo.

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