El vino y las economías regionales

La vitivinicultura está sufriendo los mismos problemas que afectan a los productores de frutas del Alto Valle del Río Negro o los de limones de Tucumán, en razón de que han perdido competitividad en los mercados externos.

El vino y las economías regionales

La actividad vitivinícola se encuentra atravesando uno de los momentos más difíciles de la última década. Como consecuencia de un sobrestock de vino blanco escurrido, el valor del producto no le alcanza a los productores para cubrir los costos de mantenimiento de las fincas y el malestar quedó reflejado en la multitudinaria marcha realizada días pasados hacia la Casa de Gobierno, de la que se realiza un análisis en nota aparte en esta misma página.

Si analizamos lo que sucede con otras economías regionales, podremos observar que la vitivinicultura no es la excepción. Los yerbateros establecieron un acuerdo para la fijación de precios mínimos para sus productos, mientras paralelamente impulsaron y lograron la aprobación de una ley de envasamiento en origen en el Congreso de la Nación.

Los productores de limones de Tucumán -un producto que, por su calidad, ha logrado un reconocimiento internacional- se han sumado a los mendocinos en el impulso de una ley que exija la utilización de jugos naturales para la edulcoración de bebidas gaseosas, en razón de que los limones tucumanos han perdido competitividad en los mercados externos.

En el suplemento Fincas, de Los Andes, se hizo alusión a lo que ocurre en el Alto Valle del Río Negro y Neuquén, donde los productores abandonan las quintas de peras y manzanas para destinar las tierras agrícolas a otros negocios y ponen como ejemplo que el costo de producción por kilo de pera es de 32 centavos de dólar y sólo recibe 15 centavos por su producto.

"Cada hora que pasa hay un productor menos. Cuando se cansa de pelear, decide salvarse vendiendo su chacra para un loteo o una empresa petrolera", dijo con angustia uno de los productores.

Pueden tener razón quienes dicen que lo que sucede con el vino es el resultado de un error en el pronóstico de cosecha, lo que derivó en la fabricación de menos mosto y más uva derivada a vinos, pero no es casualidad que todas las economías regionales se encuentren con serios inconvenientes.

Y de allí surge que lo real y lo concreto es que los productos argentinos -sean de peras, manzanas, vinos, limones, ajos, etc.- pierden competitividad como consecuencia de políticas erróneas implementadas a nivel nacional que determinan que el dólar se encuentre desfasado respecto del índice de inflación. Con un agravante: los exportadores deben adquirir sus insumos a un dólar "blue" de casi 14 pesos y vender sus productos a un dólar oficial de menos de 9 pesos.

A ello debe agregarse que hay costos de producción, como el de los salarios, que tienen un peso fundamental en cada una de las actividades. Tanto en la vitivinicultura como en la fruticultura se estima que los salarios significan aproximadamente un 60 por ciento del costo final del producto y son actualizados anualmente, situación que no se ve reflejada en lo que reciben por las exportaciones.

No sucede lo mismo con los productos de la Pampa Húmeda, donde el costo de mano de obra no tiene prácticamente influencia en el valor final de la soja, el maíz o el trigo.

Todo lleva a indicar que al gobierno nacional le preocupa lo que sucede en la Pampa Húmeda pero deja de lado y no mira con la misma inquietud lo que ocurre en el resto del país.

Recibe a los gobernadores y productores -como sucedió días pasados con el sector vitivinícola- pero no modifica las políticas de fondo que generan el problema, razón por la cual las economías regionales, aquellas que son la principal generadora de empleo, se encuentran en serio peligro, con el consiguiente costo social que la situación traerá aparejada.

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