El viento de cola ya no ayuda a la economía

Los principales factores internacionales que inciden en nuestro país no muestran las perspectivas favorables que tenían años atrás. Aun así, los analistas destacan que el país podría crecer en base a inversiones genuinas, si se corrigen distintas variable

El viento de cola ya no ayuda a la economía

“El mundo de los próximos cinco años va a ser muy distinto del que disfrutó el kirchnerismo”, sentencia Luciano Cohan, economista de la consultora Elypsis. La frase resume la percepción de los analistas acerca del impacto que tendrá sobre la Argentina el nuevo escenario internacional.

Después de contar durante una década con viento favorable, hay indicios de que el clima está cambiando y el próximo gobierno tendrá que lidiar con condiciones externas adversas.

La crisis económica en Brasil, la fortaleza del dólar que empuja a los commodities a la baja, la desaceleración del crecimiento en China con la amenaza de una burbuja bursátil y la expectativa de que Estados Unidos comience a subir las tasas, dibujan un escenario que le resta posibilidades a la Argentina.

La percepción de Gustavo Reyes, analista del Ieral, dependiente de la Fundación Mediterránea, es que “en el plano externo impactó la nueva oleada de fortalecimiento del dólar en el mundo, cuya contrapartida es la devaluación de monedas como el real brasileño”.

Agrega que este fenómeno coincidió con las turbulencias en el mercado de capitales de China y las señales de desaceleración en el crecimiento de ese país, “lo que apuntaló una nueva ronda de deterioro en el precio de los commodities. Este combo se expresa en el deterioro de los términos de intercambio de la Argentina, la pérdida del superávit de la balanza comercial y las mayores expectativas de devaluación”.

Para la consultora Empiria, “el resto del contexto internacional tampoco ayuda, aunque no llega a ser crítico. El estancamiento actual es más una anomalía que una norma en la coyuntura mundial actual, en la que los principales países crecen a tasas moderadas”.

Los principales ejes del nuevo escenario internacional son éstos: commodities: en 2015 la Argentina cumple cuatro años de retroceso en sus exportaciones totales. Este año, un 30% de la caída se debe a las menores ventas de soja por la baja del precio internacional.

Aunque es contundente, el dato no llega a ser crítico: el precio actual de la oleaginosa -U$S 363 la tonelada- es más del doble que el que había en el primer semestre de 1999. El precio futuro para mayo de 2016 está en torno a 350 ó 360 dólares, 32% por debajo del precio que estuvo vigente en igual período de 2014.

Según Empiria, “pese a la relativa estabilidad en el precio, los riesgos son bajistas dada la suba de tasas de interés esperada en Estados Unidos y la caída del precio del petróleo”.

Brasil: en medio de denuncias de corrupción, este año se proyecta una reducción del 1,5% en el PBI del principal socio comercial de la Argentina. Para intentar bajar el déficit fiscal y contener la inflación -que ya está 3 puntos porcentuales por encima de la meta prevista- la presidenta Dilma Rousseff combina las pinzas del ajuste con el alza de la tasa de interés.

Pero otro de los ingredientes principales en esta receta es la devaluación del real, que en lo que va del año se depreció más del 20%. En este marco, las exportaciones brasileñas acumulan una caída del 14,7% anual en el primer semestre y las importaciones se derrumban el 18,5%. La Argentina es el principal perjudicado por esta retracción, ya que sus envíos al país vecino cayeron 21% en ese lapso.

El sector más expuesto es el automotor: el 79% de sus exportaciones van a Brasil. La economista Milagros Gismondi destaca que no todos los problemas bilaterales son creados por la restricción externa. Pone como ejemplo el caso del vino. En 2005, el 26% de los vinos en botella importados por Brasil eran chilenos y el 24% eran argentinos. En 2014, el 35% eran de origen chileno y el 18% de origen argentino.

“Chile logró una mayor penetración en el mercado brasileño mientras que la Argentina fue perdiendo participación. Y esta pérdida es más marcada desde 2012, lo que evidencia los efectos del insostenible atraso cambiario”. Sin embargo, Gismondi destaca que entre 2006 y 2011, mientras Chile aumentaba su participación, la de Argentina se mantenía estable, “lo que pone en evidencia que los limitantes de las exportaciones no sólo son cambiarios, sino que también tiene importancia la evolución de la productividad”.

China: la economía del país asiático se sigue desacelerando. En 2014 pasó del 7,7% anual que venía creciendo, al 7,4% y esa tendencia continúa en 2015, cuando se estima que crecerá 6,9%. El 27 de julio llegaron desde Oriente señales adicionales de alerta: la bolsa de Shangai cayó 8,5%, la peor baja desde 2007.

Con esto surgieron los temores de que se produjera una explosión de la burbuja financiera que agravara la situación macroeconómica. El gigante asiático es el segundo destino de nuestras exportaciones, con el 7% del total.

“Además, tenemos con China una ‘relación estratégica’ establecida por el actual gobierno, que involucra múltiples interrelaciones, como el swap de monedas, el financiamiento de centrales hidroeléctricas y el observatorio espacial, entre otras”, señala Empiria.

Estados Unidos: aunque la situación del tercer socio comercial de la Argentina es favorable, esto no necesariamente es una buena noticia para nosotros. Este año ese país crecerá 2,9%, el desempleo está en 5,3% y la inflación, en 0,2%.

Así, la economía norteamericana reúne todos los requisitos necesarios para que la Reserva Federal (FED), bajo el mando de Janet Yellen, aumente la tasa de interés en el último trimestre del año por primera vez desde que se la llevó al mínimo en diciembre de 2008. Varias veces Yellen se manifestó a favor de un alza de las tasas antes de fin de año, pero sin dar precisiones acerca de cuándo y cómo será.

Para los analistas, mayores tasas podrían provocar un encarecimiento global del crédito y, a la vez, atraer capitales hacia ese país, lo que terminaría incrementando la volatilidad y el costo del financiamiento.

“El escenario es adverso; antes se hablaba de viento de cola, después de que el viento se había frenado, ahora viene más viento de frente, aunque esto no es un huracán”, explica Gismondi, haciendo una alegoría con la performance de los aviones.

“Frente a este escenario, lo que hacen el resto de los países es deslizar la moneda para paliar la competitividad. Pero Argentina va a contramano del mundo: aquí se mantiene inalterado el ritmo de devaluación, incluso con lo que ocurrió este año con el real brasileño”. La economista remarca que “hay que reaccionar frente al contexto, pero además hay que solucionar los problemas internos”.

“Da la impresión de que el escenario externo está virando de neutral a negativo”, señala Cohan. De todos modos, estima que “es posible que la Argentina vuelva a crecer. Mi impresión es que si el próximo gobierno hiciera algunos manejos razonables de la economía, habría espacio para que el país tuviera un período de crecimiento basado en la inversión.

Ahí es donde el año que viene puede haber buenas noticias. Pero hay que ser conscientes de que el tren ya pasó: ahora hay que volver a trabajar en serio”, dice Cohan.

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