Ver el centro de Las Heras, la plaza... te acordás de tus amigos y el bobo te empieza a patear fuerte porque son muchos años de cariño de la gente. En la canchita aprendimos a jugar. Era de tierra; el polvo te ayudaba a molestar al arquero para hacer el gol. Allí pasábamos todo el día. Practicaba puntería con la referencia de los palos del arco. Así fui ganando precisión en los remates, especialmente en los tiros libres y los corners.
Nací en Ciudad, pero poco después nos mudamos a la calle Dr. Moreno, de Las Heras, mi nono, Vito, que era constructor y una persona muy organizada, tenía su casa en el terreno donde hoy está la Municipalidad de Las Heras, frente a la plaza, sobre calle San Miguel. Era italiano y con él vivimos un tiempo también, pero luego nos volvimos a Dr. Moreno.
Con mis amigos íbamos a la escuela General Las Heras. Recuerdo que casi todos los días estábamos en la canchita 5 de Octubre, que con los años se transformó en el Polideportivo Polimeni. El Club 5 de Octubre era de la Sociedad Italiana de Las Heras.
Recuerdo que organizaban fiestas y se presentaban orquestas de Buenos Aires. Mi nono era directivo de la entidad. Era un centro de reunión de las familias, con bailes, almuerzos. Allí conocí a mi señora, Olga, cuando tenía 11 años. Toda una vida hemos estado juntos.
Teníamos un grupo de amigos fenomenales, los de siempre. Con ellos compartíamos todo. Teníamos ese afán de jugar. El loco Diéguez, el Rafa Carrizo, Villalba, el Negro Castro, el Rabanito, el Tulo, era un equipo verdaderamente. Antes y después del partido estábamos juntos.
Casi todos éramos del mismo barrio. También había otros grandes jugadores como Grima, que era de otro lado, pero era una excepción; la mayoría éramos vecinos. Por eso los domingos jugábamos el mismo fútbol, entre amigos. No éramos jugadores de pizarrón.
Cuando tenía 17 años, un día acompañé al Chupino Cardone a Gimnasia y Esgrima y me pusieron a mí también para un amistoso con Gutiérrez y ganamos 6 a 1. Desde ese día me quedé 20 años en la primera en ‘Mi Club’.
En la época del ingeniero Nazar en el Lobo nos mudamos al barrio San Ignacio, en Godoy Cruz. También allí tengo muy buenos recuerdos. Hasta el tanque de agua del barrio lo habían pintado blanquinegro.
En aquella época ya tenía dos o tres negocios en el Centro. Los dirigentes de esa época me regalaron un Chevy ‘70. Después me vinieron a buscar del Real Madrid. El cónsul de España me regaló un reloj de oro y dijo: “Tú ya eres jugador del Real”. Me llamaron de Estados Unidos para jugar junto a Pelé.
Me hicieron una oferta millonaria pero acá tenía de todo: el cariño y respeto de la gente. Si hasta el presidente del Club, Don Francisco Luna, fue mi padrino de casamiento.
Cuando estuve en Chacarita me sentí muy bien, pero preferí volver. Me acordaba del compadre Bolita Sosa, El Polaco Aceituno, el Documento Ibáñez (que nos mira desde el cielo), aquél que corría y te entregaba la pelota para que hicieras el gol. Al otro día lo ibas a visitar al trabajo y te decía: “¿Ahora me venís a saludar? Ayer he corrido todo el partido para vos”.
Gimnasia era un club con grandes afectos y lo sigue siendo. El actual presidente, Fernando Porretta, me hace acordar a Don Tito Guzzo o Luna. Son dirigentes de los de antes. Ahora me van a hacer una fiestita por los 60 años en Gimnasia, que se cumplieron el 14 de marzo.
Actualmente, en el barrio Alimentación (Guaymallén) tenemos a los compadres. Aquí nos juntamos, comemos los asaditos y desde acá nos vamos a la cancha. Es una muchachada impresionante.
No me arrepiento de haberme quedado. He ganado muchos amigos; mucho dinero también (me lo gasté). Aquí estará siempre conmigo mi hijo Cocó, mis hijas Carina y Olga. Y ahora con mi nieto, Juli, vamos a ver los partidos de Gimnasia.