Calles saturadas de automotores, esperas de largos minutos, bocinazos y congestionamientos de diversa magnitud son una constante con la que nos hemos acostumbrados a vivir los mendocinos. Ocurre en las horas pico; apertura y cierre de los negocios, oficinas públicas y el ingreso y egreso de los chicos a las escuelas.
En estas circunstancias, la ciudad Capital no parece tener arreglo, pese a distintos ensayos intentados por los gobiernos municipales. Y como no hay grandes obras viales a la vista que puedan evitar o morigerar el caos vehicular actual, esta situación negativa mantendrá su vigencia. Tal vez la prometida reestructuración del transporte y la adecuación de nuevas formas de trasladar a los pasajeros podrán atemperar lo que hoy tenemos como realidad: una urbe inviable en materia de circulación de automotores.
El particular que ingresa a la ciudad o la cruza para ir a diferentes destinos, tiene necesariamente que armarse de mucha paciencia y procurar que sus nervios no estallen ante tantas complicaciones. El panorama, entonces, es complicado por donde se lo mire.
Reducir el parque automotor no se advierte como posible ni incorporar ómnibus de menor tamaño, como tampoco está en el horizonte de posibilidades que más hombres y mujeres utilicen bicicletas para movilizarse, ya que esa interesante modalidad de desplazarse tiene un techo de cultores; no es para todos.
Lo que nos parece que se podría aportar para retraer la actual anarquía vial es volcar a las calles de la ciudad, y de los sectores vecinos de los departamentos lindantes, más policías de tránsito que condujeran por espacio de una o dos horas las encerronas que se producen en las arterias por distintos motivos.
A veces las razones de los inconvenientes son calles con un determinado ancho que se saturan rápidamente y no permiten el avance del tránsito vehicular particular ni de las grandes unidades de transporte; en otras ocasiones los atascos se producen en los sectores donde hay escuelas públicas y privadas, sitios que registran doble fila para el descenso de los chicos. Esta acumulación de razones, algunas menos defendibles que otras, son la causa de los congestionamientos de tránsito que tantos disgustos causan.
Podría ensayarse el aporte de una cuota extra de policías de tránsito en los sitios clave de la ciudad, especialmente entre marzo y diciembre de cada año, con la meta de avanzar hacia un desplazamiento más coherente y ordenado del flujo vehicular. Ese personal vial actuaría en remplazo provisorio de los semáforos, actuando por encima del medio mecánico hasta tanto la marcha consiga una natural fluidez.
Hay muchos escenarios de tránsito atascado que podrían mejorar con el aporte de personal especializado. Yendo por calle Belgrano de Godoy Cruz hacia la ciudad, en las intersecciones con Minuzzi y más allá en Barraquero, es un ejemplo. Siguiendo por la misma arteria, pasando Morón, y ya circulando por calle San Juan, también se producen inconvenientes debido al descenso de alumnos de un colegio privado y otro estatal con dobles filas de ambos lados de San Juan que terminan complicando la transversal Morón.
Tapones por el estilo se producen en Yrigoyen y San Martín y en Vieytes y San Martín, en Godoy Cruz; en calle Córdoba frente a un importante centro educativo, y en Primitivo de la Reta, antes de arribar a Rondeau.
Pero, seguramente el lector dispondrá de su propio vía crucis diario.