Gabriel Zucman es un economista francés de 27 años que decidió resolver un misterio: ¿por qué los balances cada año muestran más pasivos que activos, como si el mundo estuviese en deuda consigo mismo?
En los últimos veinte años, los pocos economistas internacionales que abordaron este tema ofrecieron una explicación sencilla: evasión fiscal. El dinero que, digamos, se va de EEUU a un refugio impositivo offshore se registra en el país como un pasivo, pero no se asienta en ninguna parte como un activo; su misión, después de todo, es desaparecer. Pero hasta ahora los economistas no tenían cifras para confirmar sus sospechas.
Tras analizar datos difundidos en los últimos años por los bancos centrales de Suiza y Luxemburgo sobre las cuentas bancarias de extranjeros y luego extrapolarlos a otros paraísos fiscales, Zucman aportó números creíbles sobre la evasión fiscal, demostrando que es desenfrenada y un factor importante de la desigualdad de la riqueza.
Según el cálculo de Zucman –conservador, en su opinión– U$S 7,6 billones (8% de la riqueza patrimonial de los particulares en el mundo) está en paraísos fiscales. Si todo este dinero ilegalmente oculto estuviese registrado y gravado como corresponde, los ingresos fiscales internacionales crecerían más de U$S 200.000 millones por año, dice. Y estas cifras no incluyen la evasión fiscal, mucho más abultada, de las empresas, que suele seguir la letra pero no el espíritu de la ley.
De acuerdo con las estimaciones de Zucman, el 20% de todas las ganancias de las empresas en EEUU es enviado offshore, y la evasión fiscal priva al Gobierno de un tercio de los ingresos fiscales de las empresas. La evasión tributaria del sector empresarial se ha naturalizado tanto que desde fines de los 80 hasta hoy, la tasa efectiva del impuesto a las empresas en EEUU cayó de 30% a 15%, observó Zucman, aun cuando la tasa nominalmente no ha variado.
Zucman, profesor de Economía en la London School of Economics, forma parte de una ola de economistas que hacen foco en los datos, liderada por su mentor, Thomas Piketty, de la Escuela de Economía de París. El libro de Zucman sobre evasión fiscal, The Missing Wealth of Nations (“La riqueza desaparecida de las naciones”) fue un best seller en Francia el año pasado.
Los números de la evasión fiscal presentados por Zucman son tan contundentes que echan por tierra supuestos comunes, como la idea de que China se ha vuelto el “dueño” del mundo mientras que Europa y EEUU se han convertido en grandes deudores. La idea del endeudamiento del mundo rico es “una ilusión creada por los paraísos fiscales”, escribió Zucman en un trabajo publicado en 2013. De hecho, si los activos offshore fuesen medidos correctamente, Europa sería un acreedor neto, y la deuda de Estados Unidos bajaría de 18% de su PBI a 9%.
Unicamente las multinacionales y las personas con, por lo menos, U$S 50 millones en activos financieros suelen tener los recursos para evadir impuestos vía offshore. Como los menos acaudalados siguen pagando impuestos, la práctica profundiza la desigualdad económica. Por cierto, los esfuerzos renovados de EEUU para frenar la evasión tributaria de particulares, codificados en la Ley de Cumplimiento Tributario de Cuentas Extranjeras, han permitido que el servicio de impuestos imponga fuertes sanciones contra los bancos extranjeros que no informen sobre cuentas de estadounidenses. Esto hace “que a los moderadamente ricos les resulte mucho más difícil eludir al fisco”, dice Zucman, mientras que los titulares de cuentas más acaudalados disponen de técnicas evasivas más elaboradas.
“En los años 80 hubo un gran cambio de actitud”, señala Zucman. “En los ‘50, ‘60 y ‘70, los impuestos eran mucho más altos, y sin embargo no se consideraba normal tratar de minimizar fuertemente la declaración para evadir impuestos”. A Zucman no le resulta casual que la era de la evasión fiscal generalizada se inició durante la gestión de Reagan, con la idea de que el gobierno es una bestia que debe ser hambreada.
La evasión en gran escala distorsiona las estadísticas económicas clave, por eso a los funcionarios se les hace difícil controlar la economía o hacer política, señala Zucman. Erosiona el respeto por la ley, impidiéndole al gobierno llevar a cabo una de sus tareas fundamentales. Desalienta la creación de empleo porque recompensa a las personas y a las empresas por tener el dinero en el exterior, en lugar de invertirlo en el propio país.
Pese a los obstáculos que enfrenta la ley de cumplimiento fiscal, Zucman piensa que su aprobación marcó un giro global, al iniciar una era de “notable progreso” en la reducción del secreto bancario. Así y todo, sólo un abordaje internacional puede detener la evasión fiscal, agrega. Se precisa un registro financiero internacional, que daría seguimiento a la propiedad patrimonial del mismo modo que los estadounidenses hoy llevan registro de los activos inmuebles. “Si no podemos medir la riqueza, es casi imposible gravarla”, afirma.
Un registro impediría que las multinacionales pudiesen atribuir falsamente ganancias a paraísos fiscales en lugar de a los países donde deberían ser gravadas. EEUU y Europa podrían crear las condiciones para dar impulso a un registro global estableciendo registros nacionales para sus residentes, y quizás incorporando la idea al tratado de libre comercio que están negociando Europa y EEUU. Lo que es indudable es que no hay justificación económica, política ni moral para la evasión fiscal: ésta existe sólo debido a la influencia política que la riqueza compra.