El Vaticano y su relación con Cuba

La reunión del papa Francisco con el presidente de Cuba, Raúl Castro, sirvió para acercar posiciones en la relación entre el Vaticano y la isla, y también para ratificar el acuerdo alcanzado entre La Habana y Estados Unidos.

El Vaticano y su relación con Cuba

“El Papa (Francisco) está haciendo que vuelva a ser católico”. Las expresiones del presidente de Cuba, Raúl Castro, tenían un contenido más amplio que el de su fe religiosa, porque alcanzaba a las gestiones que realizó el Vaticano para que llegaran a buen puerto las conversaciones que mantenía el gobierno de la isla con sus pares de Estados Unidos para recomponer las relaciones diplomáticas.

Quedó demostrado también el modo de hacer política por parte de la diplomacia vaticana, a punto tal que destinó 55 minutos a la reunión de Francisco con Raúl Castro, sólo tres minutos más del tiempo que demandó la reunión que el Papa mantuvo en marzo con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama.

El encuentro sirvió también para acercar -abiertamente- posiciones en las relaciones entre los dos Estados, afectadas durante décadas. En este aspecto, sólo cabe recordar que las diferencias comenzaron inmediatamente después del ingreso de Fidel a La Habana, porque algunos sacerdotes no habían visto con buenos ojos las acciones en Sierra Maestra, lo que provocó que el régimen expulsara de la isla a una gran cantidad de religiosos, mientras otros fueron condenados por comportamientos contrarrevolucionarios. Sin embargo, pese a las profundas diferencias, el gobierno de Castro nunca rompió los lazos diplomáticos con el Vaticano.

Los primeros acercamientos se produjeron inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín, cuando Fidel Castro ordenó que Cuba cambiara de un Estado ateo a uno laico, lo que permitió que los católicos pudieran ser miembros del Partido Comunista y, por contrapartida, los comunistas también tenían derecho a ser católicos.

Años más tarde, en 1998, el papa Juan Pablo II se convirtió en el primer jefe del Vaticano en visitar La Habana, oportunidad en que no sólo criticó la pérdida de valores y el creciente secularismo en el mundo occidental, sino también el embargo estadounidense contra la isla.

Pidió entonces: “Que Cuba se abra al mundo y que el mundo se abra a Cuba”. Casi a modo de agradecimiento por el apoyo, el régimen comunista decidió levantar la prohibición de procesiones públicas, se restituyó el feriado de Navidad y en 2012, durante la visita que realizara el papa Benedicto XVI, reintroducir el Viernes Santo como feriado oficial.

Esas actitudes del Vaticano provocaron que los cubanos exiliados en Miami formularan duras críticas contra la Iglesia Católica, acusándola de ser complaciente con el régimen. Pero la Santa Sede decidió continuar con su política, aprovechando los anuncios de apertura económica y de algunas reformas introducidas por un Raúl Castro más abierto al mundo que su hermano Fidel.

Esa paciencia eclesiástica dio sus frutos, y el 17 de diciembre del año pasado puede ser considerado un día clave, ya que Estados Unidos y Cuba anunciaron en forma conjunta el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, revelando que el papa Francisco había cumplido un papel fundamental en la decisión final.

El actual presidente cubano, Raúl Castro, como su hermano Fidel, se formaron en el Colegio Jesuita de Santiago de Cuba; quizá esa raíz -común con el papa Francisco- haya revivido y facilitado la actual muy buena relación.

Francisco decidió, días pasados, hacer una escala en la isla, en setiembre, de camino a su visita apostólica a los Estados Unidos. Pero la Cuba que lo recibirá será muy diferente de la que vieron sus pares anteriores porque el acercamiento con Estados Unidos ha provocado la posibilidad de nuevos negocios; varias empresas han manifestado su interés de invertir en la isla.

Raúl Castro, aunque sea por necesidad, continúa con su política de apertura al mundo y las relaciones con la Iglesia viven un momento especial si nos atenemos a lo que sucedió durante más de medio siglo.

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