Los desdoblamientos electorales realizados este año en Mendoza en diferentes fechas mostraron, en gran medida, los beneficios que para la ciudadanía supone pensar en sus candidatos locales y no tanto en los grandes referentes de la política nacional a la hora de decidir por quién votar. Ocurrió a nivel provincial y también para la elección de intendentes departamentales.
El calendario establecido para la provincia, que se inició con las primarias abiertas de junio y concluyó hace una semana con la elección de gobernador y vice, legisladores y autoridades municipales, separó totalmente el contexto nacional de las inquietudes de una mayoría de mendocinos, según los resultados obtenidos por los distintos espacios. El dato no es menor, si se tiene en cuenta que las referidas fechas para concurrir a las urnas y elegir autoridades mendocinas quedaron inmersas en el cronograma nacional (PASO del 11 de agosto y generales del 27 de octubre), con todo lo que siempre influye en la sociedad argentina un proceso electoral de semejantes características.
En un contexto económico muy complicado y de indudable incidencia en el humor social, se produjo aquí hace pocos días un resultado que reflejó, sin dudas, la valoración de la gestión provincial de estos últimos años y le dio un aval a quien se postuló para tomar la posta en el referido proceso. De modo que se debe resaltar el establecimiento de un calendario electoral propio en la Provincia, fijado durante la actual gestión y consolidado en el reciente proceso de renovación de autoridades ejecutivas y legislativas.
Hubo un fuerte contraste con iniciativas de desdoblamiento en años anteriores, en las que por lo general se habían impuesto intenciones meramente especulativas por parte de las autoridades de turno que no siempre arrojaron resultados satisfactorios para quienes las impulsaron.
Hasta en la maniobra de algún modo especulativa que ejercieron este año cuatro intendentes, que con el adelantamiento de la fecha electoral en sus territorios buscaron quedar a salvo de la limitación a las reelecciones que impuso el Poder Ejecutivo, también se produjo un resultado que fue en contra de todas las previsiones previas, al destronar un candidato de la oposición en San Martín a un jefe comunal arraigado después de varios períodos sucesivos.
Otros ejemplos de provincias de enorme caudal electoral y voto debidamente evaluado por parte de la gente también sirven para confirmar la trascendencia del desdoblamiento con respecto a las convocatorias nacionales. Los casos más valederos son los de Córdoba y Santa Fe, que eligieron, como en anteriores oportunidades, a sus gobernantes en la primera mitad del año con resultados en los que nítidamente los votantes se apartaron de la influencia nacional, tanto de parte del oficialismo como de sectores de la oposición.
Y el ejemplo de Mendoza, con una campaña movilizada por el oficialismo local para cerrar fronteras a la influencia foránea, se potencia si se tiene en cuenta el inocultable impacto que generaron las primarias abiertas presidenciales de agosto, con una clarísima ventaja para uno de los espacios de la oposición al gobierno nacional. Eso aquí no se advirtió en el reciente comicio. Se destaca este buen ejemplo de utitilización de un calendario propio por parte de la provincia de Mendoza, al quedar claramente demostrada la posibilidad de que el votante pueda priorizar la evaluación de lo que han venido realizando sus funcionarios, tanto en el ámbito provincial como del propio terruño.
Es una forma de neutralizar los efectos de un sistema presidencialista fuerte, muchas veces avasallante, que no siempre permite priorizar intereses y necesidades propias de una región.
