El regalo se ha extendido más allá de los horizontes de una religión, el ritual de las fiestas y la celebración de fin de año. Lo que viene sucediendo, y que genera cierta preocupación, es que nos estamos viendo invadidos por una lógica y necesidad de consumo, en la que entramos en una vorágine donde la elección (es decir el espacio de reflexión que tiene que ver con la culminación de un año, con el saber poner un freno) también se está diluyendo. Entonces entramos en este universo de consumo, en donde no sólo los adultos hacemos agua sino que también arrastramos a los niños de la casa hacia una cierta forma de asimilar y vivir la sociedad.
En el caso de los juguetes, como regalo, me parece que lo que tiene la infancia, y el marco de la niñez, es que los juegos, y por supuesto los juguetes, son importantes para el desarrollo, para a partir de allí establecer ciertos valores: comportamientos, formas de relacionarse, construcción de identidades, relaciones más igualitarias en términos de jerarquía (o no) entre muchos otros.
Sin embargo los juguetes hoy son productos más que nada del consumo (es decir en mercados con producciones comerciales y económicas), por lo que vale la pena preguntarse (a la hora de elegirlos como regalos) los valores que como sociedad queremos desarrollar. Una opción consciente para no reproducir de alguna manera en esas elecciones, los valores que socialmente se repudian. ¿Un ejemplo?: la violencia y los objetos de juego que tengan que ver con este concepto, o desigualdades de género, cuando por ejemplo, le regalamos a los varones juguetes más deportivos; y a las nenas, bebotes o aquello que tiene que ver sólo con lo doméstico.
Después nos convertimos en una queja constante y viva de la sociedad que vamos construyendo; pero, en esos pequeños actos que se ritualizan, estamos haciendo agua, cuando nos incluimos en esta lógica de consumo que no podemos frenar.
El fin de año nos propone un balance y es enriquecedor llegar a efectuarlo de manera reflexiva, respecto a los valores que anhelamos como sociedad, y siendo coherentes a la hora del mimo o ritual del regalo hacia los más pequeños; que irán aprehendiendo junto a nosotros, el sentido que supuestamente se anhela.