El valor de nuestro esfuerzo

El valor de nuestro esfuerzo

Debemos estar atentos en el análisis de cómo alcanzamos nuestros resultados, de qué manera sabemos sacarle provecho al esfuerzo que realizamos en pro de aquello que nos proponemos alcanzar.

Para mejorar en muchos aspectos decisivos es necesario tener bien claro cómo consideramos ciertas cosas en la actualidad. Una perspectiva acerca de nuestra propia actitud actual es completamente relevante, cuando nos proponemos alcanzar una mejoría o aumento del rendimiento. Vale decir que estamos plenamente identificados con la importancia de evaluar cómo estamos manejando nuestro esfuerzo, revisar de qué manera estamos logrando nuestros resultados.

Se nos agrega que es necesario definitivamente, en pro de optimizar el esfuerzo adecuado a fin de que genere resultados positivos, el que definamos bien nuestras metas. Al respecto se nos indica que una forma de aumentar el rendimiento es establecer metas inteligentemente. Una meta inteligente nos permite visualizar obstáculos y oportunidades de tal manera que sepamos sortear unos y aprovechar las otras.

Las metas no deben fijarse tan altas, que se sospeche que no la podemos alcanzar. Ni tan por debajo de nuestras posibilidades; hay que estar seguros de que la lograremos. Por ello en otras notas, he recomendado la planificación y la estructuración de metas realistas. Las metas deben fijarse de manera que sepamos que es posible alcanzarlas y deben ser de tal forma que siempre estén por encima de nuestro rendimiento habitual.

Esto plantea un único problema, que es el de definir bien el punto que es posible alcanzar aunque permanezca por encima de nuestro rendimiento habitual. Ese es el primer problema para nuestra inteligencia en relación con las metas. El otro , se nos indica, es la elección de los desafíos que vale la pena aceptar.

Un desafío como el que decimos deberá ser algo que nos motorice hacia el aumento del rendimiento. Téngase presente que tiene que existir siempre un incentivo para aceptar desafíos. El desafío debiera buscarse siempre, el placer estará en perseguirlo sabiendo que nos lleva a un aumento del potencial en nuestras habilidades naturales.

Se nos sugiere llevar a cabo autoevaluaciones que nos proporcionen información que haga mejorar nuestro rendimiento. Al respecto se señala que eventualmente necesitamos recuperar autoconfianza, ya que nos vemos superados por las condiciones o circunstancias en las que nos hallamos.

Esto no significa que por el mero hecho de reconocer la necesidad tengamos resuelto el punto. Debemos hacer algo más sustancial para volver a pararnos ante los desafíos que encararemos de manera realista y confiando plenamente en nosotros mismos.

Hay una serie de recomendaciones que sintetizan los principios clave para optimizar nuestro rendimiento en cualquier área en que nos desempeñemos.

Evitar negar la realidad. Podemos caer en la tendencia a negar la realidad con más facilidad que en la de percibirla tal cual es. Negarla es desinformarnos. Menos información es menos oportunidades.

No planificar sin entrar en acción. Demasiado análisis produce parálisis y demasiada planificación es peor aún que la acción sin planificación.

Evitar actuar por motivaciones confusas. Las motivaciones son más importantes que los logros. Esclarece todo propósito que te impulsa.

No hacer esfuerzos sin planificar. Piensa en el objetivo, los medios y la estrategia. La impulsividad origina derroches y pérdidas.

Procurar adoptar valores propios. Si no hemos clarificado bien nuestros motivos ni lo que el logro del objetivo significa para nosotros, funcionamos sin dirección propia y podemos llegar a boicotearnos con las contradicciones eventuales. Así ponemos en riesgo nuestro progreso o evolución.

Evitar tener estimaciones de tiempo y expectativas poco realistas. Toma perspectiva y observa las cosas como parte de un proceso y no como acontecimientos aislados. Toma tiempo obtener el mejor resultado.

Evitar el desperdicio de energías. Quien mucho pretende abarcar poco puede controlar. Procura hacer un trabajo excelente en objetivos elegidos sin derrochar energías en demasiados frentes.

Evitar intentar siempre hacer todo solo. Innumerables veces necesitamos la cooperación y la ayuda de otros. Aprende a pedir ayuda o colaboración cuando lo necesites.

No tener miedo al fracaso. El miedo al fracaso es el verdadero origen del mismo. Y el miedo se mantiene firme sólo cuando el conocimiento está ausente; el temor retrocede ante el conocimiento. Para cambiar de ánimo, procura aumentar el conocimiento sobre la situación o el ítem.

Siempre intentar enfocar la atención. Los logros requieren concentración. Mejora tu capacidad de ponerte en acción y permanecer enfocado cada vez por más tiempo.

Por otra parte la psicobiología nos insiste en dormir bien, reducir el estrés y aportar a la dieta los suplementos vitamínicos necesarios para afrontar biológicamente el esfuerzo.

La importancia de la motivación
No hay esfuerzo si no hay motivo. Sin motivación es imposible que alguien luche por una meta. Sin una meta, sin un objetivo no existe el movimiento.

Será de la motivación de donde surja la disposición para el esfuerzo. Detrás de cada actividad que realizamos siempre hay una motivación que actúa como el motor que nos va a permitir realizar el esfuerzo necesario para alcanzar las metas.

Por tanto, es básico conocer, aplicar y generar las motivaciones que impulsan al niño, para lo que se deberá conocer y escuchar a los hijos, entrenándoles en la capacidad de motivarse a sí mismos. Esperar la suerte, la lotería, ser “elegido” son respuestas pasivas que no implican apenas esfuerzo. No hay esfuerzo cuando se tiene todo lo que se desea, no hay esfuerzo cuando antes de abrir la boca se tiene una necesidad cubierta.

La capacidad de esfuerzo está en cada uno de los individuos pero es fácilmente desviable hacia fines distintos de la correcta conducta: si se ven bombardeados por otras expectativas de vida, el éxito fácil de algunos ídolos, la precariedad del empleo, el nulo esfuerzo para alcanzar otras metas más elementales.

El esfuerzo es un valor que no viene de nacimiento sino que los padres y madres tienen que enseñar a sus hijos, ya que necesita de un entrenamiento que consiste en la creación de hábitos a través de la constancia. El valor del esfuerzo en la formación de una persona es esencial. Al enseñarlo, se transmiten además otros valores primordiales como la fortaleza, la paciencia, la tolerancia y la generosidad.

¿Cómo podemos inculcar el valor del esfuerzo en esta complicada sociedad que aboga por lo contrario?

No hagas todo a tus hijos. Déjales que tomen responsabilidades acordes con sus edades. Si se empieza por enseñarles a esforzarse en cosas pequeñas, serán capaces de hacerlo más adelante ante las grandes dificultades que la vida les depara:

- Enséñales con el ejemplo. A veces, las acciones son más importantes que las palabras.
- Ayúdales a marcar metas realistas.
- El sufrimiento es esperable. No tengas al hijo entre algodones. Aprender que el sufrimiento y la frustración forman parte de la vida los hará más maduros emocionalmente.
- Ayúdales a vencer la impaciencia.
- Dialoga con tus hijos, explícales los por qué. Seguramente entenderán muchas cosas sobre el valor del esfuerzo si los ayudas con tus palabras.

Para recordar. La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de la conjunción del esfuerzo y la inteligencia actuando sólidamente unidas.

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