Cuando se habla del proceso de avance científico y tecnológico, a partir de la revolución generada por la industria del software, soporte tanto de la robótica como de la nanotecnología, la gente suele mirar al sector industrial moderno, donde se generan elementos industriales actuales. Pero el avance tecnológico está llegando a todos los sectores y uno de ellos es el campo.
La necesidad de mejoras en la productividad primero apareció en la pampa húmeda, donde las explotaciones extensivas permiten amortizar inversiones rápidamente por un crecimiento de la productividad. Muchas veces, se parte de un cambio en las técnicas de gestión que termina generando la demanda de máquinas adecuadas, como ocurrió en los granos con la siembra directa. Porque la tecnología no sólo son “fierros” sino también tecnologías blandas de gestión, o sea inteligencia puesta en marcha.
En la agricultura mendocina los cambios fueron lentos pero los avances han sido importantes. Una de las primeras innovaciones fue el riego por goteo, una técnica de gestión para aprovechar al máximo los turnos de agua, guardando el líquido en una cisterna para luego administrarla a las plantas en forma dosificada y evitar el estrés hídrico. Este sistema mejoró la calidad de los productos en los viñedos y las cantidades de frutales y hortalizas. El ritmo del riego es administrado por una computadora a la cual reportan sensores de humedad y es la máquina la que dispone el riego selectivo por sector.
Otra innovación significativa fue la introducción de máquinas cosechadoras de uva para moler, ya que aseguran la calidad de los frutos y generan un nivel muy elevado de productividad. Para ello, se fueron adaptando los viñedos, a efectos de adecuarlos a las alturas necesarias para que la máquina haga su trabajo completo. Luego han aparecido podadoras, que aceleran este tipo de trabajo, aunque en algunos viñedos para uvas de alta gama siguen prefiriendo la poda tradicional.
Hoy en el mundo, que compite con nuestra producción, ya es normal ver la aparición de robots para todo tipo de tareas. Hay uno apto tanto para granos como para hortalizas que se mueve con energía solar y hace un escaneo de las plantas en busca de plagas. Cuando el robot lo detecta, inyecta la dosis exacta de insecticida en la planta. Esto es mucho más respetuoso del ambiente y ahorra un 50% del gasto en curaciones.
Existen en Holanda invernaderos para frutas y hortalizas que disponen de robots para cosecha. Estos van escaneando las frutas una por una y, de acuerdo a los parámetros que lleva programados, cosecha las que se encuadren y deja a las que les falta. Todos los días hace el mismo trabajo hasta completar una cosecha donde todos los frutos parten del mismo punto de madurez. En esos mismos lugares han desarrollado una tecnología para capturar el CO2 (anhídrido carbónico) que las plantas exhalan de noche. Dicho gas se conserva y durante el día, mientras que las plantas lo consumen en su proceso, se le inyecta utilizándolo como un fertilizante foliar natural.
De a poco nos vamos acostumbrando a la presencia de estos aparatos inteligentes, a los que genéricamente llamamos robots, en nuestra vida cotidiana.
Así como los tenemos incorporados en los automóviles modernos, también aparecen desde hace tiempo en la medicina, que utiliza cada día métodos menos invasivos.
Y el campo no será la excepción, como ya lo es en infinidad de procesos industriales. Frente a este hecho de la realidad, tenemos que afrontar seriamente una planificación que debe ser didáctica y no obligatoria, para transferirle al empresario del campo la necesidad de asumir estas innovaciones a fin de que su propiedad no pierda valor.
En estos días el gobierno provincial ha debido intervenir nuevamente para asistir a sus actores ante una nueva crisis, generada por ellos mismos. Es hora de comenzar a trabajar desde el ámbito político, empresario y científico a fin de encontrar los caminos necesarios para mejorar o cambiar los destinos de la propiedad. Para proteger las pequeñas parcelas se debe asumir que la única forma de conseguir escala es uniéndose con otros similares y que la forma de agregarle valor a su producción es volcándose a la producción orgánica, posibilidad que nuestro clima nos permitiría sin mayores costos.