El uso de anabólicos en economía

Una economía como la argentina no crece ni se desarrolla con mero consumo interno apoyado en anabólicos.

El uso de anabólicos en economía
El uso de anabólicos en economía

La economía argentina atraviesa un ciclo recesivo de casi 18 meses. Las causas se explican en los ajustes tarifarios para eliminar subsidios, los que impactaron en la inflación y en el tipo de cambio. Además, la subsistencia de un elevado déficit fiscal generó una expansión monetaria que le fue quitando poder adquisitivo al peso.

Para salir del déficit el gobierno, en lugar de bajar el gasto público, aumentó los impuestos y la bola de nieve se hizo cada vez más grande.

Mientras esto ocurría, los salarios no crecían en la misma proporción, pero algunos sectores tenían crecimientos mayores al promedio inflacionario e impactaban de lleno en los bolsillos argentinos.

¿Por qué había que eliminar los subsidios? Porque eran la causa principal del déficit público y eran usados como un anabólico durante el gobierno anterior para que los ciudadanos tuvieran la sensación de un mayor poder adquisitivo. Estas decisiones, unidas a la manipulación de las estadísticas, tenían por objeto construir un discurso que creara la imagen de un estado benefactor con políticos generosos y sensibles. El sistema de subsidios del gobierno kirchnerista gastó u$s 193.000 millones en 10 años en generar “sensaciones” engañosas de bienestar. También se prohibió la exportación de trigo, maíz, carne y leche, generando desabastecimiento y un vuelco masivo al cultivo de soja.

Todos esos subsidios produjeron un inmenso déficit, buena parte del cual se volcó en Lebac, porque el Banco central absorbía una parte de los excesos de circulante y hoy se hace con Leliq. El actual stock de estas letras, medidas en dólares, equivale a la mitad de las Lebac pero siguen siendo un riesgo porque son inflación reprimida y una promesa de emisión futura. Durante el kirchnerismo, el déficit se cubría con emisión del Banco Central y ahora se hace con endeudamiento externo e interno.

Todas las ficciones monetarias tendientes a generar sensaciones de bienestar tienen dos problemas. Producen un daño cultural, porque la población supone que los que les dan este beneficio saben lo que hacen sin darse cuenta que luego se lo quitan por la vía de impuestos o inflación. Lo cierto es que quien recibe este beneficio, sin haberlo pedido, no quiere que se lo saquen y cuando esto ocurre crece el malestar social. El otro problema es el daño en la economía porque quita los incentivos a la inversión genuina, que es la única que puede generar puestos de trabajo en serio.

Con subsidios y sin inversiones el gobierno anterior pretendía que la economía creciera solo empujada por el consumo interno, lo que es imposible. Aun con salarios reales más altos, el mercado interno no sería suficiente y haría falta más inversión para crecer en productividad, exportar y  conseguir tasas de crecimiento reales. Todo lo contrario a lo que se hizo en la Argentina.

En la actualidad, con una recesión sostenida, el gobierno acaba de recurrir nuevamente a anabólicos para intentar reactivar a algunos sectores de la economía pero corre el riesgo de estar introduciendo nuevas distorsiones, además de generar privilegios sectoriales inaceptables. El plan para estimular la venta de autos no resiste el menor análisis. La Nación va a gastar $1000 millones para estimular la venta de autos que, en el último año, crecieron más de un 80% y las terminales, que gozan de protección y varios privilegios más, ahora reciben esta ayuda inaceptable. Si el gobierno quiere estimular la economía lo que debe hacer es bajar impuestos ya que una reactivación le devolvería los impuestos que sacrificaría bajando las tasas. Lo mismo se hace con los planes Ahora 6, Ahora12 y Ahora 18, con tasas subsidiadas cercanas al 20%. Acá es para favorecer a sectores de indumentaria, calzados, electrónicos y electrodomésticos. Sería razonable que las reducciones de las tasas abarcaran al sector productivo y la sociedad en su conjunto.

No es posible seguir con los viejos métodos de creer que fomentar el consumo interno es el camino para reactivar la economía. El único camino posible es bajar el gasto público y eliminar subsidios generales y solo sostenerlos en forma dirigida y por un tiempo dado. La baja de las tasas está en manos del gobierno para atraer inversiones que puedan crear nuevos trabajos productivos, pero se debe avanzar en la reforma laboral e impositiva. Los anabólicos son de corto recorrido y luego hay que volver a enfrentar la realidad.

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