Hubo épocas, no hace tanto, en que lo visualizábamos con una total dependencia con la tecnología. Porque en el futuro la tecnología reemplazaría cualquier esfuerzo físico y crearía condiciones artificiales de confort. Sin embargo, las cosas no han ido por ese lado. El futuro que hoy imaginamos es menos tecnológico y más biológico. Menos autos y más transporte público, peatones y bicicletas. El futuro entremezclará la biología y la construcción.
Pero hay más que eso. Las ciudades son el desafío de este siglo y de los tiempos por venir y tales cosas no ocurrirán en el futuro; están pasando hoy. Los acontecimientos se han precipitado y el futuro que imaginamos lejano, está ocurriendo en el presente.
Es importante ver lo que sucede en otras latitudes y longitudes. Mientras nos sorprendemos con lo que ocurre y piensan, otros se sorprenden con lo que tenemos y nos negamos a ver. Si desconocemos qué ocurrió en el suelo que pisamos, siempre nos faltará el marco de referencia para analizar nuestra realidad y encontrar soluciones acordes a los problemas de estos tiempos.
Si en algún momento decidiéramos tomar “el toro por las astas”, sería indispensable saber qué pensaron quienes orientaron las obras que consolidaron este modelo de asentamiento humano que hizo habitable estas tierras secas. Es la estructura que ha dado soporte al espacio que habitamos, las costumbres que fueron forjando la ética y la moral pública, las necesidades que transformamos en hábitos y que, de tan habituales, se nos hacen difíciles de ver. Un territorio que no es agrícola o urbano. Este territorio árido, cosido por zanjones y caminos, pendula entre la ciudad y la agricultura; las mezcla y reinterpreta el paisaje. Es rur-urbano. Así nació, así es hoy y así será en los días que vendrán.
Cuando el modelo estaba en su apogeo, el ingeniero Frank Romero Day lo definió en un discurso que no ha perdido vigencia: “El equilibrio de ciudades y campo es posible... Existe en otras partes, en otras naciones. Hay también un ejemplo en nuestra tierra. Es Mendoza, alegre y simpática; atrayente y variada. Hermosa con sus calles arboladas y limpias sus calzadas... Sin embargo, Mendoza no apaga a sus campañas. Mantiene para ellas la hermandad de recíproco servicio, siguiendo cada cual, en íntima armonía, su progreso. …hemos extendido el urbanismo a villas y villorrios. Agua corriente, luz, teléfonos, buenos caminos, servicios sanitarios por doquier; fácil acceso a la Capital. Hemos hecho que la vida en campaña no sea un sacrificio…
Y las casas de campo de Mendoza no dan la impresión de aislamiento. Bien al contrario, hasta las más modestas, rodeadas de viñedos y huertas con frutales, en el marco soberbio de los Andes... Su encanto irradia por igual sobre el vasto territorio mendocino. ¿Es urbanismo aquello?. Creo que sí. Urbanismo no es sólo el adelanto de grandes capitales. Es también de ciudades, villas, aldeas y villorrios. Es estudio de viviendas, aún aisladas; es acceso y es salida.
Es relación del centro con el campo. Es equilibrio entre las fuerzas creadoras y el organismo que las transforma... Es la armonía del trabajo y del descanso, en todas las situaciones y donde quiera que se encuentren. Es el afán de perfeccionar a la humanidad, mejorando el ambiente en que se mueve; es un idealismo práctico, sincero, general y magnífico... “Urbanismo integral” quiero llamarlo… Para ser armonioso y fecundo, debe abarcar con su influencia, vigorizante y sana, toda la amplitud de nuestra tierra, buscando la solución que la nación reclama”. (Ing. Frank Romero Day, 1° Congreso Argentino de Urbanismo, octubre de 1935).
Fue también por esos años cuando el Arq. Daniel Ramos Correas definió los parámetros estéticos que caracterizan a nuestro urbanismo y paisaje: “Un parque es, en esencia, la ficción que se hace de la floresta virgen mediante procedimientos artísticos que, al aplicarse, logran dentro de lo artificial, la aproximación de la composición pictórica a las sugerencias de la naturaleza libre, cuyos aspectos quedan al alcance del hombre urbano…
Si un parque es, en síntesis, lo que se esboza a manera de ensayo de definición, nuestro parque General San Martín, que es, posiblemente único en la nación por las características de su naturaleza, necesariamente tiene que responder en su configuración artística, en su ficción panorámica y en los atributos de belleza proporcionados por el ingenio y técnica del hombre a aquella idealidad estética… Razones de estética y de cultura ciudadana en un pueblo democrático exigen que los paseos sean ampliamente abiertos, sin solución de continuidad con el núcleo urbano que completan” (Arq. Daniel Ramos Correas, Plan de conservación, terminación y mejoramiento del Parque General San Martín, 27/01/1940).
Hijo del riego inca y la utopía autoritaria de las Leyes de Indias; de una planificación que se abrió paso entre un terremoto y las pestes; de un racionalismo traído de los pelos a esta periferia del mundo, entre idealista, romántico, aristocrático y democrático. De eso tuvo y tiene los genes este urbanismo que nos resistimos a reconocer. Que nos sirvieron en bandeja con todos los criterios urbanísticos de estos días y los días que están por venir. El futuro será más biológico, como lo es esta Ciudad-Bosque, simbiosis entre tierra seca, río, árboles, chacras y viñas, ciudades y pueblos. Y zanjones y caminos que cosen el territorio y le dan dimensión humana.
El 8 de noviembre se celebró el Día Mundial del Urbanismo
Desde 1949, gracias a la iniciativa del ingeniero argentino Carlos María Della Paolera y a pedido del Instituto Superior de Urbanismo de la Ciudad de Buenos Aires, se conmemora el Día Mundial del Urbanismo en esa fecha. La misma se instituyó con el objetivo de fortalecer la conciencia acerca de lo importante que es vivir en ambientes sanos y agradables, con abundancia de espacios verdes. Se celebra en más de 30 países de cuatro continentes.