El último trabajo del Gran Capitán

El último trabajo del Gran Capitán

El bloqueo anglofrancés al Río de la Plata -también conocido como la Guerra del Paraná- tuvo lugar entre el 2 de agosto de 1845 y el 31 de agosto de 1850. Durante el mismo, las escuadras británica y francesa cerraron al comercio todos los puertos de la Confederación Argentina  y los de la República Oriental del Uruguay, con excepción del de Montevideo.

El 20 de noviembre de 1845 se produjo la batalla de la “Vuelta de Obligado”, fecha que ha sido declarada desde 1974 como “Día de la Soberanía”.

Bajo el título “Vuelta de Obligado” se encuentra publicado en Los Andes del sábado 19 de noviembre de 2.016, el artículo escrito por Roberto Colimodio el cual explica detalladamente qué sucedió en aquella fecha en el río Paraná; y en la parte final del artículo dice expresamente: “... Esta batalla, pese a ser una derrota táctica, dio como resultado la victoria diplomática de la Confederación Argentina, debido al alto costo que demandó la operación ‘comercial’. Implícitamente la resistencia opuesta por el gobierno argentino obligó a Gran Bretaña y a Francia -con sendos tratados en 1847 y 1848- a aceptar la soberanía argentina sobre los ríos interiores”.

En opinión de quien escribe este artículo, esta apretada síntesis omite el invalorable aporte, en relación a nuestra Soberanía, del Gral. Don José de San Martín.

Todos conocemos a nuestro Padre de la Patria por sus hazañas militares, pero no muchos conocen el aporte incansable y silencioso que realizó, incluso durante su destierro voluntario en Europa, a favor de su patria.

Con la presente publicación sólo pretendo rendir homenaje al que creo fue su último trabajo. Mientras se encontraba el Gral. San Martín en Italia pasando el invierno europeo, enterado de los sucesos del Río de la Plata, desde Nápoles, el 28 de diciembre de 1845, escribió una carta a quien él califica como su amigo: George Frederick Dickson, cónsul argentino en Londres, quien ante la trascendencia del documento, la hizo publicar en el periódico londinense “The Mourning Chronicle”; decía lo siguiente: “Bien sabida es la firmeza de carácter del Jefe que preside la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero; ello es que la totalidad se le unirán  para combatir al extranjero.

Por otra parte, ... si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante sus hostilidades ... yo no dudo que con más o menos pérdidas de hombres y gastos se apoderen de Buenos Aires... Pero aún en ese caso estoy convencido, que no podrán sostenerse por largo tiempo en la capital; el primer alimento o por mejor decir el único del pueblo es la carne, y es sabido con qué facilidad pueden retirase todos los ganados en muy pocos días a muchas leguas de distancia, igualmente que las caballadas y todo medio de transporte, en una palabra, formar un desierto dilatado, imposible de ser atravesado por una fuerza europea...

En conclusión, con siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con una gran facilidad puede mantener el general Rosas,  son suficientes para tener en un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires y pueda impedir que las tropas europeas salgan de ella sin quedar expuestas a la más completa ruina por falta de alimentos y recursos...”.

Esta carta fue leída en el Parlamento Británico, lo que fue determinante para disuadir a los bloqueadores ingleses.

A su turno, unos cuatro años más tarde, en 1849, Francia continuaba en terca soledad su intento de quebrar la resistencia del gobierno argentino.

Desesperado, el primer ministro Bineau, en París, necesitaba un argumento decisivo para poner fin a una guerra que se hacía cada vez más pesada y más inútil. Recurre entonces al Viejo General americano que reside en Boulogne Sur Mer, donde está postrado en su lecho, aquejado por fortísimos dolores; le pide que por escrito le dé su opinión firmada sobre la guerra en el Río de la Plata.

San Martín, imposibilitado de escribir, dictó otra carta, y éstas fueron sus palabras, rememorando aquella misiva remitida cuatro años antes: “El diario ‘La Presse’ acaba de publicar una carta que hace cuatro años escribí a un amigo inglés sobre la intervención de Inglaterra y Francia en el Río de la Plata, la cual decía que ni Francia ni Inglaterra conseguirían sus propósitos, señalándole: ... (reitera el contenido de la carta remitida a Dickson)... Os escribo -termina la carta- desde mi cama donde me hallo rendido por crueles padecimientos...”

Esta carta también fue leída en el parlamento Francés, y fue tal la impresión que produjo, siendo tan claras y reales sus razones, que el gobierno de París levantó el bloqueo de Buenos Aires y la guerra concluyó.

Así, desde el lecho de su última enfermedad, con sus manos incapaces ya de manejar no solo el sable sino aún la pluma, José de San Martín, por la sola fuerza de su espíritu, aportaba su último trabajo en pos de nuestra soberanía.

Finalmente, la intervención fue levantada por medio del Tratado Arana-Southern del 24 de noviembre de 1849, ratificado en 1850, por el cual Inglaterra reconoció la soberanía de la Confederación Argentina sobre sus ríos interiores y devolvió la isla Martín García; y en enero de 1850 se firmó otro acuerdo con Francia: el Tratado Arana-Lepredour. Ambos significaron el reconocimiento de nuestros derechos por las potencias europeas.

Pocos meses después, el 17 de agosto de 1850, fallecía el General San Martín.

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