Nada de lo que intentó Sampaoli desde lo táctico funcionó. Ni el falso 9 ahora, ni los tres defensores antes, mucho menos la revolución ofensiva con que amenazó un año atrás cuando asumió, aquello de cuatro para defender y seis para atacar, o el 2-3-3-2 pretencioso con el que tal vez quiso seducir a las sensibilidades tácticas y ofensivas. Nada de lo que intentó Sampaoli desde lo grupal funcionó tampoco.
Las libertades, la confianza, todo se empezó a romper en Barcelona, y seguramente no es el técnico el único culpable. Es cierto que un año no es tiempo suficiente para aprender de los errores, rectificarse y encontrara los jugadores correctos, pero Sampaoli exprimió esos meses en incontables variantes de nombres y sistemas para terminar entregando (o compartiendo) la llave del equipo a los históricos. El técnico llenó demasiado casilleros con su confusión.
No repitió una formación en sus 15 partidos. Eso habla de inseguridad para insistir en una idea, o de que los jugadores no interpretaron nunca el mensaje. Complicar lo sencillo que tiene el fútbol fue uno de sus máximos pecados. Cuando las cosas no salen conviene simplificar. Lo hizo en algún momento del Mundial, cuando la clasificación ardía, tal vez convencido por los jugadores. Apostó a los históricos y a un 4-4-2 razonable. Eso le dio una vida más.
Hay que decir que tampoco recibió de los jugadores una respuesta alentadora. ¿No lo entendieron? Ellos también tienen una responsabilidad enorme.Es difícil de entender lo que hizo con algunos nombres. Lo Celso, por caso. Llegó al Mundial como titular y bañado en elogios de parte del cuerpo técnico, pero no jugó ni un minuto.
La última imagen de Sampaoli es un desesperado pedido a los históricos para que lo rescaten y un último lance táctico y fallido con Messi de falso 9. La Selección no estuvo a la altura. Sampaoli tampoco.
