Más de 500 personas colmaron el sábado el templo bautista de Indianola, en el estado de Mississippi, donde se llevó a cabo el funeral del gran cantante y guitarrista B. B. King, considerado el “rey del blues”, fallecido el 14 de mayo en Las Vegas a los 89 años.
Otras casi 200 almas, que no pudieron ingresar a la iglesia, agitaban fotos del músico en las calles aledañas en medio de una lluvia persistente.
En el interior, el ataúd abierto de King mostraba en su tapa una imagen del músico hecha en tela blanca bordada, con su inseparable guitarra negra bautizada Lucille.
A los panegíricos pronunciados por pastores y allegados al músico se sumaron las cartas que enviaron el presidente Barack Obama y el ex presidente Bill Clinton. La carta de Obama decía, entre otras cosas: “Puede que BB se haya ido, pero esa emoción estará con nosotros para siempre. Y esta noche en el cielo habrá una sesión de blues fenomenal”.
También el músico Stevie Wonder ofreció su tributo grabado, y Tony Coleman, baterista de King durante 37 años, dijo que “el nunca se sintió el rey del blues. Al contrario, el rey era el blues y King se sentía su guardián”.
Por petición propia, el cuerpo del genial guitarrista fue trasladado a su Mississippi natal para su descanso eterno. En la misma ciudad de Indianola se encuentra un museo que se encargará de preservar su recuerdo.
La polémica sobre su muerte
En medio de disputas entre sus herederos por su millonario legado, la muerte de King generó otra polémica cuando dos de sus hijas denunciaron hace unos días que su padre había sido envenenado.
Karen y Patty acusaron al manager y asistente personal de su padre de haber provocado su muerte por envenenamiento.
Lo cierto es que el músico padecía diabetes tipo II desde hacía 20 años y mantenía una intensa agenda de conciertos y de giras.
Los resultados de la autopsia que determinaran si B.B. King falleció por causas naturales estarán listos dentro de seis semanas.